Por Agencias
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El partido gobernante lo calificó de ceremonia de entrega del bastón de mando. Pero la oposición lo tachó de «paso del cetro».
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que constitucionalmente no puede presentarse a la reelección, quiso demostrar el mes pasado, de forma muy pública, que la candidata presidencial Claudia Sheinbaum cuenta con su bendición.
Así que entregó a su esperada sucesora un bastón de mando real, en una ceremonia a las puertas de un restaurante de Ciudad de México, no lejos del Palacio Nacional, sede del poder ejecutivo del país.
Sheinbaum, exalcaldesa de Ciudad de México que tiene 61 años y es aliada política de López Obrador desde hace mucho tiempo, le dio las gracias por todo. Al aceptar el bastón de mando junto con la candidatura presidencial del partido de izquierda Morena, Sheinbaum dijo que asumiría «la plena responsabilidad de continuar el rumbo marcado por nuestro pueblo, el de la transformación iniciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador».
Cuando los mexicanos acudan a las urnas el próximo mes de junio, elegirán entre dos mujeres para la presidencia, algo inédito en la historia del país. Sólo cuatro días antes de que Morena nominara a Sheinbaum, la coalición opositora mexicana Frente Amplio eligió a otra formidable candidata femenina, la exsenadora Xóchitl Gálvez, del partido conservador PAN.
No es la primera vez que México ve a mujeres aspirar a la presidencia; antes de Sheinbaum y Gálvez, hubo otras seis candidatas presidenciales. Pero con los dos principales partidos políticos nominando a mujeres, esta es la primera vez que es prácticamente un hecho que a partir de diciembre de 2024, México, un país anteriormente conocido por el machismo, será gobernado por una mujer.
Aun así, algunos críticos dicen que la sombra del saliente López Obrador se cierne sobre la contienda.
Sheinbaum y Gálvez, las candidatas a la presidencia de México
El ascenso de Gálvez en la política mexicana ha sido meteórico; esta primavera dijo que ni siquiera era la favorita del PRI, el PAN y el PRD, los partidos que ahora forman la coalición del Frente Amplio. Fue una disputa pública con el propio López Obrador —quien la atacó regularmente como «pelele», «marioneta» y «empleada de la oligarquía» en conferencias de prensa— lo que acabó por lanzarla a la fama.
En junio, Gálvez se hizo viral cuando intentó entrar en el Palacio Nacional con una orden judicial que le concedía el derecho a contestar al presidente, tras haber demandado con éxito a López Obrador. «Esto no es un show», dijo a los reporteros a las puertas de Palacio Nacional. «La ley es la ley y punto».
Gálvez, hija de padre indígena y madre mestiza, fue la máxima responsable de asuntos indígenas del expresidente Vicente Fox antes de convertirse en senadora. Sin filtros e irreverente, se describió a sí misma en una entrevista como «una mujer todoterreno, del tipo 4×4».
En algunos aspectos, parece progresista. Gálvez ha abogado en el Congreso mexicano por los derechos y el bienestar de los grupos indígenas y afromexicanos, y en un foro regional celebrado a principios de este año en Monterrey, dijo que México, rico en petróleo, debería pasarse a las energías renovables. «No lo hemos hecho porque somos tontos», dijo Gálvez sin disculparse.
También ha dicho que la pensión del izquierdista López Obrador para todos los ancianos debe continuar, y propone lo que llama un «sistema de protección social universal» de programas de bienestar para una gran parte de las clases media y baja.
Pero en lo que respecta a la seguridad y la lucha contra el crimen organizado, el plan de Gálvez se basa en lo que ella describe como «inteligencia, corazón y mano dura»: reforzar la Policía local y estatal y darles acceso a los servicios de inteligencia, defender y proteger a las víctimas y respetar el Estado de Derecho.
Macario Schettino, analista político y profesor de Ciencias Sociales en el ITESM, una renombrada universidad mexicana, describe el impulso político de Gálvez como impresionante, teniendo en cuenta que hace sólo unos meses ni siquiera se la consideraba una candidata con perfil nacional. «Apenas empezó a registrarse en términos políticos y ya ha tenido un gran crecimiento. Mucha gente en México todavía no la conoce. Ella va a crecer […] en popularidad», dijo Schettino, «mientras que Claudia Sheinbaum ya no se puede mover de donde está porque ya es conocida por la mayoría de los mexicanos».
Entre tanto, Sheinbaum, física con un doctorado en ingeniería ambiental, también sería la primera presidenta con ascendencia judía si gana, aunque rara vez habla públicamente de su origen personal y ha gobernado como una izquierdista laica.
Actualmente va en cabeza en la mayoría de las encuestas, y será una rival formidable a batir. Sheinbaum no sólo cuenta con el pleno apoyo del partido gobernante, sino que también ha disfrutado durante mucho tiempo de los focos como alcaldesa de la ciudad más importante de México durante los últimos cinco años, hasta su dimisión en junio para presentarse a la presidencia.
En política, Sheinbaum se ha comprometido a continuar muchas de las políticas y programas de López Obrador, incluida una pensión para todos los ciudadanos de la tercera edad, becas para más de 12 millones de estudiantes y fertilizantes gratuitos para los pequeños agricultores. Pero la ex alcaldesa de alto perfil rechaza las críticas sobre su estrecha alineación política con el presidente. «Por supuesto que no somos una copia (del presidente)», dijo en julio.
Sin embargo, no se corta a la hora de proclamar los principios que comparten: «Por el bien de todos, pongamos a los pobres primero. No puede haber un Gobierno rico si el pueblo es pobre. El poder sólo es una virtud cuando se usa para servir al pueblo», dijo Sheinbaum, repitiendo los mismos lemas de campaña que López Obrador ha utilizado durante años.
López Obrador promete «retirarse por completo»
Schettino cree que el inmensamente popular López Obrador ve a Sheinbaum como su extensión en el poder. Señala las raíces de su partido Morena en el autoritario Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México durante más de siete décadas hasta 2000, que llegó a ser conocido como «El Dinosaurio», y el Partido de la Revolución Democrática que se ramificó de él.
En 2012, López Obrador creó Morena como partido político. Schettino describe al partido hoy como un «tiranosaurio» bajo la influencia de López Obrador, representando lo que él dice es el deseo del actual líder de que un sucesor se apegue estrechamente a su propia agenda. «El presidente López Obrador, un dinosaurio que no sólo es dinosaurio, sino que tiene vocación de tirano, no se quiere ir. Quiere mantenerse en el poder», dijo Schettino.
«Creo que él construyó la candidatura de Claudia», dijo Schettino.
López Obrador, sin embargo, ha rechazado en repetidas ocasiones las acusaciones de inclinaciones autoritarias o de que favorece a un candidato que podrá controlar. A principios de este año, López Obrador negó que tuviera favoritos entre los aspirantes de su partido o que estuviera impulsando a uno u otro candidato entre bastidores.
También ha dicho que se va a «retirar por completo» cuando termine su mandato de seis años.
«Me retiro, no volveré a participar en ningún acto público, por supuesto. No voy a aceptar ningún cargo, no quiero ser asesor de nadie, y mucho menos voy a actuar como jefe. No voy a tener relaciones con políticos. No voy a hablar de política», declaró el presidente a la prensa en febrero.