El futuro de Estados Unidos en juego: Los votantes opinan sobre la elección presidencial

Por redacción
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Con los principales candidatos señalando que el resultado podría definir la supervivencia de los valores democráticos, los estadounidenses se debaten entre posiciones y perspectivas tan variadas como la propia nación.

Charlottesville, Virginia, se ha convertido en un símbolo de esta tensión. Alguna vez lugar de encuentro de los Padres Fundadores, quienes advertían sobre los peligros de la demagogia, esta ciudad fue también escenario del mitin de “Unite the Right” en 2017. En ese evento, cientos de nacionalistas blancos y neonazis se congregaron para protestar contra la remoción de una estatua confederada, marchando con antorchas tiki y consignas antisemitas y racistas. La violencia alcanzó un punto crítico cuando un manifestante embistió con su auto a un grupo de contramanifestantes, dejando una mujer muerta y decenas de heridos. Para el presidente Joe Biden, quien ha dicho que esta violencia lo motivó a postularse en 2020, esta elección es una oportunidad para combatir el extremismo y restaurar los valores democráticos.

Jalane Schmidt, profesora de estudios religiosos en la Universidad de Virginia, estuvo activa en la organización de la resistencia comunitaria contra “Unite the Right”. Como mujer afroamericana y activista, su experiencia en 2017 le confirmó lo que, según ella, muchos se han dado cuenta recientemente: el extremismo representa una amenaza tangible y persistente.

En la Primera Iglesia Bautista de Charlottesville, el pastor Rob Pochek y sus feligreses condenan las acciones del mitin de ultraderecha. Aunque sus opiniones sobre Trump son mixtas, rechazan apoyar a la vicepresidenta Kamala Harris por sus posturas sobre el aborto. Para ellos, la elección presenta una complejidad moral que los hace cuestionarse si Trump o Harris son realmente los líderes que la nación necesita.

“El hecho de que estos sean nuestros candidatos es un juicio sobre el país”, opina Pochek. En sus sermones, enfatiza que la lealtad de sus feligreses no es ni al partido demócrata ni al republicano, sino a valores superiores. “No adoramos a un burro ni a un elefante”, dice. “Adoramos al Cordero”.

Susan Bro, madre de Heather Heyer, la joven asesinada en el ataque vehicular durante el mitin, vive en una pequeña casa móvil fuera de Charlottesville. Bro afirma que aquel verano abrió los ojos de muchos residentes blancos al odio que las personas de color ya conocían. “Nos caímos las vendas”, dice. “Esto existía. Simplemente pretendíamos que no”.

Para Bro, una victoria de Trump sería peligrosa, pues teme que su retórica divisiva y las mentiras sobre las elecciones pasadas pongan en riesgo la democracia. “Nos hace pensar que el odio es solo cosa de extremistas, pero debemos vigilarnos todos”, advierte. Cree firmemente que el país debería centrarse en lo que une a sus ciudadanos.

Dan y Ruth Suggs, votantes en Charlottesville, no ven a ninguno de los candidatos como una amenaza existencial. Para ellos, la economía será la diferencia más notable tras la elección. Están en desacuerdo con la decisión de remover la estatua de Robert E. Lee, pues creen que la ciudad debió consultar a los ciudadanos mediante un referéndum.

“Trump tenía razón al decir que había buenas personas en ambos lados”, dice Ruth Suggs. “No todos los que estaban allí querían causar problemas. Algunos simplemente querían ser escuchados”.

Kushaan Soodan, de 19 años, y Arturo Romero, de 18, estudiantes de la Universidad de Virginia, representan dos visiones opuestas dentro de la juventud inmigrante. Soodan, de familia india, considera esta elección crucial para defender la democracia y rechazar el odio. “Ya hemos visto lo que ese tipo de odio puede causar”, afirma, refiriéndose al evento de 2017.

Por otro lado, Romero, nacido en México, apoya a Trump y teme que una victoria de Harris lleve al país hacia un punto sin retorno. Critica la administración de Biden y sostiene que Estados Unidos corre el riesgo de verse afectado por el crimen, como cree ocurrió en México cuando aumentó el tránsito de migrantes. “Si obtenemos cuatro años más de esto, no habrá vuelta atrás”, opina Romero.

Leslie Scott-Jones, curadora de un centro de patrimonio afroestadounidense en Charlottesville, expresa escepticismo ante las promesas de que el voto puede salvar la democracia. Para ella, el sistema no ha funcionado para los afroestadounidenses desde que llegaron al país. “¿Por qué querría salvar algo que nos trató como propiedad durante cientos de años?”, pregunta.

Aunque reconoce que el mitin de 2017 despertó a algunos al problema del racismo, advierte que esta violencia podría repetirse, sin importar quién gane en noviembre. Scott-Jones se siente atraída por la visión de un tercer candidato, Cornel West, y espera que el país algún día pueda cumplir sus promesas de igualdad.

La próxima elección mantiene a muchos estadounidenses en un estado de alerta. Charlottesville, con su historia de confrontación y racismo, es un símbolo del desafío que enfrenta el país. Si bien algunos temen una mayor división, otros insisten en que la amenaza de violencia no depende únicamente de quién ocupe la Casa Blanca. En un país tan diverso, la gran pregunta es si esta elección podrá acercar a los estadounidenses o si, por el contrario, profundizará aún más la brecha.