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Veteranos olvidados y abusados

Carlos Hernández es el editor de El Latino y un periodista con una amplia experiencia en periodismo. Ha sido corresponsal internacional en Atlanta, Nueva York y California de agencias de noticias como EFE de España y la Associated Press./EL LATINO
Carlos Hernández es el editor de El Latino y un periodista con una amplia experiencia en periodismo. Ha sido corresponsal internacional en Atlanta, Nueva York y California de agencias de noticias como EFE de España y la Associated Press./EL LATINO

Por Carlos Hernández
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Prestar servicio en las fuerzas armadas es sinónimo de honor, orgullo y una gran responsabilidad, algo que también es valorado paralelamente por el gobierno con ciertos beneficios.

Lo anterior, se da casi en la totalidad del mundo, sin embargo las leyes, o más bien los funcionarios en Estados Unidos, parece no importarles que cientos de miles de veteranos hayan puesto en riesgo sus vidas y peor aún, les pagan con una deportación.

Como pueden leer en nuestro artículo de portada “Soldados sin país”, hay muchísimos casos, de exmilitares latinos que el gobierno de esta nación les hizo una muy mala jugada.

Les sacaron del país al que sin pensárselo dos veces protegieron a costa del dolor y del futuro de sus esposas, hijos, padres y madres.

Al mejor estilo de un capo mafioso, sin escrúpulos y con una hipocresía tan grande como el mismo dolor que esto les provoca, actualmente veteranos son expulsados del país y excluidos de todos los beneficios, los mismos con los que una vez algún oficial en esos puestos de reclutación les endulzo el oído a ellos y sus familia para que se enlistarán.

Después del 11 de septiembre Estados Unidos entró en un conflicto armado donde la “mano de obra” militar estaba en una alta demanda, ya que el número de reservistas era muy bajo para llenar las filas de todas las fuerzas armadas, entonces se dedicaron a ofrecer a todos los jóvenes indocumentados un camino a la legalización.

El Congreso aprobó una ley para que cualquiera de ellos que sirviera en el ejercito, inmediatamente quedara protegido de deportación y al final de los primeros años recibirían una residencia permanente, y sí continuaban por otro período en la milicia, automáticamente podían aplicar para la ciudadanía.

Sin embargo, y como ya nos tienen acostumbrado, por los últimos 25 años los funcionarios estadounidense, a los inmigrantes indocumentados, sobre todo a los latinos, ni proteger con su vida a este país se les valora.

Son muchas las historias donde estos veteranos, por cometer un delito, que bajo la misma ley no es un crimen grave, como portación de mariguana, un DUI, robar algo de una tienda, o una pelea en la calle es el boleto directo para su deportación, casi inevitable.

Muy distante quedan los ejemplos de países como Alemania, Italia o Dinamarca. En dichas naciones cualquier inmigrante indocumentado que se enliste en las fuerzas armadas, con sólo ser reservistas, tener responsabilidades los fines de semana y sin necesidad de ir a la guerra, como si pasa en Estados Unidos, reciben la ciudadanía automática luego de dos años.

Irónicamente a los veteranos estadounidenses no se les mide con la misma vara, para nada, ya que otras personas indocumentadas, no militares, ha veces tienen más comprensión en sus casos y evitan ser expulsados del país.

Así las cosas, este país cada día más dividido, con un egoísmo más marcado que el mismo Gran Cañón del Colorado el mensaje es el mismo: los inmigrantes indocumentados por mucho aporte que hagan a este país no son bienvenidos. ν

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