Por Agencias
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El gobierno de Brasil expulsó el jueves a la embajadora de Nicaragua, en represalia por una medida similar tomada por el presidente de la nación centroamericana, Daniel Ortega.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil dijo en un comunicado que había decidido expulsar a la embajadora de Nicaragua Fulvia Patricia Castro Matu “como resultado de la aplicación del principio de reciprocidad a la medida adoptada por el gobierno nicaragüense sobre el embajador brasileño en Managua”. También dijo que el embajador Breno da Costa ya había abandonado el país centroamericano.
El gobierno de Nicaragua dijo que tanto Castro como Da Costa habían dejado sus puestos, pero no mencionó que habían sido expulsados ni dio detalles sobre los motivos para ello.
La cancillería brasileña detalló que Da Costa fue expulsado por no haber acudido a las celebraciones por el 45to aniversario de la revolución sandinista en Nicaragua. Ortega, cuyos críticos lo consideran un líder autoritario, luchó como guerrillero en ese movimiento.
En el transcurso del último año, el distanciamiento entre Ortega y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que antiguamente eran aliados, se ha vuelto cada vez mayor.
Dos fuentes diplomáticas en Brasilia dijeron a la AP que el gobierno de Nicaragua protestó hace dos semanas por la ausencia de Da Costa en las festividades, lo que abrió el camino para su expulsión. Las fuentes, que hablaron bajo la condición de mantenerse en el anonimato debido a que no estaban autorizadas a hablar públicamente del asunto, añadieron que el embajador brasileño seguía órdenes del Ministerio de Relaciones Exteriores de su país.
El ministerio no había confirmado anteriormente los reportes de la prensa local sobre la expulsión del embajador brasileño.
Lula, que había apoyado la presidencia de Ortega, se alejó de éste cuando el mandatario nicaragüense ignoró una solicitud del papa Francisco para detener la represión contra clérigos católicos en la nación centroamericana.
Amnistía Internacional dijo en abril que el gobierno de Ortega había detenido arbitrariamente a por lo menos 119 personas, entre ellas el obispo católico Rolando Álvarez, por supuesta conspiración y difusión de información falsa.
Brasil ha congelado las relaciones con el país centroamericano, lo cual significa que no se producen visitas ni reuniones entre dirigentes y diplomáticos de ambos países.
Leticia Bessa, asistente administrativa de la embajada nicaragüense en la capital brasileña, dijo que Matu abandonó el país antes de que el Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño ratificara su decisión.
Posteriormente, el Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño señaló que la salida de su embajador no representa una ruptura total de relaciones diplomáticas con Managua.
La vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, que también es la primera dama y la principal vocera del gobierno, no respondió de momento a una solicitud de comentarios sobre la disputa diplomática.
En una conferencia de prensa con agencias de noticias internacionales en Brasilia el 22 de julio, Lula dijo a los reporteros que Ortega no respondía a sus llamadas telefónicas.
Benjamin Gedan, director del programa para América Latina del Wilson Center, un centro de estudios con sede en Washington D.C., dijo que el incidente acentúa el estatus de Ortega como un “paria con pocos amigos en la región”.
“Lula es un ícono de la izquierda, pero no apoya ciegamente a todos los dirigentes izquierdistas”, señaló Gedan. “Hace dos años, tras la última farsa de reelección de Ortega, prácticamente ningún dirigente de la región asistió a su toma de posesión en Managua. El colapso de la democracia en Nicaragua y Venezuela ha ofrecido a la izquierda latinoamericana la oportunidad de priorizar la democracia sobre la ideología”.