De quesos gigantes a zarigüeyas: los eventos de Año Nuevo más extravagantes de Estados Unidos


Por Redacción
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Desde enormes piezas de queso y frutas iluminadas hasta criaturas marinas, dulces gigantes y hasta animales de peluche, el país se prepara para despedir el 2025 y dar la bienvenida al 2026 con una creatividad que combina humor, identidad local y tradición.


Aunque la caída de la bola en Times Square, instaurada en 1907, sigue siendo el evento más reconocido a nivel internacional, las imitaciones y reinterpretaciones se han multiplicado de costa a costa. Hoy, casi cada rincón del país presume su propio objeto descendente, cuidadosamente elegido para reflejar la historia, la economía o el carácter de la comunidad que lo celebra.


En muchas culturas, comer frutas durante la víspera de Año Nuevo es símbolo de prosperidad y buena fortuna. Quizás por eso, varias ciudades estadounidenses han incorporado frutas y alimentos agrícolas en sus celebraciones.


Miami, por ejemplo, es conocida por la caída de la “Gran Naranja”, un guiño a la historia citrícola del sur de Florida. Sarasota, también en Florida, centra su celebración en una piña, mientras que cerezas iluminadas descienden en Milwaukie, Oregón, y Traverse City, Michigan, una región famosa por su producción frutal.


En Temecula, California, las uvas brillan suspendidas en lo alto antes de descender justo a la medianoche, evocando los viñedos que rodean la zona. Atlanta, por su parte, decidió modernizar su tradicional caída del durazno: este año será reemplazada por un “durazno digital de drones”, un espectáculo aéreo que combina tecnología y tradición.


“Cada objeto cuenta una historia local”, explican organizadores comunitarios, quienes ven en estas celebraciones una forma de fortalecer el sentido de pertenencia y atraer visitantes durante una de las noches más concurridas del año.


Wisconsin no se queda atrás. En Plymouth, un gigantesco bloque de queso marca la cuenta regresiva, mientras que en Las Cruces, Nuevo México, un chile picante ocupa el lugar de honor. Flagstaff, Arizona, apuesta por un cono de pino, y Key West, Florida, hace descender una concha marina, reflejando su estrecha relación con el océano.
Pensilvania se ha convertido en una verdadera capital de las excentricidades de Año Nuevo. En Lebanon, la protagonista es una mortadela; en Dillsburg, un pepinillo gigante; y en Lewistown, una papa frita simboliza la medianoche. Estos eventos, lejos de ser improvisados, atraen a miles de personas cada año.


Algunas ciudades llevan la creatividad aún más lejos. En Mobile, Alabama, un MoonPie de aproximadamente 270 kilos desciende durante 60 segundos ante una multitud que espera ansiosa la llegada del nuevo año. La celebración culmina con la repartición del popular pastelito, convirtiendo el evento en una experiencia colectiva.


“No hay nada como ver caer un MoonPie gigante y luego comerte uno mientras celebras con desconocidos que se vuelven amigos por una noche”, comentó un asistente habitual del evento, que ya se ha convertido en la fiesta más grande del año para la ciudad.


Pensilvania vuelve a aparecer en la lista con la caída de un enorme pollito Peep de unos 180 kilos en Bethlehem, un espectáculo tan colorido como llamativo. Mientras tanto, en Whiting, Indiana, cerca de Chicago, un pierogi de tres metros de largo desciende lentamente, rindiendo homenaje a la herencia culinaria de Europa del Este en la región.


Las ciudades costeras aprovechan su cercanía al mar para rendir tributo a la vida marina. Brunswick, Georgia, celebra con la caída de un camarón, mientras que Easton, Maryland, recibe el año nuevo con un cangrejo gigante. En Bay St. Louis, Mississippi, la protagonista es una ostra, y en Port Clinton, Ohio, a orillas del lago Erie, una perca de fibra de vidrio de 272 kilos llamada Wylie desciende ante el público.
La versión original de Wylie, hecha de papel maché, debutó hace tres décadas. Con el tiempo, fue reemplazada por una estructura más resistente, convirtiéndose en uno de los símbolos más reconocibles de la ciudad.


En las playas, el ambiente es igual de festivo. En Folly Beach, Carolina del Sur, un par de sandalias se sumergen simbólicamente para marcar el cambio de año. En Panama City Beach, Florida, la celebración incluye una lluvia de 15.000 pelotas de playa horas antes de que una enorme pelota descienda desde una torre justo a la medianoche.


Más allá de la diversión, estos eventos cumplen una función clave: fortalecer el orgullo cívico y atraer turistas en una época crucial para las economías locales. Restaurantes, hoteles y comercios dependen en gran medida del flujo de visitantes que llegan para presenciar estas celebraciones únicas.


Sin embargo, no todas las tradiciones han sobrevivido al paso del tiempo. En el oeste de Carolina del Norte, una celebración generó tanta polémica que terminó en los tribunales. Durante años, una zarigüeya viva era descendida dentro de una caja de vidrio a la medianoche. Las protestas de defensores de los animales y los desafíos legales llevaron a la cancelación definitiva del evento en 2019.


Aun así, la tradición no desapareció del todo. En Tallapoosa, Georgia, todavía se realiza la caída de una zarigüeya, pero se trata de un muñeco de peluche llamado Spencer, una versión simbólica que evita el maltrato animal y mantiene el espíritu festivo.


Estas controversias reflejan cómo las celebraciones evolucionan con los valores sociales. Lo que comenzó como una simple imitación de Times Square se ha transformado en un mosaico de costumbres que mezclan humor, identidad regional y sensibilidad contemporánea.


Más de un siglo después de que la primera bola de 318 kilos descendiera en Nueva York, Estados Unidos continúa reinventando la manera de despedir el año. Ya sea con frutas gigantes, mariscos colosales o dulces monumentales, estas celebraciones demuestran que el espíritu de Año Nuevo no solo se mide en fuegos artificiales, sino también en creatividad y comunidad.