Por Redacción
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Todos hemos visto a gente practicando taichí en los parques de sus ciudades, corriendo por la playa o ejercitándose en espacios naturales.
Aunque, por nuestra experiencia vital, a primera vista nos parezca que es llevar al exterior la actividad propia del gimnasio, lo cierto es que esas formas de hacer ejercicio eran lo natural para el ser humano hasta que la actividad física se estabuló, primero en gimnasios y luego en salas de fitness. Desde el siglo XIX en estas instalaciones se ha buscado reproducir lo que ofrecía la naturaleza y lo que en ella se podría realizar. Así surgieron espalderas, cuadros suecos, cuerdas, escalas, muros, pistas, piscinas, máquinas de todo tipo, bicicletas estáticas o rocódromos. En definitiva, lugares más estables y controlados que han ido evolucionando al compás de las múltiples corrientes pedagógicas existentes en el ámbito del ejercicio físico.
Pero la naturaleza siempre ha sido el gran gimnasio, el mejor centro de fitness donde el ser humano ha desarrollado su competencia física y su salud, y donde ha satisfecho su necesidad de movimiento. Todas las culturas lo han escrito y promocionado. Las escuelas nórdicas de gimnasia promovían el tránsito de los espacios abiertos a los espacios cerrados a la hora de ejercitarse. También el naturalista Georges Hébert se dio cuenta de su importancia mientras navegaba por el mundo y contemplaba cómo se ejercitaban los nativos de las islas en las que atracaba. Aquellas observaciones le llevaron a desarrollar un método de ejercitación al que denominó Natural (1912).
Para Hébert se hacía necesario volver a los movimientos llevados a cabo en la naturaleza. Con su método natural y su lema “ser fuerte para ser útil”, se buscaba el control del cuerpo, la mente y el espíritu en un entorno natural al desarrollar las cualidades físicas (resistencia, fuerza o velocidad) y poder moverse de forma eficiente saltando, trepando, corriendo, equilibrándose, superando obstáculos, cargando pesos, lanzando, defendiéndose o desenvolviéndose en el medio acuático.
Esa tendencia ha vuelto un siglo después, pero esta vez dentro de una nave industrial. Es el caso del crosstraining o crossfit, donde se salta repetidamente sobre cajones de madera, se movilizan enormes ruedas de tractor o se trepan por cuerdas que en otro tiempo fueron odiadas por los estudiantes de bachillerato en sus clases de Educación Física. Debido a la configuración de las grandes ciudades y de las jornadas laborales, hoy en día se han reducido el tiempo de exposición a los espacios verdes y azules, confinando el ejercicio físico a periodos concretos de tiempo y, generalmente, en interiores. Todo está empaquetado en sus diferentes cajitas, como Malvina Reynolds criticaba en su canción de 1962 Little Boxes.
Buscar un espacio natural donde practicar esos movimientos naturales es un esfuerzo añadido para gran parte de la población. De ahí que se plantee la pregunta: ¿Es más beneficioso ejercitarse en interiores o en exteriores? Un primer análisis de pros y contras no ayuda demasiado a inclinar la balanza. A cubierto podemos hacer ejercicio durante todo el año, sin tener en cuenta el clima o el momento del día, son entornos equipados con el material necesario para la práctica, son limpios y seguros. Asimismo, permiten generar un momento de introversión de trabajo individual o un contexto social como el de las clases colectivas. Por otro lado, el ejercicio al aire libre es más variado, teniendo posibilidades de deporte reglado (rugby, atletismo o ciclismo) o actividades físicas (caminar, trotar, senderismo, orientación, escalada, utilizar los espacios en parques, etc.). Igualmente, los espacios abiertos ofrecen opciones para socializar y también mayores momentos para la soledad y libertad, aumentando la capacidad de recuperación mental y física.
No obstante, los beneficios de realizar ejercicio físico en exterior se multiplican cuando se relacionan con aspectos psicológicos, sociales y emocionales. La investigación ha puesto de manifiesto que ejercitarse en zonas verdes influye en 6 aspectos principales: la salud mental y bienestar, la mejora académica, el aprendizaje personal e interpersonal, la ciudadanía activa, la reducción del crimen y las conductas antisociales y las mejoras en el largo plazo a nivel personal y social (como la adherencia al ejercicio físico y a un estilo de vida activo).
Sin embargo, los resultados de los estudios científicos no son concluyentes sobre los beneficios de un tipo de ejercicio sobre otro, tanto en niños y adolescentes como en adultos. La mejora en parámetros biológicos viene muy determinada por aspectos como la intensidad y frecuencia del ejercicio, que se pueden variar igualmente en interiores y en el exterior. Vivir en zonas cerca de espacios naturales y en lugares donde el tiempo no sea muy inestable o extremo incrementa las posibilidades de hacer ejercicio físico; y por tanto, de tener mejor condición física, mejores parámetros médicos e incluso una mejor autopercepción de la propia salud. Si el tiempo es malo (lluvia, mucho frío o mucho calor) aumenta la probabilidad de que se realice ejercicio en interior (3,33 veces más que en exterior) o lleva a no realizar ejercicio (3,49 veces más de esperar uno o varios días). En torno al 16% de las personas que hacen ejercicio físico de manera regular lo hacen siempre en interior.
El entorno verde relaja, es menos estresante, lo que facilita el maximizar los beneficios preventivos del efecto del ejercicio físico en el entorno natural, ayudando a recuperarse mejor. Desde la psicología ambiental se ha desarrollado la teoría de la recuperación en la naturaleza que permite establecer una relación humano-entorno generando experiencias de recuperación de la atención dirigida y el estrés. Recordemos en este punto la necesidad de la población una vez se levantó el confinamiento inicial por la pandemia de COVID-19: parques y espacios abiertos se llenaron con una necesidad de recuperación mental a través del movimiento y de salir al exterior. Recordemos también a los corredores del equipo inglés de atletismo en la película Carros de Fuego, con el fondo de su estupenda banda sonora. Eran la expresión de la alegría, el disfrute y la felicidad. El agua de las olas golpeándoles sus piernas, sus pies desnudos y el mar acompañándolos en su recorrido, una clara expresión de la ejercitación al aire libre.
En cualquier caso, dentro o fuera, lo importante es ejercitarse habitualmente. Ya sea correr o andar, nadar en la piscina, en el mar o en el lago, ir al gimnasio, montar en bicicleta o realizar ejercicios calisténicos en casa.