Por Agencias
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Los rescatistas hacían un último esfuerzo el jueves para encontrar sobrevivientes del terremoto que sacudió a Turquía y Siria esta semana y que dejó muchas comunidades irreconocibles para sus habitantes.
El número de muertos confirmados ya supera los 20.000, y el presidente turco declaró que este es “el desastre del siglo”.
El sismo afectó una zona que alberga a 13,5 millones de personas en Turquía y a una cifra desconocida en Siria. Incluso con un ejército de personas que participan en las labores de rescate, los equipos tuvieron que escoger los sitios donde iban a ayudar.
Las imágenes tomadas desde el aire mostraban el alcance de la devastación, con barrios enteros de rascacielos reducidos a metal retorcido, hormigón pulverizado y cables expuestos.
En Adiyaman, periodistas de The Associated Press vieron a una persona suplicando a los rescatistas que buscaran entre los escombros de un edificio donde habían quedado atrapados sus familiares. Estos se negaron, señalando que no había nadie con vida allí y que tenían que dar prioridad a zonas donde podría haber sobrevivientes.
Un hombre que sólo se identificó como Ahmet por temor a represalias por parte del gobierno, dijo a la AP más tarde: “¿Cómo puedo ir a casa y dormir? Mi hermano está allí. Podría seguir vivo”.
La cifra de muertes por el terremoto de magnitud 7,8 del lunes aumentó a cerca de 21.000, eclipsando los más de 18.400 decesos registrados en el sismo de 2011 en Fukushima, Japón, que provocó un tsunami, así como a la cantidad estimada de 18.000 personas que murieron en un sismo cerca de Estambul, Turquía, en 1999.
La cifra actualizada, que se tiene previsto que siga aumentando, incluye más de 17.600 personas que fallecieron en Turquía y más de 3.300 que perdieron la vida en Siria. Decenas de miles más resultaron heridos.
Aunque los expertos señalaron que la gente podría sobrevivir por una semana o más, las probabilidades de encontrar sobrevivientes en las gélidas temperaturas eran escasas. Mientras los equipos de emergencia y familiares excavaban entre los escombros, y en ocasiones encontraban gente con vida, las labores de rescate empezaron a centrarse en la demolición de estructuras inestables.
La agencia de noticias DHA transmitió el rescate de una niña de 10 años en Antakya. Señaló que los médicos tuvieron que amputarle el brazo para liberarla y que sus padres y tres hermanos habían muerto. Una joven de 17 años emergió con vida en Adıyaman, y una persona de 20 años fue encontrada con vida en Kahramanmaras por rescatistas que gritaron “Dios es grande”.
En Nurdagi, una ciudad de unos 40.000 habitantes ubicada entre montañas nevadas a unos 56 kilómetros (35 millas) de distancia del epicentro del sismo, amplias franjas de la urbe fueron arrasadas, y difícilmente se veía un edificio que no hubiera sido afectado. Incluso los que no se derrumbaron sufrieron graves daños que los hicieron inseguros.
Una multitud de espectadores, en su mayoría familiares de personas atrapadas en el interior, observaban cómo máquinas pesadas trabajaban en un edificio que se había derrumbado, cuyos pisos terminaron encajados uno sobre otro con poco más que unos centímetros de separación.
Mehmet Yilmaz, de 67 años de edad, observaba a lo lejos mientras las excavadoras y demás equipo de demolición empezaban a derribar lo que quedaba del edificio donde seis miembros de su familia quedaron atrapados, incluidos cuatro niños.
Calcula que alrededor de 80 personas siguen atrapadas en la estructura colapsada, pero dudaba que alguno fuera encontrado con vida.
“No hay esperanza. No podemos renunciar a nuestra esperanza en Dios, pero entraron en el edificio con dispositivos sonoros y perros y no había nada”, manifestó Yilmaz.
Mehmet Nasir Dusan, de 67 años, estaba sentado viendo cómo los restos de un edificio de nueve pisos eran derribados por las excavadoras, creando nubes de polvo. Comentó que tampoco tenía la esperanza de volver a reunirse con los cinco miembros de su familia que quedaron atrapados bajo los escombros.
Sin embargo, señaló, recuperar sus cuerpos le daría algo de consuelo.
“No nos vamos a ir de este lugar hasta que podamos recuperar sus cuerpos, aunque tardemos 10 días”, dijo. “Mi familia está hecha trizas ahora”.
En Kahramanmaras, la ciudad más cercana al epicentro del sismo, un centro deportivo del tamaño de una cancha de baloncesto funcionaba como una morgue improvisada para acomodar e identificar cadáveres.
En el piso había decenas de cuerpos envueltos en mantas o sudarios negros. Al menos uno de ellos parecía ser el pequeño cuerpo de un niño de 5 o 6 años.
En la entrada de la morgue, un hombre lloraba a gritos sobre una bolsa para cadáveres negra que yacía junto a otra en la caja de una camioneta.
“¡Tengo 70 años! ¡Dios debió llevarme a mí, no a mi hijo!”, decía entre lágrimas.
Los trabajadores seguían llevando a cabo operativos de rescate en Kahramanmaras, pero estaba claro que muchos de los que estaban atrapados en edificios colapsados ya habían muerto. Se podía escuchar a un rescatista diciendo que su estado psicológico iba en declive y que el olor a muerte se estaba volviendo insoportable.
En el noroeste de Siria, llegaron los primeros camiones de ayuda de la ONU desde el terremoto a la zona controlada por los rebeldes procedentes de Turquía, poniendo de relieve la dificultad de hacer llegar ayuda a la población. En la ciudad turca de Antakya, decenas de personas se congregaron ante un camión que distribuía abrigos para niños y otros suministros.
Un sobreviviente, Ahmet Tokgoz, pidió al gobierno evacuar a la gente de la región. Muchos de los que han perdido sus viviendas se refugiaban en tiendas de campaña, estadios y otros alojamientos temporales, pero algunos han tenido que dormir a la intemperie.
“No es posible vivir aquí, especialmente con este frío”, dijo. “Si la gente no ha muerto por estar atrapada bajo los escombros, morirá de frío”.
El clima invernal y los daños en las carreteras y aeropuertos han dificultado la respuesta. Algunas personas en Turquía se han quejado de que la respuesta del gobierno fue lenta, una percepción que podría afectar al presidente turco Recep Tayyip Erdogan en momentos en los que enfrenta una dura batalla por la reelección en mayo.
“Como saben, el sismo impactó una zona de 500 kilómetros (311 millas) de diámetro en la que viven 13,5 millones de nuestros ciudadanos, lo que dificultó nuestro trabajo”, dijo Erdogan el jueves.
En la localidad turca de Elbistan, los equipos de rescate que trabajaban en los escombros de una casa derrumbada lograron sacar a una anciana.
Los socorritas pedían silencio con la esperanza de escuchar pedidos de ayuda, y el grupo de paramédicos sirios conocido como Cascos Blancos señaló que “cada segundo podría significar salvar una vida.”
Pero los equipos sacaban cadáveres cada vez con mayor frecuencia. En Antakya, se esperaba la identificación de más de 100 cuerpos en una morgue improvisada afuera de un hospital.
A medida que disminuían las esperanzas de encontrar gente con vida, los equipos empezaron a demoler edificios en algunos lugares. Las autoridades suspendieron las operaciones de búsqueda y rescate en las ciudades de Kilis y Sanliurfa, donde la destrucción no era tan grave como en otras regiones.
Mientras tanto en Siria, la ayuda llega poco a poco. La ONU cuenta con la autorización para entregar ayuda a través de un solo cruce fronterizo, y los daños en las carreteras lo han impedido hasta ahora. Funcionarios de la ONU pidieron que las cuestiones humanitarias prevalecieran sobre la política bélica.
De momento no estaba claro cuántas personas siguen desaparecidas en ambas naciones.
La agencia de manejo de emergencias de Turquía dijo que más de 110.000 miembros del personal de rescate estaban participando en las labores y que se habían enviado más de 5.500 vehículos, como tractores, grúas, excavadoras y retroexcavadoras. El Ministerio de Asuntos Exteriores dijo que 95 países han ofrecido su ayuda.