Por Luis A. Cervantes
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Hace unos cuantos años, un grupo de amigos del Instituto de Educación Superior de Santa Bárbara (SBCC), decidieron ir de campamento por lo cual eligieron un paraje en Los Padres National Forest, cerca de la pequeña ciudad de Montecito, al sur de Santa Bárbara.
El primer día todo trascurrió de manera normal, en el campamento todo era felicidad y relax, después de cenar uno de los chicos sacó una guitarra para empezar a entonar hermosas canciones.
En cuanto el manto nocturno cubrió la bóveda celeste, la primera cosa rara sucedió; uno de los jóvenes miró a lo lejos de manera momentánea una enorme ave, que según él la envergadura de sus alas era de 3 o 4 metros, pero como cuando se lo quiso mostrar a sus amigos ya no estaba, fue el blanco de las burlas.
Más tarde mientras continuaban con la velada, todos pudieron escuchar como un par de enormes alas cortaban el aire, cegados por la oscuridad de la noche, no conseguían ver qué tipo de ave era la que lo provocaba.
Suponían que era un pájaro enorme, pues claramente podían escuchar el crujir de las ramas de las copas de los árboles, al parecer el nocturno e inquieto visitante saltaba de un árbol a otro.
Al empezar a sentirse incomodos por lo que sucedía, decidieron irse a dormir.
Por la madrugada unos extraños, desgarradores y tenues chillidos del ave, los despertaron, parecía como si aquel animal quisiera decirles algo.
Todos salieron de sus tiendas de acampar alarmados, querían consultar con los demás, si ellos también escuchaban los perturbadores lamentos.
Su sorpresa fue mayor, cuando en ese preciso momento, entre las nubes se abrió un pequeño espacio, permitiendo que rayos de luz lunar de manera selectiva iluminaran solo la copa de un árbol, en el cual posaba una criatura alada, pero no se trataba de un ave como las conocemos.
Era una creatura humanoide, alta y delgada, de pelaje oscuro enmarañado, con enormes y resplandecientes ojos rojos como brazas, que la hacían parecer demoniaca, desde su espalda un par de enormes alas de negro plumaje se abrían; Ante ellos apareció El mothman.
Al darse cuenta que al fin había logrado captar la atención, la creatura descendió para pararse frente a los asustados jóvenes; se puso de pie y abrió sus enormes alas, para brindar una hermosa pero a la vez terrorífica postal.
Los chicos al desconocer si la creatura pretendía tacarlos, se armaron con cualquier objeto contundente que encontraron a la mano, y no prestaron atención a los confusos balbuceos del extraño visitante.
Después de un par de minutos la creatura alada remonto el vuelo para perderse en el firmamento y no volver a dejarse ver.
Inmediatamente una serie de relámpagos se adueñaron del cielo, como breve antesala a la llegada de una fuerte tormenta, como hace muchas décadas no caía por esas tierras.
Los chicos se refugiaron en sus tiendas, por la mañana la tormenta no cedía, cuestión que los hizo reconsiderar su estancia en el lugar y decidieron regresar a casa.
Lamentablemente cuando llegaron a los automóviles antes de que pudieran marcharse, un fuerte derrumbe de una parte de la montaña atrapó a un par de ellos, cobrando sus vidas al instante, haciendo inútil los esfuerzos de sus compañeros por salvarlos.
El derrumbe fue tan fuerte, que a su paso destruyó cientos de casas, destrozo la carretera, la cual prácticamente se convirtió en un caudaloso rio de lodo, el cual arrasaba con todo lo que encontraba a su paso.
La catástrofe no solo cobró la vida de los 2 jóvenes, 15 personas más acompañaron a los jóvenes en la caminata final.
Un viejo nativo Cachuma que conoció del caso, dijo que el Hombre Polilla era la materialización de un viejo ancestro que había venido a advertir sobre la catástrofe que se aproximaba. Lamentablemente la gente por temor o arrogancia, no prestó la suficiente atención para escuchar el mensaje de advertencia.
Si el día de mañana el Hombre Polilla se cruza en tu camino, conserva la calma y presta atención, porque probablemente de eso dependerá tu bienestar o el de tus seres queridos.