Septimo Arte

Alejandro González I. hace historia

Por Agencias
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Cinco eran los candidatos para levantar la estatuilla a mejor director en la 88 edición de los Oscars, pero sólo uno de ellos se subiría al escenario de la gala celebrada el pasado domingo 28 de febrero.

Entre los nominados partía con ventaja el director mexicano Alejandro González Iñárritu gracias a su película “The Revenant”. Con ella ha conseguido ganarlo, por delante de George Miller (Mad Max: Road to Fury), y Thomas McCarthy (Spotlight) junto a Adam McKay (The Big Short) y el irlandés Lenny Abrahamson (Room).

Y es que el director mexicano se propuso batir récords… el año pasado su film “Birdman” le llevó a alzar el Oscar a mejor película y mejor director.

Dispuesto a conseguirlo un año más, González Iñárritu ha conseguido dos Oscars a mejor director de forma consecutiva, algo que sólo han logrado John Ford y Joseph Leo Mankiewicz, el último en lograrlo hace 66 años.

Además se convierte en el primer latino y a la vez director extranjero en realizar tal hazaña.

El de Ciudad de México, también conocido como «El negro», partía con mucha ventaja en las casas de apuestas para cumplir su objetivo.

Alejandro González Iñárritu, mexicano y orgullo mexicano, subió al escenario y agradeció el Oscar a Leonardo DiCaprio, del que dijo que era el verdadero renacido.

Igualmente agradeció el enorme esfuerzo interpretativo de Tom Hardy.

En su discurso, invadido por la música que indica que deben de parar de hablar pero que no le detuvo, Alejandro consiguió dedicar también su Oscar como mejor director a la lucha por la igualdad racial.

Alejandro González I. se convirtió en el primer director extranjero y latino en ganar dos Oscar seguidos por "The Revenant". Leonardo DiCaprio de la mano del director mexicano al fin pudo lograr una de las ansiadas preseas./AGENCIAS
Alejandro González I. se convirtió en el primer director extranjero y latino en ganar dos Oscar seguidos por «The Revenant». Leonardo DiCaprio de la mano del director mexicano al fin pudo lograr una de las ansiadas preseas./AGENCIAS

TRIUNFANDO EN TIEMPOS “MALOS”

Para González Inárritu el tiempo corre hacia atrás, porque desde que cumplió 50 años vive atrapado en el irremediable reloj de la madurez. La certidumbre de que, haga lo que haga, la arena seguirá cayendo ha abierto, como él mismo reconoce, una nueva etapa en su obra.

La primera entrega de este ciclo vital fue Birdman, y la más reciente, The Revenant.

El Oscar al mejor director ganado en ambas películas confirma que Iñárritu, en este atardecer, va camino de la leyenda.

La de un creador que ha hecho de la fugacidad del tiempo el sustento de su obra, pero también la de un mexicano que conquista Hollywood en los tiempos (malos) para los inmigrantes de Donald Trump.

Ya en 2015, al recibir la estatuilla, el cineasta pidió un trato justo y digno para sus compatriotas, mil veces estigmatizados más allá del Río Bravo. Desde entonces, la bestia de la xenofobia no ha dejado de crecer en Estados Unidos.

Casi a diario, el candidato presidencial republicano Donald Trump ha pisoteado el orgullo de su vecino del sur y bramado contra esos millones de mexicanos que sin documentos y huyendo del infierno de la pobreza buscan un futuro en el gran vecino del norte.

Iñárritu, profundamente crítico con los desmanes de su tierra pero solidario con sus desgracias, no los olvidó.

En el cénit de su gloria, aprovechó los altavoces de la ceremonia más seguida del planeta para recordar que no todos tienen la misma suerte que él y pedir el fin de los «prejuicios raciales» y los «pensamientos primarios”: «Tenemos una oportunidad para quitarnos el prejuicio y que el color de piel sea tan intrascendente como el largo del cabello».

Una declaración que muestra a un cineasta fiel a sus raíces y cuya personalidad se cimenta, mucho más que en el mercado o la conveniencia política, en una profunda capacidad autocrítica.

Poco importa que sus películas gusten o no a la crítica, tampoco la saña de ciertos seguidores le hacen excesiva mella.

En su proceso creativo, Inárritu lucha a diario con un adversario aún más duro: el juez que habita en su interior.

“Es un Torquemada”, explicaba Iñárritu al periódico El País de España durante la filmación de “The Revenant”.

“Un tipo al que presentas cualquier caso y te mandará al fuego, un terrorista con el que no hay negociación posible; esa voz interna es la que me lleva a encontrar el concepto primordial de las historias”.

Esa tensión se transmite a los rodajes. Verle filmar, medir los ángulos, trazar el vuelo de la cámara junto a su antiguo amigo Emmanuel Luzbeki (tercer Oscar consecutivo a la mejor fotografía) es asistir a un espectáculo torturado.

A orillas del río Bow, en la gran planicie de Calgary (Canadá), durante la filmación de The Revenant, ambos formaban una pareja en constante ebullición. Sin descanso, bajo temperaturas extremas, medían con precisión cada plano, lo discutían, lo reinventaban… y volvían a empezar.

El director, en uno de los descansos, lo explicaba.

«Soy muy duro, muy militante, muy exigente. No exijo nada de lo que no doy. Para mí hacer una película es una guerra de tres años y, como un perro, no la suelto. Por eso me da miedo entrar en una película, porque voy a meterme en un proceso en el que me pierdo…”.