Por Redacción
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El cierre más prolongado del gobierno federal en la historia de Estados Unidos parece acercarse a su fin, pero no sin dejar una marca visible en la economía nacional. La paralización, que comenzó el 1 de octubre, ha afectado a más de 1,2 millones de empleados federales, ha provocado miles de cancelaciones de vuelos y ha interrumpido programas de asistencia social clave.
Según estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), el cierre reducirá el crecimiento económico del cuarto trimestre en aproximadamente 1,5 puntos porcentuales, cortando a la mitad la expansión registrada en el trimestre anterior. Aunque se prevé un repunte parcial en el primer trimestre del próximo año, alrededor de 11.000 millones de dólares en actividad económica se perderán de forma permanente.
El economista en jefe de EY, Gregory Daco, advirtió que este cierre “dejará una huella duradera, tanto por su duración récord como por las crecientes alteraciones en los programas sociales y los viajes”. A diferencia del cierre parcial de 35 días entre 2018 y 2019, este ha sido total, afectando de manera directa sectores clave de la economía estadounidense.
Impacto en salarios y consumo
Durante las seis semanas que lleva el cierre, unos 650.000 empleados federales han dejado de trabajar y otros 600.000 han continuado sin recibir pago. En total, la CBO estima que los trabajadores del gobierno dejarán de percibir unos 16.000 millones de dólares en salarios hasta mediados de noviembre, lo que ha reducido el gasto en tiendas, restaurantes y viajes.
Si bien el Congreso acordó pagar los salarios retroactivos una vez que el gobierno reabra, economistas advierten que parte de la actividad económica perdida no podrá recuperarse. Las comidas no servidas, los vuelos cancelados y las compras aplazadas difícilmente se compensarán después.
La región metropolitana de Washington D.C., que concentra la mayor cantidad de empleados federales, ha sido especialmente golpeada. La tasa de desempleo en el área ya se situaba en 6% antes del cierre, debido a los recortes aplicados por la administración Trump durante la primavera. El impacto también alcanza a estados con alta dependencia del sector público: los trabajadores federales representan el 5,5% de la fuerza laboral en Maryland, el 3,8% en Alaska y casi el 3% en Nuevo México y Oklahoma.
Los contratistas federales, que suman alrededor de 5,2 millones según Oxford Economics, no tienen garantizado el pago retroactivo, lo que amplía las pérdidas y la incertidumbre. “El flujo de contratos se ha detenido en agencias como el Departamento de Defensa, la NASA y Seguridad Nacional”, indicó el economista Bernard Yaros. “Por cada día del cierre, cerca de 800 millones de dólares en nuevos contratos no son adjudicados”.
El estancamiento ha afectado también al Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), que entrega ayuda alimentaria a más de 42 millones de personas. El cierre retrasó pagos por 8.000 millones de dólares, generando dificultades financieras para millones de hogares. El acuerdo que debate el Congreso contempla financiar completamente el programa, pero los retrasos ya han impactado el consumo.
Vuelos cancelados y confianza debilitada
El cierre ha tenido consecuencias visibles en los aeropuertos. Desde el viernes pasado, las aerolíneas han cancelado más de 7.500 vuelos, según datos de la Administración Federal de Aviación (FAA). La agencia busca reducir la carga laboral de los controladores aéreos, quienes han trabajado sin recibir pago durante semanas.
Tourism Economics estima que el paro gubernamental reducirá el gasto turístico en 63 millones de dólares diarios, lo que equivale a 2.600 millones si el cierre se extiende seis semanas. Las cancelaciones también golpean a hoteles, restaurantes, taxistas y otros sectores que dependen del turismo. Muchos empleados federales han anulado sus planes de viaje y podrían no reprogramarlos incluso después de la reapertura.
El pesimismo también se refleja en la confianza del consumidor, que cayó a su nivel más bajo en tres años. De acuerdo con la Universidad de Michigan, el índice de confianza se ubicó en 50,4 puntos en noviembre, una caída del 6,2% respecto al mes anterior y casi 30% por debajo de hace un año. “La percepción de incertidumbre sobre el futuro económico y las finanzas personales está pesando sobre los estadounidenses”, indicó el informe.
La caída en la confianza amenaza con reducir el gasto de los hogares, uno de los pilares de la economía estadounidense. Aunque en crisis anteriores los consumidores mantuvieron su ritmo de compras, los analistas advierten que la persistencia de la inflación, las tensiones comerciales y la incertidumbre política podrían frenar el consumo en los próximos meses.
La Reserva Federal y el futuro inmediato
El cierre del gobierno también ha alterado el flujo de datos económicos que utiliza la Reserva Federal (Fed) para tomar decisiones sobre las tasas de interés. Sin informes actualizados sobre empleo, inflación o gasto minorista, el panorama económico luce incompleto.
“¿Qué se hace al conducir en la niebla? Uno reduce la velocidad”, dijo Jerome Powell, presidente de la Fed, en una conferencia de prensa reciente. Powell reconoció que la falta de información confiable podría frenar la posibilidad de un nuevo recorte en las tasas de interés en la reunión prevista para el 9 y 10 de diciembre.
El comité de política monetaria está dividido respecto a si debe reducir la tasa de referencia ante la desaceleración económica. Un menor número de recortes podría desalentar el endeudamiento y el gasto, enfriando aún más la economía.
Aunque pocos economistas anticipan una recesión inminente, coinciden en que el cierre del gobierno agrava los desafíos ya existentes: inflación persistente, crecimiento débil y la incertidumbre generada por las políticas comerciales de la administración Trump.
“Los cierres breves suelen pasar desapercibidos en los datos, pero este dejará cicatrices duraderas”, insistió Daco. “El costo económico y humano será más evidente de lo que muestran las cifras”.
