Por Consuelo Martínez
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Este año Lucila Martínez se decidió a hacer cascarones para venderlos durante los días de las Fiestas españolas, ya toda una tradición en Santa Bárbara que ha ido cundiendo entre los latinos.
Terminando las celebraciones del año pasado y animada por una amiga y su pequeña hija de 7 años, más el apoyo de su esposo, se puso manos a la obra comenzando por reciclar huevos.
“Conforme desocupaba los cascarones, los iba lavando con agua y luego con cloro para que no olieran mal. Los relleno de confeti y posteriormente les doy un fondo de pintura y si veo que la pintura está muy transparente le doy otra manita” detalla Lucila.
La entusiasta madre, ocupa pintura al agua, acrílico y todo lo hace a mano. Una vez secos, procede a hacer sus diseños muy variados y de todos colores donde desplegó toda su creatividad.
Entre la enorme variedad se distinguen guindas, flores, caterinas, “caritas felices”, símbolos, mensajes de paz, de Viva la Fiesta y unos novedosos cascarones contra la envidia entre muchos otros.
“Escogí puros temas de amor y paz, por cómo está el mundo: pura violencia, pura locura, pura bala. Cosas que nada que ver con la vida y son ideas que las tenía desde que por primera vez vi el desfile”, cuenta Lucila quien dice no tener mucha experiencia en manualidades ya que en Ciudad de México.
de donde ella es había muchos lugares donde ofrecían clases de artes manuales; pero que allá generalmente no hay dinero extra para este tipo de cosas.
“Tal vez sea parte de lo que he trabajado anteriormente por eso se me hizo fácil agarrar un cascarón, un pincel y hacer cosas que se puedan plasmar”.
Dice ella refiriéndose a que antes de llegar a Santa Bárbara, vivió en Los Angeles y allí trabajó haciendo tatuajes de hena a la gente en la playa lo cual lo aprendió de un hermano suyo.
Hace 5 meses comenzó la labor de decóralos y ya perdió la cuenta de cuántos tiene listos, y por lo tanto calcula que son unos 700 u 800.
Como la mayoría los hizo pensando en venderlos en 4 por un dólar; aunque, sus creaciones son tan elaboradas que a ella le encanta la idea de que la gente los compre para ponerlos de adorno en un mueble en sus casas y por eso les incluyó una pequeña base.
Porque Lucila como varios otros probará participar de la celebración vendiendo los cascarones, que es única, y que ha ido poco a poco masificándose y convirtiéndose en una sólida parte del legado de los días La Fiesta en esta ciudad.
Pero para ella, quien esta muy optimista y expectante, es más que un mero negocio “Me gusta hacerlo porque siento que me relajo mucho haciendo esto, se me olvida todo el exterior”.