Por Agencias
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El acuerdo sobre inmigración anunciado el viernes por el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro canadiense Justin Trudeau tiene como propósito poner fin a un proceso que ha permitido a decenas de miles de migrantes de todo el mundo cruzar a pie la frontera entre los dos países por un camino secundario entre el estado de Nueva York y la provincia de Quebec.
Desde principios de 2017, estos migrantes han entrado a Canadá por el Roxham Road en las afueras de Champlain, Nueva York, donde se ha instalado un retén de la Real Policía Montada Canadiense para procesarlos a unos 8 kilómetros (5 millas) del cruce oficial de la frontera donde se los obligaría a regresar a Estados Unidos.
Los agentes les advierten que los arrestarán si dan un paso más. Entonces lo hacen, y sin esposarlos, los agentes los procesan y los dejan en libertad en Canadá, donde viven mientras se gestionan sus pedidos de asilo, algo que suele tomar años.
La nueva política establece que cualquier solicitante de asilo que no sea ciudadano estadounidense o canadiense y sea capturado en los 14 días siguientes a su cruce será devuelto al otro lado de la frontera. Entrará en vigor un minuto después de la medianoche del sábado, una rápida implementación destinada a evitar una oleada de solicitantes de asilo que intenten cruzar, según funcionarios canadienses que hablaron bajo condición de anonimato para discutir el acuerdo con antelación.
“Estamos ampliando el Acuerdo de Tercer País Seguro para que se aplique no sólo en los puertos de entrada designados, sino en toda la frontera terrestre, incluidas las vías navegables interiores, garantizando la equidad y una migración más ordenada entre nuestros dos países”, dice el anuncio de Canadá.
Canadá también acordó permitir que 15.000 migrantes presenten una solicitud “con carácter humanitario desde el hemisferio occidental a lo largo del año, con una vía de acceso a oportunidades económicas para hacer frente al desplazamiento forzado, como alternativa a la migración irregular.”
Algunos de los últimos migrantes que lograron pasar fueron unas ocho personas de dos familias —una de Haití y otra de Afganistán— que llegaron al lado estadounidense de Roxham Road poco después del amanecer del viernes. Ambos dijeron que tomaron rutas tortuosas para llegar allí.
Gerson Solay, de 28 años, cargó con su hija Bianca hasta la frontera. Dijo que no tenía los documentos requeridos para permanecer en Estados Unidos.
“Por eso Canadá es mi último destino”, dijo antes de ser puesto bajo custodia para su procesamiento.
El acuerdo se anunció mientras la Patrulla Fronteriza estadounidense también responde a un fuerte aumento de los cruces ilegales, en su caso de norte a sur, a través de la porosa frontera canadiense. Casi todos ocurren en el norte de Nueva York y Vermont, a lo largo del tramo de frontera más cercano a las dos mayores ciudades de Canadá: Toronto y Montreal.
Aunque las cifras siguen siendo insignificantes en comparación con la frontera entre Estados Unidos y México, los cruces se han vuelto tan frecuentes que la Patrulla Fronteriza ha enviado más personal a la región y libera a migrantes en Vermont con fechas para comparecer ante las autoridades.
Las autoridades canadienses comenzaron a lidiar con el problema desde principios de 2017. Muchos migrantes que van hacia el norte dicen que huían de las medidas de inmigración del presidente Donald Trump, que eran hostiles a su presencia en el país y que siguen vigentes bajo su sucesor Joe Biden.
Estos migrantes se aprovechan de una peculiaridad del acuerdo de 2002 entre Estados Unidos y Canadá, según el cual los solicitantes de asilo deben presentar sus solicitudes en el primer país al que arriban. A los migrantes que van a un cruce oficial se les dice que regresen a Estados Unidos para presentar su solicitud, pero los que llegan a territorio canadiense por cualquier otra entrada pueden quedarse y solicitar protección.
Mientras tanto, los migrantes que viajan hacia el sur abruman a las autoridades estadounidenses.
Los agentes de la Patrulla Fronteriza hicieron 628 detenciones de migrantes que entraban de manera ilegal desde Canadá en febrero, cinco veces más que en el mismo periodo del año anterior. Esas cifras son casi nada en comparación con las de la frontera sur —donde se hicieron más de 220.000 detenciones en diciembre—, pero significan un aumento mayúsculo en términos porcentuales.
En el Sector Swanton de la Patrulla Fronteriza, que abarca Nuevo Hampshire, Vermont y parte de Nueva York, los agentes hicieron 418 detenciones de migrantes en febrero, 10 veces más que el año anterior. Cerca de la mitad de los que llegan desde Canadá son mexicanos, que no necesitan visa para volar hacia Canadá.
El jefe de policía de St. Johnsbury, Vermont, una población de 6.000 habitantes situada a una hora de la frontera, alertó a las autoridades estatales de que la patrulla había descargado migrantes de una camioneta con escasos minutos de aviso en el centro de recepción del pueblo. Lo mismo había sucedido varias veces en las últimas semanas.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus iniciales en inglés) dijo en un comunicado que los migrantes transportados a St. Johnsbury habían sido detenidos al entrar a Estados Unidos sin autorización y se les notificó cuándo debían comparecer en audiencias de inmigración.
Los dejaron en St. Johnsbury porque tiene una estación de autobús desde donde pueden viajar a una ciudad más grande.
“En estas circunstancias, la CBP trabaja con las autoridades locales para garantizar la seguridad de todos los interesados —habitantes y migrantes— y asegurar la estabilidad de los recursos de la población”, dijo el comunicado.
Pero las autoridades locales dijeron que no se les dio tiempo para prepararse. Ahora están instalando un sistema para brindar a los migrantes los servicios que requieran.
El jueves, una pareja haitiana y sus hijos, varones de 17 y 9 años y una niña de 15, fueron llevados al centro de recepción. La familia, que no quiso dar su nombre, quería tomar un autobús a Miami.
Dijeron que habían estado dos meses en Canadá, pero se negaron a revelar los motivos que los impulsaban a seguir viajando.
No alcanzaron el bus del jueves que los llevaría a una conexión con Boston, de donde seguirían su viaje a Miami. Un grupo local de voluntarios les consiguió comida y un alojamiento para la noche.
El jefe de policía, Tim Page, dijo que St. Johnsbury quiere ayudar a los migrantes, pero no de manera improvisada.
“Tenemos que determinar qué haremos cuando lleguen estas familias”, dijo. “Todavía no tenemos un sistema, pero cuando lo tengamos estoy seguro de que esto marchará mejor”.