Opinión

Menéndez debe de renunciar

Por Bill Press
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Es difícil sorprender a Washington, después de todo, esta es la ciudad que recuerda al entonces representante. 

William “Dollar Bill” Jefferson (D-La.) fue sorprendido con $90,000 dólares escondidos en el congelador del refrigerador de su condominio en 2005. 

Vimos un video del entonces senador, Harrison Williams (D-N.J.) en la década de 1980 aceptando sobornos de agentes del FBI vestidos como jeques árabes. 

También fuimos testigos del entonces Senador Ted Stevens (Republicano por Alaska) fue declarado culpable en 2008 por un jurado por aceptar más de $250,000 dólares en obsequios de un contratista de Alaska, condena que posteriormente fue anulada por mala conducta del fiscal, vaya corrupción republicana…

Ahora, sin embargo, el Senador Bob Menéndez (D-N.J.) logró conmocionar a Washington la semana pasada cuando se revelaron los detalles de la acusación presentada contra él por los fiscales federales. 

Nunca he visto nada tan asombroso.

Las pruebas presentadas por los fiscales demuestran contundentemente que el Senador y su esposa estaban traficando influencias a cambio de dinero. 

Encontrados en su casa: más de $100 mil dólares en lingotes de oro otros $550 mil en efectivo, una parte metida en sobres con huellas dactilares de uno de los tres empresarios con quienes Menéndez supuestamente estaba intercambiando dinero por servicios.

Mientras otra parte guardada en los bolsillos de una chaqueta en la que el nombre de Menéndez y el sello senatorial estaban bordados en oro, y estacionado enfrente, otro regalo: un Mercedes-Benz convertible de $60,000 dólares.

Menéndez ha pasado por este camino antes. 

En 2015, los fiscales federales lo acusaron de hacer favores políticos a un oftalmólogo adinerado a cambio de lujosos obsequios por valor de cerca de $1 millón de dólares, incluidas vacaciones en el Caribe. 

Cuando dicho caso terminó con un jurado en desacuerdo, Menéndez reasumió su presidencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y sus colegas demócratas, que se habían abstenido de condenarlo mientras estaba en juicio, dieron un suspiro de alivio.

Pero, aparentemente, Menéndez apenas había bajado de un tren de escándalo de lujo antes de abordar otro y esta vez, la reacción de los compañeros demócratas ha sido mixta.

El Gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, quien por ley nombraría a su sucesor, fue el primero en pedir que Menéndez renunciara a su puesto. 

Al momento de escribir este artículo, también lo han hecho los senadores John Fetterman (D-Pa.) y Sherrod Brown (D-Ohio) y cinco miembros demócratas del Congreso: Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, Summer Lee de Pensilvania, Zoe Lofgren de California, Seth Moulton de Massachusetts y Andy Kim de Nueva Jersey, quien anunció planes para desafiar a Menéndez en las primarias de 2024. 

Sin embargo, por ahora, la mayoría de los demócratas, empezando por el líder de la mayoría, Chuck Schumer (Nueva York), han elegido la salida más fácil: no defender a Menéndez, sino insistir en que tiene derecho a un “juicio justo”.

Hay dos cosas que decir sobre esa respuesta. 

En primer lugar, contrasta marcadamente con la forma en que respondieron los republicanos a los cargos presentados contra el expresidente Trump. 

De hecho, las supuestas fechorías de Trump (robar documentos presidenciales e intentar derrocar al gobierno de Estados Unidos), son mucho más graves que recibir dinero en efectivo a cambio de favores políticos.

Pero como ya es una tradición la hipocrecía y cobardía de los principales republicanos no sólo defienden a Trump, sino que también atacan al Departamento de Justicia por tener un “sistema dual” de justicia, acusando a los fiscales de tener una agenda política y amenazan con quitarle fondos al FBI.

Dijanme sino hay más corrupción y tráfico de influencias que tratar de extorsionar a una agencia de gobierno, sólo por hacer su trabajo para defender la democracia estadounidense.

Si bien es reconfortante que los demócratas se abstengan de atacar al fiscal general Merrick Garland por acusar a uno de los suyos y, en cambio, pidan un juicio justo, eso no es suficiente. 

Sí, Bob Menéndez, como cualquier otro estadounidense, tiene el derecho constitucional a un juicio justo, pero no tiene ningún derecho constitucional a un escaño en el Senado de Estados Unidos. 

Por dos tercios de los votos, el Senado puede expulsar a cualquier miembro en cualquier momento “por conducta desordenada”, y esa frase encaja con la conducta de Menéndez.

Menéndez ha demostrado ser indigno de servir en el Senado de los Estados Unidos. 

El líder Schumer y otros senadores demócratas deberían exigirle que dimita inmediatamente. 

Si Menéndez se niega a hacerlo, el Senado debería votar para expulsarlo, es lo más justo y lo moralmente aceptable que se le debe a sus electores.