Por Redacción
[email protected]
Decir que esta nación está irremediablemente dividida políticamente es quedarse corto el año electoral, eso lo grita cada encuesta política.
Ya no tenemos dos partidos políticos en competencia sino dos campos enemigos armados.
Lo cual está impidiendo el progreso en cualquier frente y degrada todo nuestro sistema político, desanimando a millones de estadounidenses a involucrarse en política, postularse para cargos públicos o incluso salir a votar.
Quienes están preocupados por cómo restaurar la fe en la política han presentado varias buenas ideas, entre ellas: instituir una reforma de campaña; poner fin a la manipulación partidista; deshacerse del Colegio Electoral; y promulgar límites de mandato.
Pero sugiero un primer paso más audaz, pero más fácil de lograr: volvamos a decir la verdad.
Exijamos que nuestr@s polític@s digan la verdad, honrar a quienes lo hacen y desterrar a aquell@s de cualquiera de los partidos que no lo hagan.
Parece tan curioso ahora que, después de los escándalos de Watergate, Jimmy Carter ganó la presidencia haciendo una simple promesa:
“Nunca diré una mentira”.
Después de todas las mentiras de Richard Nixon, eso es exactamente lo que el pueblo estadounidense quería oír, porque anhelaban un Presidente en el que pudieran confiar para decir la verdad.
Y esa es una de las lecciones más poderosas que aprendí en la escuela primaria, sin duda inspirados por la historia (apócrifa) del pequeño George Washington y el cerezo, nos enseñaron a respetar al Presidente de los Estados Unidos porque era el único hombre que nunca diría una mentira, y es que podrías contar con ello.
Por eso fue tan impactante cuando en 1960 el héroe de guerra presidente Dwight Eisenhower, el más recto de todos los rectos, admitió haber mentido sobre los aviones estadounidenses U-2 que espiaban a la Unión Soviética.
A l@s estadounidenses no les molestó que estuviéramos espiando a l@s soviétic@s, sino que les sorprendió que el Presidente hubiera dicho una mentira; incluso una mentira, se podría argumentar, necesaria para la seguridad nacional.
Al menos Ike admitió haber mentido, cómo han cambiado los tiempos.
La semana pasada, en la respuesta del Partido Republicano al Estado de la Unión (SOTU) del Presidente Joe Biden, la senadora Katie Britt (republicana por Alabama) ofreció una historia horrible sobre el tráfico sexual de una niña de 12 años por parte de los cárteles de la droga mexicanos.
Ella insinuó claramente que el evento ocurrió debido a que Biden no logró asegurar la frontera.
Excepto que, como informó por primera vez el periodista independiente Jonathan Katz, esto no sucedió bajo la Administración de Biden, sino bajo George W. Bush, y sucedió en lo profundo de México, no en Estados Unidos.
Britt lo sabía antes de dar su respuesta SOTU, porque se había reunido con la joven hace un par de años.
Sin embargo, cuando se enfrentó a la verdad, Britt no se disculpó por mentir o engañar a la gente sobre los hechos.
Cínicamente la republicana, muy al estilo del patético de Trump, Insistió en que era legítimo culpar de un incidente de tráfico sexual que ocurrió hace 20 años a las políticas actuales de Biden.
Lo peor, una gran parte de sus sus compañeros y secuaces republican@s se alinearon para defenderla.
¿Por qué? Porque en el Partido Republicano MAGA de hoy, “la verdad” absoluta ya no importa, es algo dejado a un costado, como si les doliera decirla, algo que no va con su ideología de extrema derecha, muy a lo de los gobiernos corruptos tercermundistas o dictatoriales, donde lo único cierto es lo que dicen ell@s.
Lamentablemente para l@s republicanos lo único que importa es sumar puntos políticos.
Y es que Britt, después de todo, solo está siguiendo el manual del líder del MAGA, Trump, cuya campaña de reelección entera se basa en una “gran mentira” de que él, y no Biden, ganó las elecciones de 2020.
Sí, el Partido Republicano, que acusó a Bill Clinton de una mentira en 1998, está a punto de volver a nominar a Trump, quien, según el Washington Post, dijo 30,573 mentiras durante sus cuatro años en la Casa Blanca.
Si realmente queremos “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, sugiero que comencemos esperando y exigiendo que nuestr@s líderes políticos digan la verdad.
No resolverá todos nuestros problemas socio-económicos o politicos, pero es un buen comienzo, porque la verdad importa.