Trump ordena cambiar el nombre del Departamento de Defensa a Departamento de Guerra

Por Redacción
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Trump había anticipado la decisión durante declaraciones a la prensa en el Despacho Oval la semana pasada. “Lo llamamos Departamento de Defensa, pero entre nosotros creo que le voy a cambiar el nombre”, dijo. “Ganamos la Primera Guerra Mundial, ganamos la Segunda. Entonces se llamaba Departamento de Guerra, y para mí eso es lo que es de verdad. Defensa es una parte, pero tengo la sensación de que lo vamos a cambiar”.

El anuncio marca un giro simbólico en la política de seguridad nacional de Estados Unidos. Desde 1947, tras la Segunda Guerra Mundial, el país había mantenido la denominación de Departamento de Defensa, introducida por el presidente Harry Truman en el marco de la reorganización militar que separó a la Fuerza Aérea del Ejército y unificó su mando con la Marina.

El eventual regreso al nombre original implica un intento de Trump de reforzar el discurso de “fuerza y dominación” que ha caracterizado sus mensajes hacia rivales estratégicos como China, Irán y Rusia, así como hacia actores no estatales vinculados al terrorismo y el narcotráfico.

El Departamento de Guerra fue una institución clave desde la independencia de Estados Unidos en 1776 hasta mediados del siglo XX. Durante décadas, supervisó las principales campañas militares, desde la Guerra Civil hasta las dos guerras mundiales. Su transformación en el Departamento de Defensa en 1947 fue vista como un esfuerzo por modernizar y coordinar mejor las capacidades militares en una era marcada por la Guerra Fría.

La decisión de Trump de revertir esa denominación revive un debate sobre la naturaleza del poder militar estadounidense. Críticos advierten que el cambio no es meramente semántico, sino que busca enviar un mensaje claro al interior y exterior del país: Estados Unidos prioriza la ofensiva por encima de la defensa.

En una visita a una base militar en Georgia el jueves, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, insinuó que el cambio estaba próximo. “Quizá el nombre de mi cargo sea diferente a partir del viernes”, bromeó con cadetes presentes en el acto.

Hegseth, ex presentador de Fox News y uno de los hombres de confianza de Trump en el Pentágono, se ha referido en reiteradas ocasiones a los miembros de las Fuerzas Armadas como “guerreros”. Desde su llegada, ha impulsado una agenda que busca dejar atrás las políticas de diversidad e inclusión promovidas en años recientes y centrarse en lo que denomina “letalidad militar”.

Entre sus decisiones más controversiales están la prohibición de enlistamiento de personas homosexuales y transexuales, y la destitución de altos mandos que, según él, fueron nombrados por “políticas de promoción de minorías” que debilitaban la fuerza del ejército. Entre los destituidos figura el general C.Q. Brown, jefe del Estado Mayor Conjunto, cuya salida provocó fuertes críticas tanto dentro como fuera de las filas militares.

La medida ha generado reacciones encontradas incluso antes de ser oficializada. Legisladores demócratas acusaron a Trump de manipular símbolos históricos con fines políticos, mientras que algunos aliados republicanos lo respaldaron como un gesto de reafirmación del poder militar estadounidense.

“Esto no es un simple cambio de nombre. Es un mensaje al mundo de que Trump quiere un ejército preparado para atacar, no solo para defenderse”, señaló la senadora demócrata Tammy Duckworth, veterana de guerra.

Por su parte, el senador republicano Tom Cotton defendió la iniciativa: “Estados Unidos siempre ha sido fuerte porque no teme llamar las cosas por su nombre. Somos una nación en guerra contra el terrorismo, contra el narcotráfico y contra quienes buscan desafiarnos”.

En el plano internacional, analistas consideran que el cambio podría tensar aún más las relaciones con aliados y adversarios. Para algunos gobiernos europeos, la medida representa un retroceso simbólico en el esfuerzo de décadas por presentar a Estados Unidos como un garante de seguridad colectiva bajo el paraguas de la OTAN.

China e Irán, por su parte, podrían utilizar el cambio como argumento para reforzar sus críticas hacia Washington, al considerarlo una señal de militarismo abierto. “El Pentágono ya era visto como el epicentro de las operaciones militares globales de Estados Unidos. Llamarlo de nuevo Departamento de Guerra legitima esa percepción”, explicó Michael O’Hanlon, experto en seguridad del Brookings Institution.

Organizaciones civiles y de veteranos también han levantado la voz. El grupo VoteVets, integrado por excombatientes, afirmó que el cambio es “innecesario, divisionista y peligroso”. Según el colectivo, la decisión de Trump busca “alimentar su narrativa de hombre fuerte en un año electoral, a costa de la tradición y de la imagen internacional del país”.

El impacto práctico del cambio es incierto. Aunque el nombre de la institución se modificaría en documentos oficiales, edificios y comunicaciones públicas, las funciones del Pentágono permanecerían intactas. Sin embargo, el simbolismo del gesto podría influir en la cultura interna de las Fuerzas Armadas y en la forma en que Washington proyecta su poder al exterior.

En los próximos días, el Congreso podría pronunciarse sobre el tema. Si bien el presidente tiene facultades para emitir órdenes ejecutivas en materia administrativa, un cambio formal de denominación podría requerir la aprobación legislativa. Esto abriría un nuevo frente de confrontación política entre republicanos y demócratas en el Capitolio.

Mientras tanto, Trump se prepara para rubricar la orden en un acto oficial que, según fuentes, incluirá un discurso en el que reivindicará la “grandeza histórica” del Departamento de Guerra. El evento tendrá lugar en el Pentágono, donde se espera la presencia de altos mandos militares y funcionarios de la Casa Blanca.

Para Trump y su círculo cercano, el regreso al nombre original es una forma de reescribir la narrativa de Estados Unidos como nación que no solo se defiende, sino que lidera desde la fuerza. Para sus críticos, es una muestra más de un estilo de gobierno que privilegia la confrontación y los gestos de poder por encima de la diplomacia.