Por Agencias
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El argentino marca su séptimo gol desde que llegó a la MLS y engancha al fútbol a un país con 62,5 millones de latinos.
Era un amor con fórceps. Estados Unidos había organizado con éxito el Mundial de 1994, pero el fútbol todavía no terminaba de arrancar.
Más que nada no terminaba de enganchar. Entonces, en 2007, la MSL necesitaba un impulso mediático. Y en aquellos tiempos había pocos futbolistas más atractivos que David Beckham.
“David se va a Hollywood porque quiere ser actor o yo qué sé. Es una lástima”, se quejó, en su momento, Ramón Calderón, presidente del Real Madrid.
Pero el glamour (que no tanto el fútbol) del inglés no despertó a la hinchada. Y eso, que ya había cerca de 50 millones de apasionados latinos en Estados Unidos.
Beckham, de hecho, hasta tuvo algún que otro rifirrafe con el público. En 2009, por ejemplo, recibió una multa de 1.000 dólares por enfrentarse a un aficionado.
El inglés probablemente la pifió en su idea de apagar su carrera en la MSL con 31 años -cada vez que podía, se mudaba a Europa y hasta intentó quedarse en el Milán-.
No se equivocó, en cambio, en su decisión, ya como presidente del Inter de Miami, de fichar a Lionel Messi. El fútbol (que no tanto el glamour) del argentino es un imán para la hinchada.
Al margen de los más de 62,5 millones de latinos, en Estados Unidos parece que no hay nadie que se quiera perder un partido del 10. Y él, como siempre, contesta con goles. No conoce otra manera.