Por Agencias
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El histórico Girondins de Burdeos, ganador de seis ligas, renuncia a su status profesional y todos sus jugadores quedan libres a partir de este jueves.
Un capítulo negro del fútbol francés, una historia que jamás debió ser contada, una pesadilla, se consumó definitivamente este jueves. El Girondins de Burdeos notificó a la Federación Francesa de Fútbol que renuncia a su status de club profesional, distinción que ostentaba desde 1937, y que, además, cierra su centro de formación y todos los jugadores con contrato esta temporada quedan libres. Una noticia esperada, pero que provoca una crisis sin precedentes en un equipo que había ganado seis ligas y que, por sus filas, había tenido a jugadores como Zinedine Zidane, Pauleta, Tigana, Giresse, Gourcuff, Tchouaméni o Jules Koundé, entre otros muchos.
Es la crónica de una muerte anunciada, un secreto a voces, una crisis que se remonta a más de un lustro, cuando los propietarios americanos de King Street fueron, paulatinamente, matando la identidad de un histórico del fútbol francés. Bajo su mandato, el Girondins de Burdeos cambió de estadio, el Matmut Atlantique, con pérdidas millonarias, y también sufrió, con el rechazo de los aficionados, el cambio de su escudo, volviendo al original años después.
Fue tal la crisis de King Street que los propios inversores intentaron engañar a los aficionados con métodos más que discutibles. Por ejemplo, el hecho de esgrimir que no quedaban entradas ‘normales’ para intentar vendérselas más caras en zonas de lujo. Hartos de la gestión, el fondo de inversión, incluso, con un coste del estadio desmesurado, anunció que tenía como intención demoler 7.000 asientos con el objetivo de reducir las pérdidas operacionales del Matmut Atlantique, a las afueras de la ciudad, a diferencia de Chaban Delmas, símbolo de la villa de Burdeos.
Longuépée, presidente en su día del Girondins de Burdeos, también fue el artífice de distintos métodos en los que llevó al club a la ruina y a declararse en bancarrota. Lo cogió, junto a King Street, con posibilidades de disputar competiciones europeas, pero su gestión fue funesta, provocando que, cada temporada, con el agua al cuello, con deudas extraordinarias, el equipo se salvara de forma milagrosa. Hasta que la burbuja estalló definitivamente y su situación económica fue insostenible.
Tras declararse en quiebra, en 2021, el hispano-luxemburgués Gerard Lopez cogió las riendas del club, al que fue manteniendo con una deuda acumulada que ha terminado haciendo estragos en la entidad del sur de Francia. Esta semana, el martes, el Girondins de Burdeos anunció que no podía asumir los 40 millones de euros que le requería el organismo financiero del fútbol francés, la DNCG, y que aceptaba, sin réplica, el descenso administrativo a la tercera división del fútbol francés.
Gerard Lopez, que se ha mantenido en el sillón hasta el úlitmo día, el mismo que dejó al Lille con un deuda histórica, el mismo que provocó la desaparición del Mouscron belga, el que mantiene en vilo al Boavista portugués, decidió no inyectar más dinero, pero además, tampoco busco vías de financiación, salvo la de Fenway Sports, el propietario del Liverpool, con el que mantuvo conversaciones, pero ya era demasiado tarde para encontrar una solución.
El Girondins de Burdeos decidió renunciar a ser profesional para que la cantera y los contratos de los jugadores que tiene en la plantilla, que quedan libres bajo efecto inmediato, no le cuesten más dinero y aligere la deuda (90 millones de euros) que acarrea desde hace bastantes años. Gerard Lopez sigue en el cargo, pero los aficionados, hartos de la gestión, en shock por cómo se ha resuelto el futuro de uno de los equipos con más historia de la Ligue 1, pedirán su dimisión. Una situación inédita, trágica, que hace estragos en un fútbol francés que, económicamente hablando, atisba un futuro decadente.