Asfura gana la presidencia de Honduras tras un conteo polémico y promesas de unidad

Por Redacción
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De acuerdo con los resultados finales anunciados por el órgano electoral, Asfura obtuvo el 40,27% de los votos, superando por un estrecho margen a Salvador Nasralla, del Partido Liberal, quien alcanzó el 39,53%. En tercer lugar quedó Rixi Moncada, candidata del oficialista partido de izquierda Libertad y Refundación (Libre), con el 19,19% de los sufragios, en un resultado que representa un duro revés para la fuerza política que gobierna actualmente Honduras.

La declaratoria se produjo después de la conclusión de un escrutinio especial de 2.792 actas, ordenado por el CNE tras denuncias de inconsistencias, errores y presuntas irregularidades en la transmisión y conteo de votos. Este proceso extraordinario, que se inició la semana anterior al anuncio, fue señalado por distintos actores políticos como lento, opaco y vulnerable a presiones internas y externas.

Con el triunfo de Asfura, la derecha hondureña retorna al poder tras cuatro años en la oposición, luego de haber gobernado entre 2010 y 2022, período que culminó con la salida de Juan Orlando Hernández, quien enfrentó graves acusaciones de corrupción y narcotráfico que marcaron profundamente la vida política del país.

Tras conocerse la decisión del CNE, Nasry Asfura difundió un mensaje grabado en redes sociales en el que llamó a la unidad nacional y a la reconciliación, en un contexto marcado por la polarización y la desconfianza en las instituciones.

Mientras tanto, dirigentes y simpatizantes del Partido Nacional celebraron el resultado en su sede partidaria en Tegucigalpa, ondeando banderas y coreando consignas en apoyo a su candidato, a quien se refieren popularmente como “Papi”. Las escenas de júbilo contrastaron con las reacciones de rechazo provenientes de sectores de la oposición, que cuestionaron la legitimidad del proceso electoral.

Salvador Nasralla, principal contendiente de Asfura, rechazó públicamente la declaratoria del CNE y aseguró que no reconocerá los resultados. En declaraciones posteriores al anuncio, sostuvo que la voluntad popular fue vulnerada y comparó la situación hondureña con otros procesos electorales cuestionados en la región.

“Lo que está sucediendo hoy en Honduras es igual a lo que sucedió en Venezuela, imponiendo a un líder”, dijo Nasralla, quien adelantó que continuará denunciando lo que considera un fraude, tanto a nivel nacional como en instancias internacionales.

Rixi Moncada, por su parte, también se negó a reconocer los resultados, profundizando el clima de confrontación política que se vive en el país tras los comicios.

El desenlace electoral hondureño generó rápidas reacciones en el ámbito internacional. Altos funcionarios de Estados Unidos celebraron la victoria de Asfura y manifestaron su disposición a trabajar con su futura administración en temas clave para la región, como migración, seguridad y comercio.

Desde Washington se destacó que el resultado refleja la voluntad del electorado hondureño, aunque la postura estadounidense ha sido objeto de críticas dentro del país, donde sectores políticos y sociales denunciaron una supuesta injerencia externa en el proceso electoral.

En los días previos a la declaratoria oficial, el gobierno estadounidense impuso restricciones de visa a dos funcionarios hondureños vinculados al partido Libre, a quienes acusó de interferir en el recuento de votos. Estas medidas fueron interpretadas por el oficialismo como una presión directa en medio del conteo más ajustado de las últimas décadas en Honduras.

A nivel regional, el triunfo de Asfura fue celebrado por líderes conservadores de América Latina, quienes lo interpretaron como parte de un giro ideológico más amplio en el continente. Este cambio político se produce poco después de la elección de gobiernos de derecha en otros países de la región, alimentando el debate sobre el rumbo político de América Latina en los próximos años.

La Organización de los Estados Americanos (OEA) también se pronunció tras el anuncio del CNE, expresando su disposición a colaborar con el Estado hondureño para garantizar una transferencia de poder pacífica y conforme a la ley. No obstante, el organismo reconoció que el proceso electoral enfrentó serias dificultades y señaló que el recuento total de los votos aún no había sido completado en su totalidad.

Nasry Asfura, de 67 años, asume la presidencia en un contexto complejo, marcado por altos niveles de pobreza, violencia, migración forzada y desconfianza ciudadana en las instituciones. Empresario del sector de la construcción y exalcalde de Tegucigalpa durante dos períodos consecutivos, Asfura llega al poder tras haber sido derrotado en las elecciones de 2021 por Xiomara Castro, actual presidenta y figura central del partido Libre.

Durante la campaña, Asfura se presentó como un gestor experimentado y pragmático, aunque fue criticado, al igual que otros candidatos, por la falta de propuestas detalladas y planes concretos para enfrentar los principales problemas del país. Aun así, su discurso se centró en la promoción de la inversión privada, la generación de empleo y la recuperación de la confianza empresarial como motores del desarrollo económico.

“Soy un hombre de trabajo, no de promesas, y sé lo que tengo que hacer”, afirmó Asfura durante la campaña, destacando su experiencia en la administración pública y en el sector privado. Casado y padre de tres hijas, el ahora presidente electo insistió en que su gestión estará orientada a resultados y no a discursos.

En materia de seguridad, uno de los temas más sensibles para la población hondureña, Asfura planteó la necesidad de fortalecer la prevención del delito, mejorar la investigación criminal y utilizar tecnología para combatir la extorsión y el crimen organizado. También habló de impulsar un modelo de policía comunitaria y de reforzar el sistema de justicia, aunque sin ofrecer mayores detalles sobre cómo se financiarán o implementarán estas medidas.

El nuevo gobierno también enfrentará el reto de recomponer las relaciones institucionales internas y externas, en un escenario de polarización política y cuestionamientos a la legitimidad del proceso electoral. La presidenta saliente, Xiomara Castro, había acusado inicialmente al gobierno estadounidense de interferir en las elecciones, aunque posteriormente aseguró que su administración respetaría la declaratoria oficial del CNE.

El estrecho margen entre Asfura y Nasralla, inferior al 1%, refleja la profunda división política que atraviesa Honduras. Antes del escrutinio especial, la diferencia entre ambos candidatos era mínima, lo que alimentó sospechas, denuncias y protestas en distintos puntos del país.

Para amplios sectores de la sociedad, el proceso electoral dejó más dudas que certezas, poniendo de relieve la fragilidad de las instituciones democráticas y la necesidad de reformas profundas al sistema electoral. Analistas advierten que el próximo gobierno deberá hacer frente no solo a los problemas estructurales del país, sino también a una ciudadanía escéptica y cansada de promesas incumplidas.

El triunfo de Asfura, respaldado abiertamente por el presidente estadounidense Donald Trump días antes de la votación, marca un punto de inflexión en la política hondureña y redefine el equilibrio de fuerzas en Centroamérica. Trump había señalado que Asfura era el único candidato con el que su administración estaría dispuesta a trabajar, reforzando la percepción de alineamiento ideológico entre ambos líderes.

Con la victoria oficializada, Honduras entra en una nueva etapa política, caracterizada por expectativas, tensiones y desafíos significativos. La capacidad del nuevo presidente para gobernar en un país dividido, restaurar la confianza en las instituciones y responder a las demandas sociales será determinante para el futuro inmediato de la nación centroamericana.