Por Redacción
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El cierre del gobierno federal de seis semanas en Estados Unidos, que llegó a su fin el miércoles, representa un nuevo golpe para una economía que ya enfrenta múltiples desafíos. Aunque las agencias federales han retomado sus actividades, los expertos advierten que el impacto total tardará meses en medirse.
Casi 1,25 millones de empleados federales no recibieron salario desde el 1 de octubre. Más de 10.000 vuelos fueron cancelados la última semana y las interrupciones continuarán, incluso con el regreso de los controladores de tráfico aéreo. La adjudicación de contratos gubernamentales se frenó y millones de beneficiarios de asistencia alimentaria quedaron temporalmente sin apoyo.
Si bien parte de la actividad económica perdida se recuperará con el pago retroactivo a los burócratas federales, las cancelaciones de vuelos, reservas de restaurantes y compras aplazadas dejarán pérdidas que no se revertirán.
El cierre también interrumpió la publicación de datos clave sobre empleo, inflación y gasto del consumidor, lo que podría llevar a la Reserva Federal (Fed) a suspender el recorte de tasas de interés previsto para su reunión de diciembre.
“El cierre ha sido perjudicial para la economía de Estados Unidos y para la recolección de datos críticos sobre empleo, precios y más”, señaló Heather Long, economista jefa de Navy Federal Credit Union.
La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) estima que el cierre reducirá el crecimiento económico del cuarto trimestre en 1,5 puntos porcentuales, la mitad del ritmo registrado en el tercer trimestre. Aunque la reapertura podría impulsar el crecimiento del primer trimestre de 2026 en 2,2 puntos, unos 11.000 millones de dólares en actividad económica se perderán definitivamente.
El cierre más largo anterior, en 2018-2019, duró 35 días, pero fue parcial. Según la CBO, aquel episodio afectó el producto interno bruto (PIB) en apenas 0,02%.
El cierre actual, total y prolongado, se suma a una economía que ya lidia con inflación elevada, desaceleración en la contratación y los efectos de los aranceles impulsados por el presidente Donald Trump. Pese a ello, la mayoría de los economistas no prevé una recesión inminente.
Salarios perdidos y economías locales afectadas
La CBO calcula que los trabajadores federales perdieron alrededor de 16.000 millones de dólares en salarios, lo que redujo el gasto en tiendas, restaurantes y viajes. Aunque recibirán pagos retroactivos tras la reapertura, las semanas sin ingreso afectaron el consumo inmediato y la economía regional.
Durante el cierre, Trump amenazó con negar el pago retroactivo, pero el acuerdo aprobado por el Congreso garantiza que los empleados recibirán los salarios atrasados.
El golpe fue especialmente duro en el área metropolitana de Washington, D.C., donde el desempleo ya alcanzaba el 6% tras los recortes ordenados por la Casa Blanca en primavera. En esa región, que incluye suburbios en Virginia y Maryland, se concentra la mayor cantidad de empleados federales del país.
En Maryland, los trabajadores federales representan el 5,5% de la fuerza laboral, según el Centro de Política Bipartidista. En Nuevo México, son el 2,9%; en Oklahoma, el 2,6%; y en Alaska, el 3,8%.
Más vulnerables aún son los contratistas del gobierno: cerca de 5,2 millones, según estimaciones de Oxford Economics, que no tienen garantizado el pago retroactivo.
La falta de datos económicos precisos complica la labor de la Reserva Federal. El presidente del organismo, Jerome Powell, advirtió que la “niebla” informativa podría frenar decisiones futuras sobre las tasas de interés.
“¿Qué haces si estás conduciendo en la niebla? Reduces la velocidad”, dijo Powell.
Sin informes de empleo ni datos de inflación de octubre, la Fed podría abstenerse de aplicar el recorte previsto para diciembre. Susan Collins, presidenta del Banco de la Reserva Federal de Boston, expresó su “duda” sobre apoyar otro ajuste, citando la falta de información confiable.
Una pausa en los recortes de tasas podría enfriar el crédito y el consumo en los próximos meses, reduciendo el impulso económico que la administración esperaba antes de año nuevo.
Turismo, gasto y confianza del consumidor en descenso
El impacto del cierre también se sintió en el transporte y el turismo. La Administración Federal de Aviación (FAA) ordenó cancelar más de 10.000 vuelos para reducir la carga sobre los controladores aéreos que no cobraron dos cheques de pago.
Antes de esas cancelaciones, la consultora Tourism Economics estimó pérdidas de 63 millones de dólares diarios en gasto de viajes, lo que equivale a más de 2.600 millones de dólares durante el cierre.
El gasto federal, aunque no se detuvo por completo, se redujo drásticamente. Las compras de equipos y los contratos de defensa quedaron en pausa. Bernard Yaros, economista de Oxford Economics, calcula que unos 800 millones de dólares en nuevos contratos estaban en riesgo cada día.
“El grifo de adjudicaciones federales casi se ha cerrado en el Departamento de Defensa, la NASA y el Departamento de Seguridad Nacional”, señaló Yaros.
El cierre también retrasó el pago de 8.000 millones de dólares del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), que ayuda a 42 millones de estadounidenses. La demora generó dificultades financieras en millones de hogares, obligando a muchos a reducir gastos esenciales.
La incertidumbre ha deteriorado el ánimo del consumidor. Según una encuesta de la Universidad de Michigan, el índice de confianza cayó en noviembre a 50,4 puntos, un descenso del 6,2% frente al mes anterior y casi 30% menos que hace un año.
La pérdida de confianza podría traducirse en menor gasto, lo que a su vez reduciría el crecimiento económico en los próximos meses.
Aunque el cierre haya terminado, los efectos acumulados sobre la productividad, la inversión y el consumo podrían persistir bien entrado 2026, dejando una marca en la economía estadounidense que será difícil de borrar.
