Por Agencias
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La tensión entre Rusia y Ucrania ya lleva varias semanas en aumento.
Han sido días de acusaciones cruzadas de lado y lado. Estados Unidos dice que existe una amenaza «inminente» de Moscú sobre Kiev y ha desplegado más de 8 mil militares en Europa Oriental.
El gobierno de Vladimir Putin, por su parte, ha desmentido la posibilidad de un ataque y acusa a Washington de intentar llevar a su país a la guerra contra Ucrania.
La frontera entre ambas naciones, sin embargo, ya acumula más de 100.000 soldados rusos, lo que ha encendido las alarmas en numerosas cancillerías alrededor del mundo, que hablan abiertamente de la posibilidad de un conflicto bélico.
La principal demanda del gobierno ruso es que Occidente garantice que Ucrania no se unirá a la OTAN, una alianza defensiva de 30 países, lo que ven como una amenaza para su seguridad.
Pero, aunque hasta el momento no ha ocurrido un enfrentamiento militar como tal, las autoridades ucranianas han denunciado la existencia de una «guerra híbrida» en su contra.
Así lo hicieron a mediados de enero, luego de asegurar que el Kremlin estaba detrás de un ciberataque que afectó a decenas de sitios web oficiales de su gobierno.
La acción —afirmaron desde Kiev— es la «manifestación de la guerra híbrida que Rusia mantiene en Ucrania desde 2014», refiriéndose al año de la anexión por parte del Kremlin de la península de Crimea.
Pero ¿qué es una guerra híbrida? Y ¿qué factores son los que determinan su existencia?
¿Qué significa una «guerra híbrida»?
El concepto —que fue utilizado por primera vez a principios de los años 2000— tiene que ver con la implementación de una estrategia (o varias) de confrontación que no pasa necesariamente por un combate de tipo militar.
Así lo explica Antonio Alonso Marcos, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Pablo CEU.
«Un país puede utilizar medios que vayan minando la seguridad y la estabilidad de otro país. Y no son medios militares, sino, por ejemplo, ciberataques o el lanzamiento de una oleada masiva de tuits que vayan en contra de la posición de un gobierno determinado. A eso se le denomina guerra híbrida», dice.
El empleo de mecanismos como la insurgencia, la migración o el uso de «fakes news» y desinformación, entre otros, también se considera parte de estas estrategias de combate no tradicionales, donde la propaganda y la provocación son factores fundamentales.
Según Alonso Marcos, las nuevas tecnologías son un facilitador importante para las guerras híbridas debido al incremento de los cibercrímenes.
Cuando ocurrió el ciberataque a Ucrania a mediados de enero, las autoridades de ese país señalaron a través de un comunicado que el objetivo «no solamente fue intimidar a la sociedad», sino además «desestabilizar la situación» con «falsas informaciones sobre la vulnerabilidad de las infraestructuras informáticas del Estado».
En días recientes, y en medio de los temores de un ataque militar ruso, los servicios de seguridad ucranianos han informado de cientos de falsas amenazas de bomba, propiciando el cierre de algunas escuelas.
Esto también ha sido calificado por las autoridades ucranianas como parte de la estrategia de guerra híbrida de Rusia.
El Kremlin, no obstante, niega todo plan de agresión a Ucrania.
Un mecanismo cada vez más común
Según diversos expertos, este tipo de agresiones es cada vez más común.
El académico Antonio Alonso Marcos explica que «las guerras tradicionales, con un ejército uniformado entrando al territorio de otro estado, como se hizo en Irak o Afganistán, ya casi no suceden».
«Ahora, las guerras son más asimétricas, con otros actores involucrados», dice.
Otra de las diferencias entre la guerra híbrida y la tradicional es que es difícil saber cuándo empiezan las primeras.
En las tradicionales, generalmente un país le declara la guerra a otro.
Pero en estos casos, la dinámica no es igual.
«La guerra es un proceso que está sucediendo [entre Rusia y Ucrania]. Pero, aun así, no hay claridad de que en realidad sea una guerra de un país contra otro país, porque no hay una invasión abierta», le explica Olga Malchevska, periodista del servicio ucraniano.
Para Alonso Marcos, «no es fácil» catalogar la guerra híbrida pues «su característica predominante es que no se hace con métodos tradicionales, entonces también tiene que ver con la voluntad política de identificarlo así».
Adversario irreconocible
Lo anterior se hace aún más complejo porque en la guerra híbrida no es fácil reconocer quién ataca.
En este caso, por ejemplo, Rusia ha negado constantemente su participación en las acusaciones hechas por los ucranianos, aunque, según expertos, ha demostrado ser experta en atacar el ámbito cibernético de los países.
«Rusia seguirá negándolo y es una buena manera de esconder su participación. Este mecanismo funciona aún mejor en los casos de ciberataques, cuando es difícil saber quién está detrás. Es por eso que es visto como una forma muy eficiente de enfrentar al adversario», le explica Sergei Goryashko, del servicio ruso.
Otra dimensión de este tipo de conflictos es la inmersión de separatistas que buscan desestabilizar a un determinado país, algo que tampoco se hace abiertamente.
«No son soldados de un país, sino gente local que está de acuerdo con ese país. [En el caso de Rusia y Ucrania] muchos expertos probaron y evidenciaron que gente local estaba usando armas suministradas por Rusia y también por las principales autoridades de los llamados rebeldes», explica Olga Malchevska.
«Hay mucha evidencia que dice que Rusia apoya a los separatistas, pero el gobierno de Putin asume muy poca responsabilidad en ello», agrega.
Otros casos
No es la primera vez que se habla de guerra híbrida con el caso de Rusia y Ucrania.
Uno de los episodios más recientes es lo ocurrido en 2021 entre Lituania y Polonia (ambos de la Unión Europea) y Bielorrusia (aliado de Rusia).
El flujo migratorio desde Bielorrusia se duplicó, poniendo en jaque a los gobiernos de Lituania y Polonia, quienes acusaron directamente a Putin de estar «orquestando» una crisis en ambas naciones en respuesta a las sanciones impuestas por la Unión Europea contra el régimen bielorruso, liderado por Alexander Lukashenko.
Una investigación, publicada en octubre del año pasado, constataba cómo Bielorrusia estaba ayudando a migrantes de estos países otorgándoles visas de turista para circular por su país hacia la frontera con Lituania y Polonia.
El gobierno de Lituania aseguró que se estaba utilizando a los migrantes como un «arma política», y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseveró que se enfrentaban a un «ataque híbrido cínico y peligroso».