El primero de enero, estaba yo en mi camita bien cobijado, soñando con que México estaba jugando en la final de la Copa Mundial cuando de repente suena mi teléfono, justo cuando el árbitro pitaba un penal a favor del Tri.
Bien encorajinado, le contesté a mi cuñado Pedro “El Hawaiano”.
El muy desconsiderado, me hablaba a las 11:00 de la madrugada para desearme un feliz Año Nuevo. “¡Felices mis narices!”, le dije.
“Tú, los romanos y Julio César y Augusto y Gregorio me han echado a perder un buen sueño y por culpa de ustedes México nunca será campeón del mundo”.
Con toda razón, el Hawaiano me preguntó que de qué demonios hablaba.
Ya un poco más sereno y menos atolondrado le ofrecí disculpas, le desee un feliz año y lo invité a almorzar unos chilaquiles para explicarle lo de los romanos.
Una gran parte de nuestra vida cotidiana gira alrededor del calendario: semana laboral, cumpleaños, meses, quincenas, etc. y no podemos olvidar viernes social, sábado deportivo y domingo familiar.
Pero, la verdad es que nuestro calendario, aunque bueno, no es exacto y nunca ha existido un calendario exacto.
Por la sencilla razón de que todos los calendarios existentes se basan ya sea en los ciclos de la luna o del sol y estos ciclos cambian cada rato.
Los sabios de hace muchísimos años se dieron cuenta que había 12 lunas llenas cada año; así que se les ocurrió la idea de dividir el año en 12 meses o sea un año lunar.
El problema es que no hay 12 lunas llenas cada año sino 12 y un pedacito más; a veces tenemos 12 lunas llenas en un año y a veces 13.
Por otro lado, el ciclo solar se basa en el tiempo que tarda la Tierra en darle una vuelta al Sol o sea un año.
Pero, resulta que un año no tiene exactamente 365 días sino 365 días, 5 horas, 48 minutos y un poco más de 34 segundos y para acabarla de amolar, ¡el año no siempre dura lo mismo!
Así que no importa cuál calendario usemos: Lunar, Gregoriano, Juliano, Azteca o Chino, todos son inexactos y poco a poco necesitan ajustarse como un reloj que se atrasa o se adelanta.
Para que se den cuenta de lo loco que es nuestro calendario, ahí les van unos botones de muestra:
Según “los chismes”, hace unos 2,700 años Rómulo, el famosísimo fundador y primer rey de Roma, inventó un calendario de 10 meses de 30 ó 31 días llamados: Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, September, October, November y December.
El año de 304 días empezaba en Martius (marzo).
El segundo rey romano Numa Pompilio, le agrega los meses de Ianuarius (enero) y Februarius (febrero) al final del año e inventa otro mes (mercedinus) que toma el lugar de febrero cada tercer año o sea un año sí y el otro no.
Luego, por el año 47 de nuestra era, llegó Julio César, que no se quedó en rey sino que era Emperador Romano, y bajo sus órdenes, cambia el año nuevo al primero de enero, inventa el año bisiesto, le quita un día a febrero (se queda en 29) y se lo agrega a Quintilis que ahora se llamará Iulius o julio en honor del César… nomás para presumir. Y así se crea el “Calendario Juliano”.
Luego llega otro emperador romano, Cesar Augusto, que se sentía más “chucha cuerera” que el anterior.
Augusto también quiere su propio mes con hartos días así que ordena que el mes sixtilis ahora se llame Augustus (agosto), y que le quiten otro día a febrero para dárselo a agosto (pobrecito de febrero, ahora se queda en 28).
Julio César ordenó que se celebrara el año nuevo el primero de enero pero la verdad es que casi nadie le hizo caso y seguían celebrando a finales de marzo, el día de la Anunciación.
Hasta que, en 1582, llegó el Papa Gregorio XIII, que no solamente ajustó el calendario (estaba 10 días adelantado) sino que también ajustó las reglas del año bisiesto y ordena y requeteordena que enero es el primer mes del año.
Este es el Calendario Gregoriano que usamos hoy en día y por este, salimos a pegar de gritos a la medianoche del 31 de diciembre.
Si tenemos 12 meses en el año o 18 como en el calendario Maya; si tenemos 7 días en una semana; si el mes tiene 28 o más días; si el año empieza en enero, febrero (calendario chino) o marzo todo es porque alguien, por interés propio así lo decidió y con el tiempo se volvió tradición o costumbre.
Claro que es muy importante que todos estemos de acuerdo en un solo calendario pero esa no es razón suficiente para que mi cuñado “El Hawaiano”, me despierte en el momento más inoportuno, justo cuando México quizá iba ser campeón del Mundo.