Por Redacción
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¿Es un pájaro, es un avión? ¿Es un compuesto químico inmigrante morado y naranja que cambia de forma?
Y es que la nueva cinta del Hombre de Acero, “Superman” del guionista y director James Gunn siempre estuvo destinado a ser una peculiar reacción química.
El cineasta responsable de Guardianes de la Galaxia y El Escuadrón Suicida siempre ha gravitado hacia los lados B de la historia de los superhéroes: los fenómenos, los defectuosos, es@s con rarezas olvidadas que se esconden en los cómics antiguos.
Pero en Superman, Gunn aborda al héroe más convencional de todos y eso es parte de la diversión, y la frustración, de esta extraña y audaz película: ver a Gunn forzar y estirar al impecable Hombre de Acero para convertirlo de nuevo en algo extraño y vital.
Esta vez, lo logra al abrazar lo que Superman realmente es: una historia de inmigrantes y una crítica sorprendentemente aguda de la paranoia y la hostilidad que enfrentan l@s inmigrantes en el mundo actual, sobre todo en Estados Unidos.
David Corenswet interpreta el papel principal con naturalidad, con su cabello rizado incluido.
No pierde tiempo en la historia de origen y, en cambio, nos sumerge en medio de una contundente derrota a manos de Lex Luthor (Nicholas Hoult), bueno de si mismo porque “Ultraman” es un clon de Superman.
Gunn también le da a Superman un fiel Superperro, Krypto, e incluye personajes habituales como Lois Lane (una estelar Rachel Brosnahan) junto con aliados y enemigos más peculiares, entre los que destaca Metamorpho (Anthony Carrigan), un trágico hombre de elementos químicos que cambia de forma y que encarna a la perfección el elemento marginado de la película.
UN INMIGRANTE ENTRE NOSOTROS

Gunn se basa en la idea de Superman como el eterno extranjero, el alienígena entre nosotr@s.
L@s personajes se refieren a él repetidamente con desdén como «el kriptoniano» o «el extranjero», haciendo eco de la forma en que a menudo se habla de l@s inmigrantes indocumentad@s en nuestra sociedad: sospechos@s, vigilad@s y en quienes nunca se confía plenamente, por mucho que hagan.
De hecho, el Superman de Gunn no rehúye ser un inmigrante y hasta indocumentado: opera sin papeles, cruza fronteras y salva vidas donde otr@s no actúan.
En un intercambio memorable, Lois incluso bromea con Clark por su hábito de «volar a naciones soberanas sin invitación», un guiño tanto a su desafío a las fronteras como a las ansiedades de l@s poderos@s.
Estas ansiedades son encarnadas por Lex Luthor, un multimillonario megalómano que orquesta batallas desde su rascacielos de Luthor Corp mientras da órdenes como un locutor de bingo, de cómo atacar, a sus secuaces asistid@s por drones.
Hoult lo interpreta con la crueldad presuntuosa y performativa de un hombre que se cree intocable, y es imposible no percibir matices de Elon Musk y Donald Trump.
Al igual que estos personajes de la vida real, Luthor utiliza las narrativas mediáticas y la xenofobia como arma para presentar a Superman como una amenaza, mientras se beneficia del caos.
LOIS, KRYPTO Y LA BANDA DE LA JUSTICIA

Las escenas más impactantes se dan entre Clark y Lois, quienes en esta versión ya son pareja.
Sus bromas en la redacción del Daily Planet brillan, y Brosnahan se adapta tan cómodamente al papel que casi se roba la película.
«No puedes entrevistarte a ti mismo y llamarlo periodismo», le reprende tras un audaz rescate.
Pero cuando Superman es atrapado en un universo alterno que Luthor creó, donde le ponen en una celda que es una jaula, al igual cómo l@s inmigrantes indocumentad@s están en centros de detenciones ahora mismo en el país, la historia se centra en los excéntricos miembros de la Banda de la Justicia.
Linterna Verde (Nathan Fillion), el inexpresivo Mister Terrific (Edi Gathegi) y la fogosa Hawkgirl (Isabel Merced) se unen a la contienda a regañadientes.
En una de las secuencias con mayor carga política, Hawkgirl saca de su palacio a un primer ministro con aires de Netanyahu y lo deja caer desde el aire: una crítica mordaz a los líderes que libran guerras interminables mientras vilipendian a los forasteros.
Es audaz, caótica y estimulante de una forma que las películas de superhéroes rara vez se permiten.
RAREZAS CON PULSO

Gunn llena la película con sus peculiaridades habituales: donas inexplicablemente insertadas en conversaciones intensas, caídas que cortan a una Alka-Seltzer burbujeando en un vaso, Krypto haciendo muecas para reír y, en ocasiones, quedándose más tiempo del debido.
Para los fans que prefieren un Superman escultural y solemne, esta irreverencia puede resultar excesiva, pero después de las entradas pesadas y serias de Zack Snyder, el enfoque de Gunn, sentimental pero mordaz, se siente como un giro de 180 grados necesario.
El enfrentamiento culminante se extiende desde Metrópolis hasta vagos focos de conflicto internacional como Boravia y Jarhanpur, y estas escenas son un poco menos convincentes que los breves momentos de inseguridad y ternura.
Aun así, Gunn hace que su Superman no solo sea cercano, sino también relevante: un refugiado, un inmigrante al que constantemente se le pide que demuestre su lealtad, que elige hacer el bien de todos modos en un mundo que a menudo lo rechaza.
En esencia, este Superman no se trata solo de golpear a l@s mal@s, sino de pertenecer, de forjar un hogar en un lugar que insiste en no aceptarle por completo.
El impacto variará, como siempre, según el toque excéntrico de Gunn.
Su amor por los personajes raros a menudo amenaza con eclipsar al héroe pulcro que lo protagoniza, pero ese es también el punto: Superman nos recuerda que incluso el héroe definitivo es, y siempre ha sido, un inmigrante, uno de ell@s.
Y eso, en el mundo actual, podría ser su aspecto muy radical, sobre todo para aquell@s con doble moral.
“Superman”, un estreno de Warner Bros., tiene clasificación PG (Apta para todos los públicos) por violencia, acción y lenguaje inapropiado. Duración: 129 minutos. Tres estrellas de cuatro.
