El joven director californiano Scott Derrickson tiene ya la mano rota por lo que al género fantástico se refiere, especialmente en el terreno del terror; con sólidos éxitos como El exorcismo de Emily Rose (2005) o la aterradora Sinister (2012).
Con Doctor Strange se ha enfrentado sin duda a su film más ambicioso y complejo hasta la fecha.
Según él mismo, manejar el tono ha sido lo más complicado, ya que al tratarse de una cinta de Marvel Studios, el coctel explosivo está asegurado; una buena dosis dramática, constantes puntos cómicos marca de la casa y los efectos digitales más espectaculares que se puedan concebir.
A fin de cuentas, Derrickson ha podido hilar con su gran trabajo de dirección todos estos elementos de una forma coherente, amena y simpática en la que es sin duda la experiencia cinematográfica más estimulante visualmente del año.
Es verdad que los ecos del fascinante mundo que creó Christopher Nolan con su inolvidable Inception (2010) son inevitables.
En Katmandú, Nepal, un malvado hechicero llamado Kaecilius (Mads Mikkelsen) entra al Kamar-Taj y decapita brutalmente a su bibliotecario, o, más bien dicho, el guardián de textos místicos, para robarle las páginas sagradas de un ritual prohibido.
La Anciana (Tilda Swinton) persigue a los traidores hasta Londres abriendo un portal dimensional, pero Kaecilius consigue escapar, en una espectacular escena al más puro estilo de los prólogos de James Bond.
El Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es el mejor neurocirujano de Nueva York. Arrogante y egocéntrico, no se preocupa lo más mínimo por la gente que le rodea, ni siquiera de su preciosa compañera y ex amante, Christine Palmer (la siempre querida Rachel McAdams).
Una noche, después de realizar con éxito una delicada operación cerebral de vida o muerte con sus manos, Strange toma su lujoso Lamborghini para acudir a una importante convención, pero está más pendiente de su móvil y de su trabajo que de la carretera.
Debido a su poca atención, se produce un choque a máxima velocidad que se convierte en un aparatoso, brutal y espectacular accidente que le deja inconsciente y con sus valiosas manos totalmente destrozadas. Ironías de la vida, o una cuestión de karma.
Cuando Strange despierta malherido en el hospital, Christine es la única persona que trata de ayudarlo a tirar adelante, aunque a partir del accidente le vaya a ser imposible volver a ejercer como doctor.
Pero él quiere sanar sus heridas tan rápido como sea posible, invirtiendo todos sus ahorros para someterse a todo tipo de cirugías experimentales. Finalmente, y al borde de la bancarrota, Strange consigue, a través de su fisioterapeuta, el contacto de un tal Jonathan Pangborn (Benjamin Bratt), un parapléjico que, misteriosamente, fue capaz de caminar de nuevo.
Pangborn empatiza con Strange y le guía hasta Kamar-Taj. Una vez allí es acogido por el hechicero Karl Mordo (Chiwetel Ejiofor).
Strange, al ser científico, cree saberlo todo sobre este mundo y es escéptico en relación a la importancia de la conexión entre mente, cuerpo y espíritu que le ofrece la medicina oriental, llegando a ridiculizar a los milenarios conocimientos de las artes místicas de la Anciana, que harta de su falta de fe le golpea secamente, separando su plano astral de su cuerpo y mostrándole otras dimensiones que le eran desconocidas, como si de la escena climática de 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) se tratara.
Ahora, Stephen cree y le ruega que le enseñe. Finalmente decide acogerlo porque ve en él un gran potencial que podrá serle muy útil a la humanidad contra el enorme poder puesto en mal uso de Kaecilius.
Aquí empieza un largo entrenamiento, hasta que Strange adquiere todos los poderes que necesita, gracias al ojo de Agamotto y a la fantástica capa que lo escoge, para luchar en la increíble misión que tiene por delante.
Destacar la secuencia de acción en Nueva York como la más espectacular del film, escena en la que Stan Lee, creador de los comics del personaje, decide hacer su habitual cameo. El clímax final en Hong Kong tampoco tiene ningún desperdicio.
Antes de su estreno en Estado Unidos, Dr. Strange ya ha recaudado lo que costó, $165 millones de dólares, así que sin duda será otro espectacular éxito de taquilla.
Como dato curioso, Benedict Cumberbatch estuvo un año sabático de voluntario como profesor de Inglés en un monasterio Budista en Darjeeling, India, y dice haber sacado elementos de esa experiencia de gran trascendencia para preparar su personaje. Por último decir que vale la pena esperar a que acabe la primera ronda de créditos para ver la escena sorpresa que hay al final. ν
Geoffrey Cowper catalán, graduado en Dirección Cinematográfica en Barcelona y director de varios films.