Por Agencias
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La caravana que partió esta semana del sur de México con más de 5.000 migrantes comenzó a dividirse y dispersarse el jueves cuando apenas había recorrido 50 kilómetros desde Tapachula, casi en la frontera con Guatemala.
Poco más de 2.000 personas seguían avanzando a distinto ritmo y en diferentes grupos.
En torno a otro millar optó por quedarse cerca de unas instalaciones de migración, la aduana que hay a la salida de Huixtla, donde el grupo pernoctó el martes y el miércoles, con la esperanza de conseguir documentos temporales que las autoridades estaban expidiendo y que les permitieran moverse sin peligro de ser detenidos.
El resto se había dispersado por la zona, muchos aparentemente ya con ese documento, un registro que da un plazo de un mes o algo más para que el migrante salga del país por alguna de sus fronteras o para que inicie los trámites de regularización.
“Hasta ahora no nos han dicho si nos lo van a dar o no”, dijo Junior Ramírez, de Venezuela, que esperaba el jueves junto a las oficinas del INM junto a más de una docena de familiares suyos. “A otros compañeros ya se los dieron y ya se fueron, lo único que queremos es seguir para adelante”, agregó Ramirez que dijo llevar ahí desde la noche previa esperando su turno.
Según Luis García Villagrán, activista del Centro de Dignificación Humana, que acompaña la caravana, el Instituto Nacional de Migración (INM) ha entregado en torno a 2.500 de estos documentos.
El INM no ofreció información al respecto ni respondió a una solicitud de comentario sobre qué trámites estaba siguiendo para atender a los integrantes de esta última caravana, la más grande del año hasta ahora, y formada principalmente por venezolanos.
Algunos migrantes dudaban el jueves si seguir caminando o no.
“Está todo congestionado”, dijo Josué Mendoza, también venezolano, que se quejaba de la confusión que había y explicaba que los propios migrantes estaban intentando organizarse haciendo listados por su cuenta. “Hay muchas listas, tienen como 40 listas y algunas gentes se están yendo así sin el papel, dicen que van a seguir la marcha”, indicó el hombre que viajaba con su pareja, Josmar de Nazaret Cárdenas, y un bebé de un año.
La familia salió hace dos meses de Venezuela.
En Tapachula, donde pasaron un mes, intentaron iniciar el trámite para solicitar asilo, pero les dieron cita para agosto y ante la falta de recursos para esperar decidieron sumarse a la caravana o ahora dudaban si seguir en ella.
“Todavía no sabemos qué hacer”, agregó Mendoza.
La caravana salió de Tapachula el lunes en protesta por la lentitud de los trámites para poder migrar de forma regular pero también para llamar la atención de los líderes del continente que esta semana se reúnen en Los Ángeles en la Cumbre de las Américas para hablar, entre otros temas, de migración.
Desde el pasado mes de octubre, cuando la acumulación de migrantes en el sur estaba multiplicando las protestas y el malestar en una ciudad donde el trabajo y la vivienda asequible escasean, el INM optó por disolver los grupos que salían caminando de Tapachula ofreciendo trasladar a los migrantes a otros estados y proporcionándoles visas humanitarias de forma casi inmediata.
Algunos de quienes consiguen este tipo de documentos los utilizan para seguir hasta la frontera con Estados Unidos.
Otros se quejan de que aunque teóricamente les sirven para transitar libremente por México muchas autoridades no los respetan y si les paran en una revisión les devuelven al sur del país.
Colectivos de derechos humanos han criticado la falta de transparencia de la agencia migratoria a la hora de realizar estos trámites.
Según Adam Isacson, experto en migración de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), en otras ocasiones, Estados Unidos se ha quejado cuando muchos migrantes han llegado a su frontera con este tipo de visas o permisos de tránsito similares.
Ahora, sin embargo, consideró que es posible que no ocurra lo mismo porque a la administración de Joe Biden no le viene mal que desaparezcan las imágenes de miles de migrantes caminando por las carreteras de México, que suelen ser utilizadas por los grupos más conservadores para alentar una política antimigración, indicó.
Mientras tanto, el flujo sigue desde Centroamérica y Sudamérica y no solo por tierra, sino también por mar.
Las autoridades de seguridad panameñas informaron el jueves que rescataron en costas de la comarca indígena de Guna Yala, en el Caribe, a 92 migrantes, entre venezolanos y ecuatorianos.
Buscaban llegar a tierra firme por esta ruta alterna que evitar el cruce por el Darién, la selva que une Panamá y Colombia y donde este año murieron al menos ocho personas.
Los migrantes, incluidos 12 menores de edad, eran trasladados en cinco embarcaciones operadas por ocho colombianos, quienes fueron detenidos, dijo el Servicio Nacional de Fronteras de Panamá.