Por Redacción
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En su primer mandato, Donald Trump probó los límites del uso del ejército para avanzar en sus objetivos políticos.
Ahora, mientras busca regresar a la Casa Blanca, el exmandatario y sus aliados planean ir aún más lejos, reconfigurando el papel de las Fuerzas Armadas como una herramienta todopoderosa que podría desplegarse dentro de las fronteras de Estados Unidos.
Trump ha prometido retirar a miles de soldados desplegados en el extranjero para enviarlos a la frontera entre Estados Unidos y México. Además, ha considerado el uso de tropas para llevar a cabo deportaciones masivas y controlar disturbios civiles, así como la posibilidad de destituir a oficiales que no compartan su ideología. Estas propuestas marcarían un cambio radical en el rol tradicional del ejército y tendrían implicaciones significativas para la posición de Estados Unidos en el escenario global y para las restricciones históricas sobre el uso de las Fuerzas Armadas en suelo nacional.
Un cambio sin precedentes en la política militar
El plan de Trump, esbozado en su plataforma conocida como Agenda 47, busca redirigir recursos militares para atender prioridades internas. Entre sus promesas destaca la movilización de miles de soldados hacia la frontera sur para combatir la inmigración irregular. También propone “declarar la guerra” a los cárteles de droga y usar la Armada para bloquear e inspeccionar embarcaciones sospechosas con el fin de frenar el contrabando de fentanilo.
El expresidente ha afirmado que su administración podría utilizar tanto a la Guardia Nacional como al ejército en operativos destinados a deportar a millones de inmigrantes que no tengan un estatus legal permanente. Si bien la campaña de Trump ha evitado detallar cuántas tropas serían trasladadas a la frontera, sus asesores han indicado que se trataría de una misión amplia, con el respaldo de las agencias más poderosas del gobierno federal.
“Podría haber una alianza entre el Departamento de Justicia, el Departamento de Seguridad Nacional y el Departamento de Defensa. Esos tres departamentos tendrían que coordinarse de una manera que no se ha hecho antes”, explicó Ron Vitiello, exdirector interino del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) durante el gobierno de Trump.
Enfocado en la inmigración y el orden público
Durante un mitin reciente en Colorado, Trump presentó un tono agresivo en relación con la inmigración y el crimen. En su discurso, calificó a Aurora, un suburbio de Denver, como una “zona de guerra” bajo control de pandillas venezolanas. Sin embargo, las autoridades locales aseguraron que la violencia se limitó a un solo bloque y que el área ya ha recuperado la seguridad.
“Voy a rescatar a Aurora y a cada ciudad que haya sido invadida y conquistada”, declaró Trump ante sus seguidores. “Encerraré a esos criminales sedientos de sangre o los expulsaré del país”.
Trump ha utilizado discursos similares para conectar su política migratoria con una narrativa de seguridad pública, prometiendo tomar medidas drásticas contra los inmigrantes sin estatus legal. Estas propuestas coinciden con su énfasis en reforzar la seguridad fronteriza y en utilizar al ejército para intervenir en cuestiones de orden interno.
Implicaciones globales y desafíos internos
Los planes del expresidente surgen en un contexto internacional complejo, con conflictos activos en Europa y Oriente Medio. Aun así, Trump ha indicado que su prioridad sería atender problemas domésticos mediante la reducción del despliegue militar en el extranjero. Esta reconfiguración del ejército podría cambiar la forma en que Estados Unidos ejerce su influencia global y plantea interrogantes sobre las consecuencias a largo plazo.
La propuesta de movilizar tropas en territorio nacional también podría generar resistencia entre los mandos militares, acostumbrados a mantener la neutralidad política de las Fuerzas Armadas. En el pasado, varios oficiales se opusieron a las decisiones de Trump relacionadas con el uso del ejército para controlar protestas civiles, lo que generó tensiones entre el exmandatario y las instituciones militares.
Si Trump regresa al poder, se espera que estas fricciones resurjan, especialmente si intenta despedir a oficiales que no se alineen con su visión. La influencia de la ideología en la toma de decisiones militares podría representar un cambio significativo respecto a las prácticas actuales.
Preparativos para un segundo mandato
A medida que la campaña de Trump avanza en su enfrentamiento con la actual vicepresidenta Kamala Harris, sus promesas de reforzar la seguridad fronteriza y reestructurar al ejército ocupan un lugar central en su discurso. Sin embargo, aún no está claro cómo se implementarían estas medidas y cuáles serían sus repercusiones legales y operativas.
La visión del exmandatario, que busca un uso más amplio del poder militar en territorio nacional, plantea importantes interrogantes sobre los límites constitucionales y el equilibrio entre las distintas ramas del gobierno. Si bien sus propuestas atraen a una base de votantes que exige acciones contundentes en temas de inmigración y seguridad, también generan preocupación entre expertos en política exterior y defensa, quienes advierten sobre los riesgos de militarizar asuntos internos.
Con la elección cada vez más cerca, el país se encuentra ante la posibilidad de un cambio profundo en la relación entre el gobierno civil y las Fuerzas Armadas, un escenario que podría redefinir el papel del ejército en la sociedad estadounidense.