Una cálida mañana de verano, el ciclista semiprofesional Frank Gallagher se reunió con los 12 miembros de su equipo de ciclismo, en el estacionamiento de la tienda Vons de Orcutt, después de saludarse y revisar sus equipos montaron sus bicicletas, para salir a rodar como era su costumbre cada fin de semana.
Tomaron la calle Bradley hasta su entronque con el Freeway 1, después de cruzar Lompoc continuaron su camino por la 1, hasta llegar al crucero de Jalama.
Justo en el crucero se les acopló un tipo a rueda, que a pesar de ser joven tenía una pinta de ciclista muy peculiar, pues llevaba una bici que distaba mucho del «tope de gama», y era de al menos 40 años de antigüedad, su vestimenta verde fosforescente, su casco y calzado eran realmente anticuados.
El grupo de amigos empezaron a hacerse señas, burlándose del aspecto del nuevo compañero de rodada, tratando de burlarse de él empezaron a subir su ritmo de pedaleo, pero el extraño continuó a rueda.
Después de 2 millas el líder del grupo aceleró notablemente el ritmo… y el tipo no se les despegaba, cuando empezó la parte de la subida los sorprendidos ciclistas no bajaron el ritmo, provocando que algunos de los miembros del equipo se quedaran atrás… pero el invitado no deseado seguía a ritmo.
Durante el trayecto del viaje varios automovilistas que alcanzaron al convoy pacientemente esperaron la oportunidad de pasar de manera segura a los ciclistas, acción que el extraño tipo agradecía efusivamente saludándolos con su mano al viento.
Frank no daba crédito a lo que estaba sucediendo, pues aquel sujeto les aguantaba el ritmo a pesar de tener un bicicleta de mucho menor calidad que la de ellos, y como si eso fuera poco, también cargaba una mochila vieja de campamento en su espalda.
Pero lo realmente sorprendente y sobrenatural estaba apenas por suceder, unas millas antes de llegar a la hermosa playa de Jalama, una camioneta pick up de color gris parecía tener prisa por llegar a su destino, así que en cuanto alcanzó al grupo empezó a tocar descortésmente su claxon, y sacar su brazo por la ventanilla, gritándoles que se apartan del camino.
Al estar en un carretera estrecha y llena de curvas, los ciclistas no podían complacer al desesperado sujeto, el cual, sin la más mínima muestra de empatía, aceleró para adelantarlos, provocando con su imprudente acción que 3 ciclistas perdieran el equilibrio y peligrosamente cayeran de sus bicicletas.
Inmediatamente el reste del grupo detuvo su marcha para auxiliar a sus compañeros, excepto el tipo de la vieja bici, él en cambio se puso de pie sobre los pedales y de manera sorprendente incrementó su velocidad, para en cuestión de segundos dar alcance a la camioneta.
El conductor al ver el accidente que había provocado trató de huir, pero incrédulo miraba como uno de los ciclistas lo perseguía muy de cerca, así que pisó el acelerador a fondo, cuando miro de nuevo por el retrovisor ya no vio al ciclista, así que pensó que se había salido con la suya, pero al salir de la curva lleno de sorpresa vio parado ante él al ciclista del yersi verde.
Inconscientemente el sujeto no bajo la velocidad y trato de arrollar al ciclista, pero este se esfumo en el aire antes de ser atropellado, y apareció sentado en el asiento del copiloto, pero ahora su rostro se había trasformado cadavérico y aterrador.
Esa aterradora postal sería lo último que el imprudente conductor vería, y lo último que oiría serian estas palabras:
“Es hora de que pagues por tu inconciencia y descortesía”.
Lo siguiente que la cámara interior del vehículo grabó fueron los gritos del conductor, mientras su auto caía a un acantilado.
Mientras el ciclista de la playera verde fosforescente, nuevamente montó su bicicleta para continuar recorriendo ese tramo de carretera por la eternidad, buscando vengarse de aquellos que hacen lo mismo que el tipo que a principios de los años 80s le quitara a él la vida.
Cuando recorras las carreteras se amable, si es que no quieres que tu camino se cruce con el del Ciclista Fantasma.