Me parece difícil de creer que ya llegué al final del año más largo de toda mi vida, los sube y baja de emociones y aprendizajes que trajo consigo este 2020.
Sé que no soy la única cuando digo que este año me mantuvo en constante estado de alerta, de cierta tensión, de miedo, pero al mismo tiempo me enseñó a darle valor a lo que realmente vale la pena.
Por primera vez, creo que todos y todas, de alguna manera estuvimos conectados y pudimos darle el valor a las cosas que el dinero no puede comprar, me encantó hacer consciente el pensamiento de querer estar con mi familia, de agradecer que estábamos juntos, con salud y con el privilegio de estar en casa.
Valorar mi salud y la de los míos era un regalo que agradecía a diario.
Este año me trajo la muerte en diferentes niveles, el fallecimiento de dos tíos en mi familia en México, y la muerte de Allison, una de mis mejores amigas que me conmovió todo lo que soy y en lo que creo.
El hecho de pensar que ella no puede estar aquí con sus niñ@s me rompe el corazón, y al mismo tiempo, me ayuda a comprometerme conmigo misma a saber valorar y apreciar cada momento que sí tengo y que puedo disfrutar con los míos en su honor.
Escucho a muchas personas que dicen que fue el peor año de su vida y que quisieran borrarlo de su memoria.
En momentos lo he sentido, pero para ser honesta, creo que este año me trajo más cosas buenas que malas a nivel personal.
Me ayudó sentir que mi familia en México, estaba por primera vez en mi posición donde no se podían ver tampoco entre ellos mismos, aún estando en la misma ciudad, creo que eso de alguna manera nos hizo acercarnos mucho más.
Familiares y amig@s estábamos “más disponibles” para conectar como no lo hacíamos en mucho tiempo.
Tuvo que pasar una pandemia a nivel mundial para que mis amigas de la secundaria y de la prepa nos conectáramos por Zoom, ¿por qué no se nos había ocurrido esto antes?
¡No lo entiendo! Lo mismo con mi familia extendida, el cumpleaños de mi papá fue el pretexto perfecto para poder reunir a familiares y festejarlo al estilo Covid-19.
Ahorita esas llamadas con amistades y familia ya se han hecho más frecuentes, y después de durar más de 10 años sin reunirnos todas al mismo tiempo, lo hemos podido lograr al menos dos veces por mes durante esta pandemia.
Conectar y reconocer que todas estamos pasando por la misma situación, aunque nuestras realidades puedan ser diferentes, es algo que nos une, nos recuerda quienes somos y de dónde venimos.
Ahora que se llega el momento de cerrar este año, creo que mis propósitos serán mi ancla que me ayudarán a evaluar mis valores personales y familiares, me he dado cuenta cómo por los últimos años me he puesto a mí, al final de mi lista de prioridades y eso ha sido muy difícil de aceptar, y mucho más difícil intentar revertirlo una vez que me he hecho consciente de lo que sin pensar, he hecho por años.
A lo largo de mi vida, he escuchado y adoptado posturas y valores que por costumbres familiares y ejemplos que he tenido en mi vida, me han puesto en el fondo de mi lista de prioridades. Siempre los demás han ocupado los primeros lugares, ya sean mis familiares, mis parejas, mis hijos, mis amig@s o mi trabajo, creo que algo que me ha hecho despertar y darme cuenta de esto, ha sido irónicamente, el divorcio.
Muchas veces en el pasado mi excusa para no darme esa atención a mí misma, era fácil de justificar al decir, “no tengo tiempo, estoy con mis peques 24 horas al día por 365 días al año”, y no había nadie que pudiera discutir ese punto.
Ser mamá, y el aprender a hacerlo bien, era mi bandera para avanzar por el mundo y poner a todos y todo sobre mis propios gustos o necesidades.
Ahora que la separación nos ha dado la división de la custodia de los peques, me he dado cuenta que cuando los peques están con su papá, ¡yo no sé qué hacer conmigo misma!
Me doy cuenta que los extraño, que no sé estar sola, que la mayoría de mis horas sola se van pensando en que estuviera haciendo si estuvieran ellos conmigo, pero me ha costado mucho trabajo el enfocarme en mí.
Empezar a hacer ejercicio, enfocarme en mi falta de sueño (algo tan crucial como el darme cuenta que no duermo bien), tan sencillo como encontrar un hobby o algo que hacer solo por gusto y no porque tengo que hacerlo.
Ha sido un fuerte despertar cuando me di cuenta que me estaba perdiendo en una versión nueva de mí, que, aunque no era mala, me faltaba mi esencia.
Mi principal propósito para cerrar este 2020 es buscarme a mí misma y aprender a hacer “Alíz”.
Con gusto cierro este año y esta etapa sabiendo que el “aprender a ser mamá” tomará un segundo lugar, mientras que este 2021 estaré enfocada en “reconocer a Alíz, de la A, a la Z”.
Deseo que disfruten este cierre de ciclos y que juntos dejemos y agradezcamos lo bueno y lo malo que este año nos trajo, y que juntos aprendamos a tomar las riendas de este año y ser los que dirijamos nuestro destino. ¡Gracias 2020!