Por Redacción
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En un esfuerzo por proteger a la industria ganadera y evitar una posible crisis económica, el gobierno de Estados Unidos invertirá 750 millones de dólares en la construcción de una fábrica de moscas estériles en el sur de Texas. El objetivo: detener el avance del gusano barrenador del Nuevo Mundo, una plaga que amenaza con cruzar la frontera desde México y provocar pérdidas millonarias.
La planta se ubicará en la Base Aérea de Moore, en las afueras de Edinburg, a solo 32 kilómetros de la frontera con México. Desde allí, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) planea producir y liberar moscas macho estériles a gran escala, con el fin de interrumpir el ciclo reproductivo del parásito. Se espera que las primeras liberaciones se realicen en menos de un año.
La secretaria de Agricultura, Brooke Rollins, anunció que, además de la fábrica, el gobierno destinará 100 millones de dólares adicionales a medidas complementarias: trampas para moscas, cebos, patrullajes fronterizos reforzados con “jinetes de garrapatas” a caballo y perros entrenados para detectar la presencia del parásito en el ganado.
“La seguridad agrícola es seguridad nacional. Todos los estadounidenses deberían estar preocupados, pero son Texas y nuestros estados ganaderos fronterizos quienes están en la primera línea todos los días”, afirmó Rollins durante una conferencia de prensa en el Capitolio estatal en Austin, junto al gobernador Greg Abbott.
Una amenaza con alto costo económico y sanitario
El gusano barrenador del Nuevo Mundo es la larva de una mosca parasitaria que deposita sus huevos en heridas abiertas de mamíferos. Cuando eclosionan, las larvas se alimentan del tejido vivo del animal, causando infecciones graves, pérdida de peso y, en casos extremos, la muerte.
La plaga, que alguna vez azotó a la ganadería estadounidense durante décadas, fue erradicada en gran parte del país en la década de 1970 mediante el uso masivo de moscas macho estériles. Sin embargo, a finales del año pasado, las autoridades sanitarias detectaron un repunte preocupante en México, donde el control se había mantenido gracias a la producción de moscas estériles en Panamá.
En los últimos ocho meses, Estados Unidos ha cerrado la frontera a las importaciones de ganado, caballos y bisontes procedentes de México en tres ocasiones, la más reciente en julio, tras la detección de infestaciones a menos de 600 kilómetros de Texas.
Las consecuencias de una entrada del gusano barrenador en territorio estadounidense serían graves: pérdidas económicas estimadas en miles de millones de dólares, alzas en los precios de la carne de res —que ya se encuentran en niveles récord— y riesgos para la fauna silvestre, mascotas e incluso seres humanos.
Producción masiva para frenar la plaga
La nueva planta de Texas será la primera fábrica de moscas estériles construida en Estados Unidos en décadas. Tendrá capacidad para producir hasta 300 millones de ejemplares por semana, superando ampliamente la producción actual en la planta de Panamá, que genera 117 millones, y en la futura fábrica mexicana, que alcanzará los 100 millones.
La técnica de control, conocida como “liberación de insectos estériles”, consiste en criar moscas macho, esterilizarlas mediante radiación y liberarlas en grandes cantidades. Cuando estas se aparean con hembras silvestres, los huevos resultantes no se desarrollan, reduciendo paulatinamente la población de la plaga.
Rollins subrayó que la administración del presidente Donald Trump busca reducir la dependencia de Estados Unidos de las instalaciones en México y Panamá, fortaleciendo su capacidad de respuesta interna.
El gobierno mexicano, por su parte, también ha intensificado sus esfuerzos. El secretario de Agricultura, Julio Berdegué Sacristán, firmó junto a Rollins un plan de acción que incluye la instalación de trampas, el uso de corrales certificados para el traslado de ganado y el monitoreo constante de la frontera sur.
En redes sociales, Berdegué aseguró: “Seguiremos con las conversaciones para generar las acciones que permitan reabrir la exportación de ganado en pie”.
La construcción de la planta en Texas, sumada a las acciones coordinadas con México y Panamá, representa un paso estratégico para mantener bajo control una amenaza que, de llegar al territorio estadounidense, podría convertirse en una de las crisis sanitarias y económicas más graves para la ganadería en décadas.
