Y que llega el mes de septiembre, y que seguimos en la famosa “cuarentena”; estamos a 6 meses de cuando escuchamos por primera vez que nuestras vidas estaban por cambiar, y que tendríamos que aprender a vivir en aislamiento.
Todavía recuerdo como si fuera ayer, cuando la frase de “quédate en casa, salva vidas” significaba filas eternas en los supermercados desde las seis de la mañana, con gente comprando desinfectante para manos y papel de baño al por mayor, muchos seguramente aún disfrutan de sus compras de pánico hasta este momento, ya que la gente compraba rollos de papel higiénico como si quisieran hacer una burbuja de papel donde resguardarse del Covid-19.
Los estantes de las tiendas vacíos, las personas acostumbrándonos a utilizar el cubre bocas, las miradas de los unos a los otros con miedo pensando de que pudieran traer el virus y que nos contagiarían de tan solo vernos.
A medio año de esto, poco ha cambiado, los reglamentos aún continúan para aplicar el aislamiento, el uso del cubre bocas es algo ya más natural, nos estamos acostumbrando a tener menos contacto social de manera física, pero las emociones y nuestras ganas de regresar a lo conocido, nuestras viejas normalidades aún están presentes y se hacen cada día más fuerte.
En casa no escucho noticias, mis hijos no ven nada de esto en la televisión ni en redes sociales, lo que ellos saben es lo que escuchan de platicar con sus amigos por zoom y lo que yo les trato de explicar al intentar darles razones de por qué no podemos ver a todos sus amiguitos, por qué no podemos ir a visitar a nuestra familia en México, por qué no podemos ir a la escuela como antes y el porqué de la importancia de protegernos con cubre bocas al salir y el lavarnos las manos constantemente.
A pesar de que mi manera de explicar lo anterior es simple, la manera en que vivimos esta nueva normalidad si ha afectado más de lo que creía el pensamiento y sentir de mis peques.
Mi hija Padme Valentina hace unos días me dijo que quería inventar algo para que le pagaran un millón de dólares por su invento, o en su defecto encontrar un trabajo que le pudiera pagar $20 mil dólares.
Así, empezamos a hacer lluvia de ideas si vender limonadas en alguna esquina, si ir a lavar los carros de los vecinos, etc. cuando le pregunté para que quería ese $1 millón de dólares su respuesta me conmovió.
“Mami, si yo tuviera un millón de dólares, se lo daría todo a un científico para que acabara con el virus y poder ver a mi familia y amigos otra vez”.
Hay muchas cosas que pasan por esa cabecita, tan madura, tan enfocada en encontrar las soluciones y tan consciente de esta realidad en la que estamos viviendo.
Hay mucho que no podemos controlar en este momento, dentro de lo que sí está en nosotros es aprender a conocernos y trabajar en mejorar nuestra salud mental, y me doy cuenta que a pesar de todo lo negativo que ha llegado con esta pandemia, los cambios de ritmo de vida y la apreciación de valores son cosas que los pudimos apreciar gracias a este virus y son esas cosas que desearía capturar para mostrárselos a mis peques cuando estén grandes.
Estamos viviendo en una era de transición y muchos cambios, esto que están viviendo ellos a su corta edad será parte de los libros de historia en un futuro, así que me decidí a empezar a formarles un estilo de cápsula de tiempo para recordar cómo vivimos la cuarentena más eterna debido al Covid-19.
Dentro de nuestra cápsula de tiempo tendremos fotos de nosotros con cubre bocas, algunos recortes de periódico donde hablen de la situación que vivimos localmente, algo que nos recuerde los juegos de mesa que hemos jugado en casa, los dibujos que se han hecho aquí, cubre bocas, no puede faltar unos trozos de papel higiénico o la caja de toallitas de cloro, etc.
Nosotros hemos empezado con la costumbre de que antes de dormir, cada quien agradece por tres cosas que tuvo en ese momento, a partir de hoy, las empezaré a anotar en un cuaderno para también incluir estos recuerdos y agradecimientos en la cápsula de tiempo.
Escribir las cosas que hacemos para pasar el tiempo, fotografías de nuestros momentos, incluso de esos momentos de locura en los que parece que esto no terminará nunca, pero también de esos momentos en que nos damos cuenta de que estamos juntos y estamos bien.
Un horario con clases por medio de Zoom, cómo hemos celebrado los cumpleaños haciendo desfiles de carros en estos tiempos de pandemia, y terminar con una carta para nosotros mismos en un futuro.
Creo que esta parte será la más complicada de alcanzar, pero al mismo tiempo la más simbólica y valiosa que nos podremos dar a nosotros mismos del futuro.
Ojalá y se unan a nosotros a darle un giro a lo que estamos viviendo y que juntos capturemos la historia que estamos escribiendo y saber que estamos juntos, a pesar del aislamiento.