Por Agencias
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Un gol de Füllkrug en el 82′ obliga a La Roja a empatar ante Japón para pasar de fase.
Morata marcó el tanto español.
Un partido contra Alemania siempre es un regalo, lo envuelvas en papel de celofán o en papel de estraza.
Por eso hay que darle todo el valor del mundo al 1-1 en Jor, un empate frente a toda una tetracampeona del mundo que llegaba tocada al duelo.
Fue un encuentro a cara de perro, intenso, con imprecisiones propias del pulso entre dos equipos de similar cilindrada, donde no se permite ni pestañear.
Un resultado que deja a La Roja a un punto de cerrar su pase a octavos de final del Mundial. Una batalla en la que Morata adelantó a España y Füllkrug, ya en el minuto 83, dibujó las tablas.
¿Queríamos emoción? El jueves la tendremos, habrá que desayunar fuerte.
Luis Enrique fue firme en sus convicciones y no alteró el guion del debut mundialista.
Carvajal por Azpilicueta fue el único cambio, algo que parecía un secreto a voces una vez que el madridista había superado el constipado que le tuvo entre kleenex en el partido ante Costa Rica.
Hansi Flick, sin embargo, movió más su equipo con la salida de Schlotterbeck, la entrada de los kilos y el empuje de Goretzka y la ausencia de Havertz.
Arriba, el seleccionador confiaba en una apuesta muy particular, heterodoxa si queremos llamarla así. Si existiera una biblia del fútbol, junto al concepto perro viejo aparecería la foto de Thomas Müller.
No es un nueve, pero tiene gol; parece frágil, pero choca con cualquiera, pelea mil balones, llega a todo.
En suma, un jugador infatigable que se ha ganado la titularidad en Alemania por más que pasen los años. Y ya tiene 33.
Alemania había recibido una buena noticia al mediodía, cuando la victoria de Costa Rica ante Japón quitaba algo de gravedad a su duelo con España.
Si perdía, ya no estaría matemáticamente eliminada, aunque no sé yo si una tetracampeona del mundo tira tanto de calculadora como lo hacemos los periodistas.
La primera duda respecto al once español quedó resuelta en el primer minuto: Olmo ejercería de nueve, ya fuera falso o real, con Asensio a la derecha y Ferran a la izquierda, posiciones que permiten el disparo con la pierna fuerte de cada uno.
La mejor señal de que la música sonaba bien es que la primera acción de nota la protagonizó Manuel Neuer.
Llegó en el 6′, en un ataque perfectamente hilvanado por La Roja en el que Asensio abrió para Olmo, quien desde la frontal del área soltó un latigazo ante el que solo un meta como el del Bayern tiene antídoto.
Neuer despejó el balón y este golpeó en el larguero y el poste hasta acabar en córner. Bonita tarjeta de presentación de España en el partido.
Nadie rifaba un balón (el partido se zanjó con un 64% de posesión española y un 36% alemana), ambos equipos presionaban el inicio de jugada del rival.
Alemania, sin embargo, alternaba también con algún balón en largo de Rüdiger o Süle.
En España, mientras, Busquets guardaba todas las llaves, pero eso no libraba de algún que otro susto.
Hubo dos reseñables, aunque en ambos, disparos de Gnabry, la jugada quedara anulada por fuera de juego.
Poco a poco España perdió fuelle, en gran parte por la imprecisión de Pedri.
El canario no estaba todo lo fino que acostumbra y sin su luz cuesta crear peligro de tres cuartos de campo en adelante.
Paremos un segundo, rebobinemos a lo que decía en el minuto uno, aquello de Olmo como nueve, porque luego pasó a esa posición Asensio y de ahí en adelante Olmo y Ferran intercambiaron sus bandas.
En esas estábamos cuando llegó el gran susto, una falta que Rüdiger convirtió en gol (40′) tras un cabezazo en el que remató solo, sin apenas saltar.
Algo sorprendente con dos centrales como Laporte y Rodrigo que viven en el 1,90. El fuera de juego mantuvo el empate a cero, que ya no se vería alterado de ahí al descanso.
Y en la reanudación bastaron unos compases para que Luis Enrique decidiera cambiar cromos.
Lo hizo en el 53′, con la entrada de Morata por Ferran. Visto lo visto, el suyo es un olfato digno del mejor somelier del mundo, porque apenas nueve minutos después llegó la jugada que abrió el cielo.
Una contra que sorprendió a Alemania, con el pase de Olmo a la izquierda y la asistencia de Alba para que Morata, haciendo de nueve, que es lo que es, batiera a Neuer.
Quedaba un mundo por delante y el partido se iba a hacer largo, muy largo. Musiala, en el 73′, disfrutó de la ocasión más clara, bien neutralizada por Unai.
Pero cuando ya se atisbaba la orilla llegó el tanto alemán (83′), que bendijo a Flick, quien había dado entrada a Füllkrug en lugar de Müller.
El del Werder Bremen aprovechó un ataque embarullado y se adelantó a Musiala para batir de un derechazo a Unai.
Fue un golpe duro, directo al mentón, que dejaba a España con la sensación del trabajo a medias, con la obligación de empatar ante Japón para seguir vivos en Qatar.
Nadie dijo que el Mundial sería fácil.