La Tierra pierde su equilibrio: el hemisferio norte se oscurece más rápido

Por Redacción
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Los datos provienen de 24 años de observaciones recopiladas por el proyecto CERES, un programa de la NASA que mide tanto la radiación que llega desde el Sol como la que la Tierra refleja o emite en forma de calor. Tradicionalmente, ambos hemisferios mostraban un equilibrio: el albedo —la fracción de radiación solar reflejada por nubes, aerosoles, nieve, hielo y superficies— era similar en norte y sur, pese a sus diferencias geográficas.

El fenómeno intrigaba a los científicos desde la década de 1970, cuando se descubrió que el planeta reflejaba en promedio un tercio de la radiación solar recibida, independientemente de que el norte estuviera dominado por masas continentales y el sur por océanos. Se pensaba que factores como la nubosidad, la contaminación o la distribución del vapor de agua equilibraban la balanza.

Hoy, ese equilibrio está en peligro. Según el equipo liderado por Norman G. Loeb, investigador del Centro de Investigación Langley de la NASA, el hemisferio norte está oscureciéndose más rápido que el sur. Esto significa que refleja menos radiación solar y absorbe más energía, un cambio que puede alterar tanto los patrones de circulación atmosférica como las corrientes oceánicas.

Las causas son múltiples y de origen humano. Entre ellas, destacan la reducción de aerosoles contaminantes en regiones como China, Estados Unidos y Europa; el retroceso del hielo marino en el Ártico, que reduce el efecto albedo; y cambios en la concentración de vapor de agua.

Loeb advierte que esta tendencia podría tener consecuencias profundas: “Esto afectará a la circulación general de la atmósfera y al clima regional”, dijo en un comunicado.

El oscurecimiento del norte refleja procesos contradictorios. Durante el siglo XIX y gran parte del XX, la industrialización y la urbanización lanzaron a la atmósfera enormes cantidades de aerosoles, partículas que aumentaban la reflexión solar. Pero con las políticas ambientales aplicadas desde finales del siglo XX, la presencia de estos contaminantes ha disminuido en buena parte del hemisferio norte.

Al mismo tiempo, el deshielo en el Ártico se ha acelerado. La nieve y el hielo son superficies altamente reflectantes, capaces de devolver al espacio buena parte de la energía solar. Su pérdida no solo disminuye el albedo, sino que expone al mar abierto, que absorbe calor en lugar de reflejarlo. El resultado es un ciclo de retroalimentación que intensifica el calentamiento en la región.

El hemisferio sur también pierde hielo en la Antártida, pero a un ritmo mucho más lento. El continente blanco, aún masivo y frío, conserva gran parte de su capacidad reflectante, lo que explica que la asimetría detectada por la NASA se concentre en el norte.

De acuerdo con los datos de CERES, en las primeras dos décadas de este siglo el hemisferio sur ganaba más energía en las capas superiores de la atmósfera, mientras que el norte perdía. Esto se compensaba gracias a la interacción entre corrientes oceánicas y nubes. Sin embargo, desde 2020 la tendencia se invirtió: el hemisferio norte captura ahora 0.54 vatios por metro cuadrado adicionales cada década, frente a los 0.20 que registraba el sur en el pasado.

Los efectos ya son visibles. Investigadores han identificado cambios en los patrones de precipitación, una ralentización en la circulación de corrientes marinas y un desplazamiento hacia el norte de la Zona de Convergencia Intertropical, región donde confluyen los vientos alisios y que determina el clima en amplias zonas tropicales.

El estudio ha sido recibido con cautela por la comunidad científica. Para Aiko Voigt, profesor de meteorología y geofísica en la Universidad de Viena, el trabajo de la NASA representa “un análisis excelente” y confirma que la simetría entre hemisferios podría estar debilitándose. “Estamos empezando a observar que el hemisferio norte refleja menos que el sur, por lo que la simetría parece desaparecer”, señaló.

Sin embargo, Voigt recordó que dos décadas de datos son insuficientes para descartar ajustes naturales en el sistema climático. “Las nubes podrían cambiar y restablecer el equilibrio en escalas de tiempo mayores a unos pocos años”, añadió.

Una opinión similar comparte Josep Calbó, catedrático de la Universidad de Girona y especialista en radiación atmosférica. Para él, el hallazgo podría ser “otro síntoma del cambio climático global”, pero advierte que la evidencia aún es limitada. “Me parece especulativo con solo 20 años de datos y grandes incertidumbres”, dijo.

Ambos expertos coinciden en que, si bien los resultados son preocupantes, será necesario esperar décadas para determinar si la simetría del albedo se ha roto de manera definitiva o si existen mecanismos naturales, aún desconocidos, que puedan restablecerla.

Más allá de las dudas, el hallazgo refuerza una conclusión compartida por la comunidad científica: las actividades humanas están modificando el equilibrio energético de la Tierra. La reducción de aerosoles contaminantes, positiva para la salud pública, ha revelado cómo dependía el planeta de esas partículas para mantener parte de su capacidad reflectante. Al mismo tiempo, el deshielo en el Ártico y el incremento del vapor de agua intensifican un calentamiento que ya golpea a millones de personas con fenómenos extremos.

El “oscurecimiento” del hemisferio norte es, en última instancia, un recordatorio de la complejidad del sistema climático y de cómo incluso avances positivos, como la mejora en la calidad del aire, pueden tener efectos inesperados en el balance global de la radiación.

El futuro del albedo planetario sigue siendo incierto. Pero lo que ya está claro es que la humanidad está jugando un papel central en la transformación del clima, con consecuencias que apenas comenzamos a entender.