Por Agencias
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El líder bolivariano busca fortalecer lazos con Pekín mientras los intentos de acercamiento con Washington siguen sin dar frutos.
Este martes por la mañana, desde la provincia de Shandong, uno de los polos industriales de China, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en visita oficial a la República Popular, ha conectado en directo con sus telespectadores para emitir un nuevo episodio de Con Maduro.
Ha alabado el desarrollo económico, social y tecnológico del “hermano país” al que admira “profundamente”. Y tras más de dos horas de un programa de aire propagandístico repleto de guiños a su “visita histórica” —ha arrancado confesándose “impregnado de espiritualidad del Asia” y se ha despedido leyendo unos versos milenarios de Lao Tsé— ha puesto rumbo a Pekín.
En la capital tiene previsto encontrarse en los próximos días con su homólogo chino, Xi Jinping, según dijo, aunque la entrevista no ha sido confirmada por Pekín.
La visita de Maduro es larguísima. Aterrizó en China el pasado viernes con una agenda de contendido eminentemente económico y la intención de encontrar soluciones a la crisis que arrastra el país; y se prevé que aún permanezca en la República Popular hasta el jueves.
La intención es reforzar unos lazos que se fueron diluyendo en los últimos años y realinear intereses en un teatro internacional polarizado por la tensa relación entre Estados Unidos y Pekín.
“En los últimos años, gracias al compromiso personal del presidente Xi Jinping y el presidente Maduro, las relaciones China-Venezuela han resistido la prueba del cambiante panorama internacional y se han mantenido sólidas como una roca”, aseguró la semana pasada la portavoz del ministerio chino de Exteriores, Mao Ning, durante una comparecencia rutinaria. Mao enfatizó que China está “dispuesta a trabajar con Venezuela para trazar un plan para el crecimiento de las relaciones bilaterales” y “llevar la asociación estratégica integral a un nuevo nivel”.
El sábado, el mandatario fue recibido en Shenzhen, el vector tecnológico chino, donde fue impresionado con un espectáculo aéreo de drones luminosos, y ha recalado también en Shanghái, la capital financiera del país.
Allí mantuvo el domingo un encuentro con la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, actualmente a cargo del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, con sede en esta ciudad. “Es un banco hecho por los países en desarrollo y para los países en desarrollo”, le dijo Maduro a Rousseff.
Unos días antes ya había expresado la voluntad de Venezuela de convertirse en un nuevo miembro de los BRICS. La plataforma acaba de abrirse a la entrada de seis nuevos socios, tras una cumbre celebrada a finales de agosto en Johannesburgo, en un movimiento que ha sido interpretado como un triunfo geopolítico de Pekín y una carrera por erigirse en contrapeso de Occidente.
Esta plataforma internacional, aseguró Maduro el sábado en una entrevista con la agencia oficial Xinhua, se ha convertido en “el gran motor para la aceleración del proceso del nacimiento de un mundo nuevo, de un mundo de cooperación, donde el Sur Global tenga la voz primordial”.
Tras un encuentro el lunes con Lin Wu, secretario del Partido Comunista de la provincia de Shandong, de más de 100 millones de habitantes, Maduro expresó su intención de hermanar esta región con los estados petrolíferos orientales venezolanos de Anzoátegui y Monagas.
Durante la entrevista hablaron “de las potencialidades petroleras, gasíferas industriales, agrícolas” de esa nueva conexión, según explicó en Con Maduro +. Las visitas a Shanghai y Shenzhen han arrojado anuncios de cooperación similares.
Pekín es el gran sostén financiero del Estado Venezolano, cuya economía sufre una profunda crisis desde hace años de la que Caracas culpa a las sanciones internacionales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea; estos reclaman a su vez la celebración de unas elecciones libres para levantarlas.
Las penas han supuesto que el país con mayores reservas probadas de petróleo del planeta tenga dificultades para exportar hidrocarburos y acceder al crédito internacional.
Aunque Estados Unidos y Venezuela han mantenido en los últimos meses contactos de alto nivel públicos y en secreto para tratar de limar asperezas y consumar un acercamiento, las negociaciones no terminan de fraguar. El viaje oficial de Maduro a China añade presión a Washington, mientras Pekín pugna por mantener al Estado chavista en su esfera de influencia.
China es el mayor acreedor de Venezuela, el país latinoamericano que posee una deuda más abultada con Pekín: desde 2007 ha recibido unos 60.000 millones de dólares (unos 56.000 millones de euros) en préstamos estatales chinos, según la base de datos financieros del centro de análisis Diálogo Interamericano.
La reestructuración de esta enorme cantidad de dinero ha sido uno de los quebraderos de cabeza en las relaciones entre ambos países y protagonizó la última visita de Maduro a Pekín, en 2018.
China, el mayor importador mundial de petróleo, es también el mayor comprador de crudo venezolano, según la consultora energética Vortexa. Desde 2022, los flujos medios de Caracas a Pekín se sitúan en torno a 430.000 barriles diarios, el 60% o 70% de las exportaciones venezolanas, asegura por correo electrónico Emma Li, analista especializada en China de esta firma.
“Estos barriles (en su mayoría crudo pesado y algo de fuel residual) se reetiquetan como betún diluido [de origen] malasio o crudo malasio en las aduanas chinas”, añade Li. En los datos de Aduanas de China no figuran importaciones de crudo venezolano desde 2019.
“Vamos saliendo, brrruuum, en un tren rumbo a la capital china”, ha cerrado Maduro su programa de este martes, “al encuentro con el futuro, al encuentro con nuestro hermano presidente, Xi Jinping, a llegar a grandes acuerdos que eleven aún más una relación histórica refundada por nuestro comandante, Hugo Chávez”. El papel del líder bolivariano, fallecido en 2013, fue clave en el estrechamiento de los vínculos entre ambas naciones.
Toda la visita del mandatario venezolano ha estado envuelta en frases de fascinación hacia al gigante asiático. En la entrevista publicada en Xinhua, recalcó el papel de China en el surgimiento de “un mundo más justo”.
“ha inaugurado una nueva era del surgimiento de superpotencias no-colonialistas, no-imperialistas, no-hegemónicas”. Y prosiguió: “Hoy por hoy, [Pekín] señala el camino del desarrollo económico, del desarrollo tecnológico, de la estabilidad social, de la independencia ganada, construida y fortalecida”.