El siniestro plan migratorio de Trump que pone en peligro hasta a ciudadan@s

Por Carlos Hernández
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Así, justificándose bajo “deportaciones masivas de inmigrantes indocumentad@s y pandiller@s”, debería alertar a cualquiera que esté preocupado por las libertades civiles, tanto de los inmigrantes como de l@s ciudadan@s estadounidenses naturalizados. 

Esta ley anticuada, una de las cuatro Leyes de Extranjería y Sedición aprobadas en un momento de tensión política hace más de 200 años contra naciones europeas, le otorga al presidente un amplio poder para detener, restringir y deportar a los no ciudadanos considerados una amenaza para la seguridad nacional, poderes que la historia ha demostrado que pueden ser fácilmente abusados. 

La retórica de Trump indica una inquietante intención de revisitar algunos de los capítulos más oscuros de la historia estadounidense, donde se utilizaron poderes similares para atacar a grupos étnicos enteros, incluidos ciudadanos naturalizados, únicamente por su origen nacional.

La ley no exige pruebas de una amenaza real; históricamente ha bastado con una mera asociación con una nacionalidad o un origen extranjero. 

La promesa de Trump de utilizar esta autoridad, si es elegido, bajo el pretexto de combatir a las bandas criminales, pasa por alto las profundas implicaciones que una medida de ese tipo podría tener tanto para los inmigrantes indocumentados, así como para l@s ciudadanos estadounidenses naturalizad@s.

La Ley de Enemigos Extranjeros ha sido invocada tres veces, y cada una de ellas ha dejado una cicatriz en la conciencia estadounidense. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos internó a inmigrantes legales, muchos refugiados de origen japonés (incluidos ciudadan@s estadounidenses) y los envió a campos de detención bajo el supuesto de que su herencia los convertía en una amenaza. 

De hecho, y para recordarnos de lo perturbador e injusta que es la ley uno de estos campos de detención, está en la Costa Central, sobre la carretera 101, a unos 45 minutos al norte de San Luis Obispo.

Estas personas, muchas de las cuales eran ciudadanos estadounidenses por nacimiento o naturalización, fueron arrancadas de sus hogares, despojadas de sus derechos y encerradas únicamente por su afiliación racial y nacional. 

Tod@s perdieron sus empleos, negocios, bienes, es decir todo y se convirtieron en simples presos de la ignorancia y el racismo.

Además de despojar a las personas de sus libertades, esta política también infligió daños emocionales y financieros duraderos a miles de personas inocentes cuyo único “delito” fue compartir un origen étnico con el gobierno japonés.

La sugerencia de Trump de que usaría la misma ley contra presuntos miembros de pandillas, sin tener en cuenta el estatus real de ciudadanía, invita a un abuso similar del poder presidencial.

El llamado del racista de Trump a realizar deportaciones masivas, no solo requeriría expandir la definición legal de “enemigo” más allá de su contexto previsto, sino que podría crear una vía para que el gobierno se extralimite en las vidas de innumerables ciudadan@s naturalizad@s. 

El daño infligido por estas políticas en la Segunda Guerra Mundial dejó cicatrices profundas y duraderas. 

Más tarde se emitieron disculpas y reparaciones a los estadounidenses de origen japonés, y si bien reconocieron los errores del pasado, nunca podrán sanar por completo el trauma infligido a esas personas.

Esto mismo está por ocurrir si Trump gana las elecciones del próximo 5 de noviembre, recordemos que si gana las dos Cámaras legislativas, y con la mayoría de jueces MAGA en la Corte Suprema de Justicia, esto será realmente el principio del fin de la comunidad latina en Estados Unidos.

Much@s dirían que estoy exagerando, pero visto lo visto, y partiendo de la retórica que Trump ha usado en toda su campaña donde ha dicho que los latin@s han ensuciado la sociedad estadounidense, que somos pandiller@s, narcotraficantes, violadores, y que hemos traído enfermedades y “sobre todo males genes al país”, estoy casi seguro que la persecución contra los inmigrantes sería algo sólo vivido en la Alemania Nazi de Hitler.

Y es que todo apunta a que Trump quiere ser un dictador, ha copiado, junto al ignorante imbécil y ahora uno de sus mejores aliados, Elon Musk, el manual de manipulación que Hitler usó en la Alemania Federal para convencer a sus ciudadan@s que los judíos eran una amenaza nacional.

Si no ven una similitud en sus métodos y formas de persuasión, entonces tienen un problema, porque más claro que el agua no puede ser.

Así es como los inmigrantes refugiad@s, aquell@s que han estado acá por años, décadas, residentes permanentes y estadounidenses naturalizad@s, muchos de los cuales huyeron de la persecución en sus países de origen, pueden volver a sentirse vulnerables a los prejuicios y a las acciones gubernamentales dirigidas contra ell@s, al enfrentarse a un escrutinio injusto simplemente porque nacieron en el extranjero.

Además, la propuesta de Trump marcaría un retroceso respecto de los valores estadounidenses, especialmente si se tienen en cuenta las protecciones que brinda la Constitución contra la discriminación. 

Cuando un país comienza a desdibujar la línea entre ciudadanos y no ciudadanos basándose en el miedo o en agendas políticas, los derechos fundamentales de todos están en riesgo. 

Si bien existen formas legítimas de mejorar las políticas de inmigración y abordar cuestiones como la violencia de las pandillas, recurrir a leyes de tiempos de guerra para eludir la supervisión judicial y el debido proceso es peligroso.

Y es que Estados Unidos está en su mejor momento cuando aprende de su historia en lugar de revivirla en intentos equivocados de lograr seguridad a expensas de la justicia.

No dejemos que la historia se repita. A votar por Kamala Harris y la dignidad humana.

Al intentar hacer un uso indebido de la Ley de Enemigos Extranjeros, Trump no solo está atacando a los inmigrantes indocumentados; también está poniendo en peligro los derechos de los ciudadanos naturalizados. 

Hemos visto cómo la historia se ha visto manchada por políticas injustas alimentadas por el prejuicio, el miedo y el poder ejecutivo sin control. 

Reavivar esta legislación obsoleta abre un camino peligroso que corre el riesgo de repetir las mismas atrocidades.