Güler remata la fiesta

Por Agencias
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Aplicando los servicios mínimos, el Madrid mantuvo la calidad de su liderato con un tanto de Vinicius, ángel y diablo, otro de Güler y dos en propia meta del Celta, los tres últimos en los postres. El brasileño marcó por tercer partido consecutivo y sufrió otro episodio de enajenación mental transitoria que pudo costarle la expulsión por un empujón reflejo a Mingueza. Es un jugador tan temido en el vestuario ajeno como en el propio, pero en cualquier caso, con sus luces y sus sombras, no hay nadie más determinante en la Liga. El Madrid no hizo coincidir el fútbol con los goles: brilló en la primera mitad y acertó en la segunda, cuando los suplentes devolvieron la ilusión al equipo. Al público, que venía de poner una reclamación en el partido ante el Leipzig, le consolaron el final y Arda Güler, con un gol de esa habilidad que solo se le ha visto en los entrenamientos. El Celta fue lo que dice la tabla, un manojo de apuros.

Las derrotas drenan mal en los grandes. Incluso los empates útiles como el del miércoles. Nada nuevo en la historia del Madrid, cuya leyenda esta construida desde la exigencia. Y si lo olvida, tiene una grada atentísima para recordárselo ruidosamente. Así que el equipo cayó sobre el Celta con un fútbol dominante, agresivo en la presión, profundo, sin respiro. En apenas seis minutos Guaita paró dos remates de Camavinga y vio cómo le llovían cuatro córners. Esa acometida era explicable por los resultados del sábado, muy favorables a sus perseguidores, por la deuda contraída con el público cuatro días antes y por la alineación de Ancelotti, que gana en alegría con Camavinga y con Modric. El croata no se explica por qué se ha vuelto esporádico. Una gran parte

El Celta se protegió como pudo de aquella acometida inicial con una zaga de cinco. Manquillo se convirtió en tercer central, junto a Startfelt y Unai Núñez, y Mingueza quedó como lateral derecho. Un ejercicio de supervivencia, un acobardamiento inducido, un asedio insostenible.

Benítez esperaba que le ayudase el tiempo, ese que no tuvo en su breve estancia en el banquillo blanco, que el paso de los minutos ablandara al Madrid, que aguantara el tinglado defensivo, pero no sucedió.

Un córner lanzado por Modric acabó en triple remate. A los dos primeros, de Rüdiger y Vinicius, respondió felinamente Guaita. Al tercero le tumbó el brasileño, autor en ese momento de los últimos cuatro goles del Madrid. Le ha resultado más fácil progresar en eficiencia que en continencia.

Curiosamente, el equipo de Ancelotti, siempre muy vencido sobre su banda, resultó mucho más activo en los comienzos por la derecha con Lucas Vázquez, uno de esos ejemplares fijos discontinuos que han hecho carrera en el Madrid con todos los entrenadores a base de quejarse poco e implicarse mucho.

El Celta apenas tenía respuesta: dos tiritos, de Manu Sánchez y Bamba, un cabezazo de Luca de la Torre y muy poca presencia de Iago Aspas y Strand Larsen. El gallego, ese celeste tantas veces celestial, resume bien la decadencia del equipo: empieza a no ser lo que era y todavía no hay nadie mejor que él. Un doble chasco. Antes del descanso tuvo la mejor ocasión de su equipo, pero su remate fue suspenso en fuerza y colocación, un regalo para Lunin.

Menos efusivamente que al principio, el Madrid siguió volcado sobre el área viguesa, con Brahim y Rodrygo brujuleando en el juego interior. Un disparo a quemarropa del brasileño lo salvó Guaita con un pie milagroso. El resto lo hizo Camavinga con sus disparos desde fuera del área. Se confiesa mediocentro pero le gusta ‘volantear’ demasiado como para ser fiable en el puesto. Todavía es más Valverde que Casemiro. Melero le sacó una amarilla discutible y el Bernabéu salió en manifestación contra el colegiado, que pagaba la factura del ‘fucking goal’ de Mestalla.

Del descanso volvió otro Madrid y el mismo Vinicius. El equipo olvidó su ímpetu inicial y lo ajustado del marcador. El brasileño respondió con un empujón destemplado a un agarrón insistente, casi eterno, de Mingueza. La enésima imprudencia un futbolista tan diferencial como incorregible. Otra amarilla en su historial. Resulta difícil de explicar cómo un tipo con su sonrisa tenga que tratarse de su enfado crónico.

El partido comenzó a decaer. Puso de su parte un Celta más atrevido, especialmente con la entrada de Allende y Cervi, pero contribuyó más a esa fase valle el conformismo del Madrid. Al acoso permanente de la primera parte sucedió un periodo de contras esporádicas blancas sin sal en el remate. A Valverde se le fue cruzado un disparo lejano. Otros tres, más cercanos, de Brahim, Rodrygo y Vinicius, acabaron en las manos de Guaita sin obligarle a nada. Era, en definitiva, ese Madrid de mínimos de las últimas semanas hasta el chaparrón final, desatado por los jugadores de banquillo. En otro córner hizo el segundo gol. Lo lanzó Modric, como en el primero, lo cabeceó Rüdiger, como en el primero, y el rechace del larguero tocó en la espalda de Guaita para acabar en la red. El peor castigo para el mejor del Celta. El tercer tanto, testimonial, también fue en propia meta, de Carlos Domínguez, acosado por Joselu. Y ya en el descuento, Güler hizo su primer gol con el Madrid. Fue tras recibir un gran pase de Ceballos, sentar al meta vigués y marcar a puerta vacía con un aplomo que no va con su edad. Ese recuerdo se llevó el público del Bernabéu.