Por Agencias
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El mes de junio y los primeros días de julio fueron los más calurosos desde que se tiene registro, según la Organización Meteorológica Mundial.
Los habitantes del sur de Estados Unidos y el sur de Europa han tenido que soportar temperaturas sofocantes, numerosas advertencias por el calor, incendios forestales y un gran deterioro en la calidad del aire.
Sin embargo, los récords no solo se han superado en tierra sino también en el agua.
Las temperaturas globales de la superficie del océano fueron más elevadas que cualquier otro junio en los registros, según un informe del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, con lecturas satelitales del Atlántico Norte particularmente altas.
El mes pasado también se batió un record en la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), por la mayor diferencia entre las temperaturas esperadas y las reales.
La temperatura de las aguas alrededor de Florida, en particular, han sido especialmente cálidas.
Investigadores también han estado monitoreando un gran ola de calor marina en curso en la costa oeste de EE.UU. y Canadá que se formó en mayo.
Mientras que la ola de calor ha disminuido desde entonces en el noreste del Atlántico, según la ONG científica Mercator Ocean International, otra en el Mediterráneo Occidental parece estar intensificándose, sobre todo alrededor del Estrecho de Gibraltar.
Temperaturas marinas extremas también se han observado alrededor de Irlanda, Reino Unido y el Mar Báltico, así como en áreas cercanas a Nueva Zelanda y Australia. Más recientemente, científicos sospechan de una posible ola de calor al sur de Groenlandia, en el Mar de Labrador.
“Estamos teniendo estas enormes olas de calor marinas en diferentes partes del océano que evolucionan inesperadamente muy temprano en el año, muy fuertes y sobre grandes áreas”, señala Karina von Schuckmann, oceanógrafa de Mercator Ocean.
«Sin precedentes»
Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Union Europea, dice que los científicos esperan grandes variaciones de temperatura en el Océano Pacífico, asociados con el patrón climático de El Niño, una fase del calentamiento del planeta que apenas comienza, aunque la NOAA está monitoreando una gran ola de calor en el Golfo de Alaska, que está en altamar desde 2022.
Pero lo que estamos viendo actualmente en el Atlántico Norte, verdaderamente “no tiene precedentes”, dice Buontempo.
Los científicos están aún tratando de desentrañar todas las causas.
Los cambios a corto plazo en los patrones de circulación océanica y atmosférica regionales pueden proporcionar las condiciones para períodos de calor intenso en el mar por semanas, meses e incluso años.
Pero el aumento a largo plazo en las temperaturas oceánicas impulsados por un aumento en la emisón de gases con efecto invernadero es un factor clave en las recientes olas de calor.
Cerca del 90% del exceso de calor generado por el cambio climático antropogénico se ha almacenado en el océano, y en las últimas dos décadas se ha duplicado la tasa de acumulación de calor en el sistema climático de la Tierra.
Un reporte de 2021 del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) encontró que las olas de calor marinas se habían duplicado en frecuencia entre 1982 y 2016, y tornado más intensas y más largas desde la década de1980.
Otro factor que posiblemente contribuye es el volumen de aerosoles en la atmósfera, que tienen un leve efecto de enfriamiento. Pero este parece haber disminuido como resultado de los intentos por hacer más limpia la industria naviera.
Más recientemente, ha habido una inusual falta de polvo del Sahara, que normalmente produce enfriamiento.
Todo puede ser peor
Las olas de calor marinas actuales pueden incluso empeorar. Mientras que expertos no creen que El Niño en sí mismo sea el factor que impulsa el evento en el Atlántico Norte, la OMM espera que contribuya al calentamiento de los océanos en general.
Los expertos están preocupados porque las olas de calor marinas pueden afectar la vida en los océanos, la pesca y los patrones climáticos.
Récords de altas temperaturas en la costa occidental de Australia durante el verano de 2010/2011 resultaron en una mortalidad de peces “devastadora” y destruyeron bosques de algas marinas, y cambiaron fundamentalmente el ecosistema de la costa.
Varios años después, una ola de calor marina sin precedentes causada por el cambio climático y amplificada por un fuerte El Niño provocaron el peor blanqueamiento de corales que se haya visto en la Gran Barrera de Coral en 2016.
Las olas de calor marinas pueden desencadenar eventos de blanqueamiento de corales y ya han aumentado el estrés bajo que el que están los ecosistemas de arrecifes en todo el mundo.
Las altas temperaturas pueden hacer que los pólipos de coral expulsen a las zooxantelas que viven dentro de sus tejidos haciendo que se vuelvan blancas y más vulnerables a las enfermedades y otras amenazas.
En el Mar Mediterráneo, temperaturas excepcionales entre 2015 y 2019 provocaron repetidos eventos de muerte masiva de especies claves como corales y algas. Un estudio reciente describió las olas de calor marinas de este tipo como “factores de estrés generalizado para los ecosistemas marinos globales”.
Las olas de calor marinas también facilitan la proliferación de especies invasoras.
Las algas marinas japonesas, por ejemplo, proliferaron en Nueva Zelanda cuando una ola de calor marina en 2017-2018 en el Mar de Tasmania acabó con las algas marinas nativas de la zona.
Mucho por aprender
Dan Smale, ecólogo marino de la Asociación de Biología Marina de Reino Unido, y miembro del Grupo de Trabajo Internacional sobre Olas de Calor Marinas, dice que los “golpes cortos y rápidos” no le dan tiempo a las especies para redistribuirse, y aquellas que se encuentran al límite de lo que su cuerpo puede soportar están particularmente en riesgo.
Pero incluso alrededor de la costa británica, que no se considera un ambiente extremo y donde los científicos esperan que los ecosistemas cambien de forma gradual, una ola de calor marina podría acabar siendo letal si continúa todo el verano.
No obstante, todavía hay mucho que aprender sobre el impacto de las olas de calor marinas en comparación con las que ocurren en tierra, porque monitorearlas es más difícil y faltan récords de larga data, dice Smale.
“La información que nos dan los satélites desde comienzos de la década de 1980 es fantástica… el problema es cuando tratamos de ir más alla”, dice.
Océanos cálidos para rato
Una caída significativa de la cantidad de fitoplancton ya se ha visto en el Atlántico Norte, algo que Mercator Ocean atribuye a las recientes olas de calor.
La floración en la primavera es crucial porque brinda la mayor parte de la energía que se necesita para sostener la cadena alimenticia marina en la zona y es una contribución sustancial a la absorción global de CO2 de los océanos.
La economía de las pesquerías regionales también podría verse afectada.
Una ola de calor en noroeste del Atlántico en 2012 hizo que las especies que prefieren las aguas cálidas se moviesen hacia el norte y migraran antes de tiempo, cambiando cuándo y cuánta pesca pudo obtenerse.
El Atlántico Norte es también un impulsor clave del clima extremo.
Temperaturas elevadas en la superficie del océano pueden dar lugar a huracanes, aunque resta ver si el fenómeno de El Niño exacerbará o aplacará este efecto el próximo año.
Por otra parte, la calidez de las aguas del Atlántico Norte es el factor más importante detrás del ciclo alternante entre sequías y lluvias copiosas en África central.
En líneas generales, los expertos dicen que la persistencia de las recientes olas de calor marinas es una señal preocupante de cómo se está desarrollando el cambio climático junto con las olas de calor en tierra, el inusual derretimiento de la capa de nieve en los Himalayas y la pérdida de hielo marino.
Von Schuckmann dice que, incluso si los humanos dejaran de bombear CO2 en el aire mañana mismo, los océanos continuarían calentándose aún por varios años.
“Me preocupa como científica del clima que estemos más lejos de lo que pensábamos”.