Por Agencias
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La desértica capital de Perú congregaba a miles de personas provenientes de zonas remotas de los Andes para protestar el jueves contra la presidenta Dina Boluarte y apoyar a su antecesor Pedro Castillo, cuya destitución en diciembre desencadenó manifestaciones letales y sumió al país en el caos político.
Los partidarios de Castillo, el primer presidente de origen rural en 200 años de república, esperan que la protesta abra un nuevo capítulo en las movilizaciones que comenzaron hace más de un mes y exigen la renuncia de Boluarte y un cambio estructural en el país. Castillo fue destituido tras un intento fallido de disolver el Congreso.
Hasta ahora las protestas se habían registrado principalmente en el sur de los Andes. En total, 53 personas han muerto en los disturbios, la mayoría en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
Al dirigir la protesta a Lima los manifestantes esperan dar un nuevo impulso al movimiento que comenzó cuando Boluarte, que entonces era la vicepresidenta, juró el 7 de diciembre en sustitución de Castillo pese a haber prometido exactamente un año antes en una ceremonia pública que si el mandatario era cesado ella renunciaría al cargo porque su lealtad era “a prueba de balas”.
“Cuando hay tragedias, baños de sangre, fuera de la capital no tienen la misma relevancia política en la agenda pública que si ocurrieran en la capital”, dijo Alonso Cárdenas, profesor de Políticas Públicas de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya de Lima.
“Los dirigentes lo han entendido y dicen ‘nos pueden masacrar en Cusco, en Puno y no pasa nada, hay que llevar la protesta a Lima’”, agregó citando dos ciudades que han sido escenario de violentas protestas.
Perú es un país muy centralizado dese hace siglos y alrededor de un tercio de sus 33 millones de habitantes vive en la región metropolitana de Lima.
“En mi propio país, las voces de los Andes, las voces de la mayoría han sido silenciadas”, dijo Florencia Fernández, una abogada que reside en Cusco. “Hemos tenido que viajar a esta ciudad agresiva, a esta ciudad centralista, y decimos ‘Los Andes han descendido’”.
El campesino Samuel Acero, presidente del comité de lucha regional de Cusco, dijo a The Associated Press mientras caminaba por las calles del centro histórico de Lima y se dirigía a marchar que “el pueblo antes ha sido tonto, ahora sale a las luchas, sale a reclamar los justos derechos”.
Agregó que en Cusco, “en la tierra del gas natural, no tenemos gas natural y nos cuesta caro el gas licuado de petróleo, unos 80 soles (22 dólares). En cambio aquí en Lima, en este desierto, traen el gas nuestro”.
Acero se quejó de que Machu Picchu, el Valle de los Incas y otras riquezas arqueológicas son visitadas por turistas de todo el mundo pero “los que ganan el dinero del turismo son unos cuantos que ni siquiera viven en el Cusco… El millón de electores hábiles que tiene Cusco no recibe nada del turismo, eso nos da demasiada rabia”.
La concentración en Lima es también un reflejo del aumento de las movilizaciones antigubernamentales que ha registrado la capital en los últimos días.
“Lima, que no se había sumado para nada a las protestas en la primera fase en diciembre, decidió sumarse después de la masacre de Juliaca”, dijo Omar Coronel, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Católica de Perú, en una referencia a las 18 personas asesinadas en esa ciudad el 9 de enero.
Los manifestantes tienen previsto marchar el jueves desde el centro de Lima hasta el distrito de Miraflores, uno de los más bellos y emblemáticos barrios de la élite económica del país y donde normalmente no hay protestas.
El gobierno ha pedido a los manifestantes que sean pacíficos.
“Sabemos que quieren tomar Lima”, dijo Boluarte esta semana. “Los llamo a tomar Lima, sí, pero en paz”, agregó señalando que los esperaría “en la casa de gobierno para poder dialogar sobre las agendas sociales”.
Boluarte ha dicho que apoya un plan para adelantar a 2024 las elecciones presidenciales y legislativas previstas para 2026. Muchos de los inconformes dicen que no hay diálogo posible con un gobierno que, según ellos, ha desatado tanta violencia contra sus ciudadanos.
Mientras los manifestantes se reunían en Lima, en el sur se registraron nuevos brotes de violencia. Una mujer y un hombre murieron en la ciudad de Macusani tras choques con la policía. Los manifestantes incendiaron la comisaría y la sede del Poder Judicial. Además, un hombre de 30 años fue hospitalizado por una herida de bala en el tórax, confirmó a la AP el doctor Iván Fernández.
Los activistas han bautizado la manifestación como la “Marcha de los cuatro suyos” en referencia a los cuatro puntos cardinales del imperio inca. Es el mismo nombre que recibió otra movilización masiva en el año 2000 cuando miles de peruanos salieron a las calles para protestar contra el gobierno autocrático de Alberto Fujimori, quien dimitió meses después.
Hay varias diferencias clave entre aquellas manifestaciones y las de esta semana.
“En 2000 la gente protestó contra un régimen que ya estaba consolidado en el poder”, explicó Cárdenas. “En este caso se están enfrentando a un gobierno que sólo lleva un mes en el poder y es increíblemente frágil”.
Además, las movilizaciones de 2000 tenían un liderazgo centralizado y estaban dirigidas por partidos políticos. “Ahora lo que tenemos es algo bastante más fragmentado”, señaló Coronel.
Las protestas que han envuelto a gran parte de Perú en el último mes han sido en gran medida esfuerzos populares sin un liderazgo claro.
“Nunca se ha visto una movilización de esta magnitud. Ya hay un sentido común instalado en las periferias de que es necesario, urgente, transformar todo”, dijo Gustavo Montoya, historiador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. “Tengo la sensación de que estamos asistiendo a un cambio histórico”.
Las protestas han crecido al punto de que es poco probable que los manifestantes se conformen con la dimisión de Boluarte. Ahora también exigen una reforma estructural para hacer frente a la elevada crisis de confianza de la élite gobernante.
Más allá de un hecho puntual, las protestas han surgido “en regiones que han sido sistemáticamente tratadas como peruanos de segunda categoría”, apuntó Montoya. “Esto me parece que va a ir creciendo”.
Los analistas advirtieron que no escuchar las demandas podría tener consecuencias trágicas. “Hay que empezar a pensar qué es lo que se quiere hacer con Perú, de lo contrario, esto puede estallar por los aires”, dijo Cárdenas.