Por Redacción
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Los trabajadores portuarios de la costa este de Estados Unidos se encuentran en huelga, protagonizando una lucha que, aunque en apariencia distante de las recientes huelgas de actores y guionistas de Hollywood, comparte un elemento fundamental: la resistencia a la automatización que amenaza con reemplazar empleos humanos.
A medida que la automatización y la inteligencia artificial avanzan hacia cada vez más sectores, esta disputa es solo un presagio de lo que otros trabajadores también podrían enfrentar.
La huelga de los estibadores, que comenzó el martes por la mañana, está recibiendo gran atención debido a su posible impacto en la economía estadounidense. Los trabajadores portuarios cumplen una función esencial: garantizan que las mercancías que la sociedad consume lleguen a su destino. Sin ellos, los productos —sean plátanos o cualquier otro bien— no llegarían a las tiendas, lo que afecta no solo a los consumidores, sino también a las empresas que los producen y comercializan.
La huelga tiene dos reivindicaciones principales: la mejora de salarios y la oposición a la automatización de los puertos. Los trabajadores han sido claros en sus demandas. Entre las pancartas se leen frases como “los robots no pagan impuestos” y “la automatización perjudica a las familias”, expresando su preocupación ante un futuro en el que la tecnología sustituya la fuerza laboral humana.
Los operadores de puertos, por su parte, ven la automatización como una tendencia inevitable que prefieren acelerar. La implementación de más grúas y camiones sin conductor significa menos necesidad de personal y, en consecuencia, menores costos para las empresas. Sin embargo, los beneficios económicos de la automatización no son tan directos como se podría pensar.
De acuerdo con un informe de McKinsey de 2018, la automatización portuaria no necesariamente se traduce en una mejora del rendimiento. Los puertos automatizados suelen ser menos productivos que sus contrapartes convencionales y las inversiones requeridas no siempre justifican los resultados. McKinsey señala que “una planificación y gestión cuidadosas” podrían superar estos desafíos, pero el hecho de que las inversiones en automatización no garanticen un mayor rendimiento plantea dudas sobre su eficacia.
A pesar de estas advertencias, la automatización continúa su curso. Los ejecutivos del sector de transporte marítimo en Estados Unidos miran con admiración los puertos modernos de China, Singapur y Europa, que han integrado la automatización a un nivel mucho más alto. Esta visión ha encontrado resistencia entre los trabajadores. “El resto del mundo nos mira con desprecio porque luchamos contra la automatización”, declaró Dennis Daggett, vicepresidente ejecutivo de la Asociación Internacional de Estibadores, durante una manifestación en el puerto de Nueva York y Nueva Jersey. “Nuestro sindicato siempre se ha adaptado a la innovación, pero nunca aceptaremos que los robots nos quiten el trabajo”.
La preocupación de los estibadores es legítima. La automatización no significa el fin de toda la mano de obra humana, pero sí una reducción considerable del número de trabajadores requeridos. Esto ya ha ocurrido en otras industrias, como la fabricación de automóviles y la minería. Un informe de la Economic Roundtable reveló que, entre 2020 y 2021, la automatización en los puertos de Long Beach y Los Ángeles eliminó 572 empleos de tiempo completo.
El sindicato de estibadores exige un aumento salarial de cinco dólares por hora cada año durante los próximos seis años, así como la garantía de que no se introducirá la automatización ni la semiautomatización en los puertos. Su lucha resuena más allá del ámbito portuario, ya que el temor a la automatización es un tema recurrente en la historia del trabajo manual. Esta preocupación también fue uno de los puntos de conflicto en las huelgas de Hollywood el año pasado, cuando actores y guionistas intentaron proteger sus empleos creativos frente a la creciente amenaza de la inteligencia artificial.
Sin embargo, la ansiedad por la automatización ya no se limita a sectores manuales o creativos. Ahora está penetrando en el ámbito de las oficinas. Los directivos de empresas están adoptando cada vez más la IA, con la esperanza de sustituir el trabajo humano o amplificar la producción. Una encuesta realizada entre grandes empresas estadounidenses durante el verano pasado reveló que más del 60 % de ellas planean utilizar la IA en el próximo año para automatizar tareas que actualmente son realizadas por empleados.
Sameera Fazili, exsubdirectora del Consejo Económico Nacional del gobierno de Biden, sostiene que los trabajadores no se oponen a la automatización per se, sino que quieren tener voz en cómo se implementa esta tecnología en sus lugares de trabajo. Según Fazili, esa es precisamente una de las razones por las que el interés por la organización sindical está en aumento.
“Todo esto está ocurriendo en un contexto en el que los CEOs y los accionistas no asumen riesgos; pueden seguir recibiendo una compensación, mientras que los trabajadores son los que corren con todas las consecuencias”, explicó Fazili. “Es interesante ver cómo más gente está diciendo ‘no’ y está buscando la negociación colectiva y la organización como una forma de tener voz”.
En resumen, la lucha de los estibadores no es solo por un aumento salarial o para frenar la automatización en los puertos; se trata de una defensa del derecho de los trabajadores a participar en las decisiones que afectan sus medios de vida. Como escribió Heather Long, columnista de The Washington Post, la huelga portuaria es “una de las primeras batallas de trabajadores bien pagados contra la automatización avanzada. Habrá muchas más por venir”.
Los robots están llegando, y si algo queda claro de la huelga de los estibadores es que los trabajadores de todos los sectores deberán decidir si aceptan los términos impuestos por la automatización o si luchan por un lugar en el futuro del trabajo.