Por Carlos Hernández
Editor@latinocc.com
El reciente cierre de gobierno no solo significó la paralización de las agencias federales. Fue, en realidad, un secuestro de la soberanía nacional y un abuso de poder sin precedentes en la historia moderna de Estados Unidos, orquestado por Donald Trump y sus secuaces republican@s.
Durante 41 días de parálisis, Mike “MAGA” Johnson, títere y actual líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, se encargó de mantener fuera de sesión al Congreso.
Además, ordenó a toda su bancada que no negociara con l@s demócratas, únicamente porque así lo dictó su amo político: Donald Trump.
Por donde se le mire, la realidad es innegable: el Partido Republicano secuestró al gobierno federal en un nuevo acto de corrupción que desafía los límites conocidos en esta gran nación.
La actual administración, con la anuencia de los legisladores de su partido, ha convertido el ejercicio del poder en una herramienta de chantaje.
Parece que much@s funcionarios republican@s olvidan que fueron elegidos democráticamente como servidores públicos, con la responsabilidad de proteger los intereses de quienes los eligieron.
Su cargo no implica ejercer poder absoluto, porque en este país no vivimos en una monarquía, ni con reyes ni con una clase noble que pueda gobernar a su antojo.
Sin embargo, con el regreso de Trump a la Casa Blanca, l@s republican@s se han encargado de violar abiertamente leyes estatales y federales, normalizando una toma del poder sin precedente.
Su conducta ha pisoteado el marco legal, institucional y ético del país.
Mantener secuestrado al gobierno federal durante más de un mes, impidiendo el pago de salarios a más de un millón de trabajadores, paralizando programas sociales, alimenticios y sanitarios, no fue una acción política estratégica.
Fue una extorsión institucionalizada para favorecer los intereses de una clase multimillonaria, de inversionistas y corporaciones que nada tienen que ver con el bienestar del pueblo estadounidense.
Para este Partido Republicano radicalizado, hoy más cercano a una ultraderecha autoritaria, los temas sociales, económicos y de salud pública simplemente no les importan, les van y les vienen ya que no tiene ningún beneficio en su desquiciada sed por el poder.
Quedaron atrás los tiempos de servidores con ética, con principios, con respeto por el Estado de derecho y la democracia, porque hoy, Estados Unidos ha dejado de ser la envidia democrática del mundo.
La época en la que la justicia imperaba sobre la impunidad, donde el más necesitado era valorado, donde l@s corrupt@s eran castigad@s.
Hoy, en el mejor de los casos, son solamente un vago recuerdo, son fragmentos, materializados en unos cuant@s funcionari@s que aún guardan esos valores e ideales, y que verdaderamente comprenden lo que significa servir al pueblo.
Y es que el vil secuestro al que Trump y sus cómplices sometieron al gobierno federal es una prueba clara de que la ambición desmedida, la corrupción sin límites, la codicia y, sobre todo, la mentira, son el combustible de la maquinaria republicana como estrategia para mantener el poder.
Es una evidencia clara de que el motor de la maquinaria republicana actual no es el patriotismo, ni la legalidad, ni el deber constitucional.
No hace falta ser un analista político para entenderlo: la decadencia política y social de este país ha alcanzado uno de sus puntos más críticos en casi 250 años de historia.
Quisiera equivocarme, pero como lo he señalado en editoriales anteriores desde hace más de un año, las secuelas del peor presidente en la historia de Estados Unidos podrían durar décadas… y marcar el colapso de esta nación como potencia económica, democrática y vanguardista en el mundo.
