Por Redacción
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El clima político entre Estados Unidos y Canadá se ha vuelto tenso en 2025, con consecuencias económicas directas para empresas y trabajadores a ambos lados de la frontera. Lo que comenzó como un desacuerdo por aranceles y declaraciones incendiarias terminó desatando un movimiento ciudadano en Canadá que llama a boicotear productos y viajes hacia EE.UU., afectando a industrias que dependen del turismo y del comercio bilateral.
La tensión escaló cuando el presidente Donald Trump amenazó con convertir a Canadá en el “estado número 51” de Estados Unidos, una declaración que provocó indignación entre ciudadanos y autoridades canadienses. En respuesta, varias provincias implementaron restricciones sobre productos estadounidenses, incluidas bebidas alcohólicas, y muchos consumidores decidieron dejar de comprar o viajar al país vecino.
Uno de los sectores más golpeados es la industria del whisky artesanal. Gareth Moore, CEO de Virginia Distillery, había proyectado que las ventas de su whisky de malta al norte de la frontera se triplicarían este año. En cambio, el negocio se desplomó a cero.
“Fue como si, de repente, el whisky dejara de saber bien simplemente por su origen”, dijo Moore en una entrevista telefónica. Las autoridades canadienses prohibieron las bebidas espirituosas estadounidenses en sus tiendas, y muchas provincias mantienen aún esa restricción. “No nos dedicamos a la política. Somos solo fabricantes de buen whisky en Virginia, pero ahora somos las víctimas”, agregó.
Virginia Distillery no es un caso aislado. Varias empresas exportadoras enfrentan caídas abruptas en sus ventas, lo que amenaza empleos en estados fronterizos y en industrias tradicionalmente neutrales frente a disputas políticas.
Caída histórica en el turismo canadiense

El impacto no se limita al comercio. El turismo, históricamente uno de los pilares de la relación bilateral, también ha sufrido un golpe sin precedentes. En años anteriores, los canadienses representaban cerca del 70 % de los golfistas diarios en Bluff Point Golf Resort, un popular destino en Plattsburgh, Nueva York, a apenas 35 minutos de Montreal. Este año, ese flujo prácticamente desapareció.
“Ha sido una caída drástica. Es muy raro que alguien de Canadá venga a jugar al golf”, explicó Paul Dame, propietario del resort. Las cifras oficiales confirman el desplome: los viajes por tierra desde Canadá a Estados Unidos se redujeron un 31 % entre enero y septiembre, mientras que los vuelos disminuyeron un 13 %, según Statistics Canada. La pérdida de visitantes obligó a recortar personal y reducir horarios, afectando directamente a empleados locales.
Para Dame, la raíz del problema no es económica, sino emocional. “Los canadienses simplemente no están contentos. No es una cuestión de tarifas ni de precios. Son estas cosas hirientes que se dicen sobre su país”, afirmó.
Mark Collins, nacido en Terranova y CEO de Clipper Navigation, compañía que opera ferris entre Vancouver y Seattle, ha visto un fenómeno similar. El número de pasajeros cayó 30 % en lo que va del año, obligando a la empresa a reducir drásticamente su programación y despedir a una cuarta parte de su plantilla. Irónicamente, la mayoría de los despidos afectaron a trabajadores estadounidenses.
“La gota que colmó el vaso fue la amenaza de convertir a Canadá en un estado más”, dijo Collins. “Sin duda, se ha ofendido el orgullo nacional. Mucha gente decidió que no volvería a viajar a Estados Unidos”.
Una relación económica en riesgo

La frontera entre Estados Unidos y Canadá es la más extensa del mundo sin defensas militares, símbolo de décadas de cooperación. Sin embargo, el clima actual está deteriorando esa histórica relación. El boicot, aunque no es oficial ni coordinado por el gobierno canadiense, ha tenido efectos tangibles y ha generado preocupación en sectores económicos que dependen de la integración transfronteriza.
Empresas de transporte, hostelería, alimentación y comercio minorista están reportando caídas significativas en sus ingresos. Los pequeños negocios ubicados en ciudades cercanas a la frontera son especialmente vulnerables, ya que gran parte de su clientela habitual proviene de Canadá.
Collins teme que el impacto sea prolongado. “Nos estamos atrincherando. No parece que vaya a mejorar pronto”, dijo. Para él, recuperar la confianza de los viajeros canadienses tomará tiempo y requerirá un cambio en el tono político.
El boicot ciudadano no solo pone en aprietos a compañías estadounidenses, sino que también complica la cooperación bilateral en sectores estratégicos. Canadá es el mayor socio comercial de Estados Unidos, con un intercambio anual de bienes y servicios que supera los 900.000 millones de dólares. Una reducción prolongada en el flujo turístico y comercial podría afectar empleos, inversión y crecimiento económico en ambos países.
Mientras tanto, empresarios como Moore y Collins siguen esperando señales de distensión. “Todo esto se debe a una situación desagradable de la que no formamos parte”, dijo Moore. “Los negocios se construyen con confianza. Y cuando esa confianza desaparece, todo lo demás se derrumba”.
