Por Agencias
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El libro de los ‘Récord Guinness’ la cataloga como la telenovela de mayor éxito en el mundo, y regresa este 2024 con una nueva temporada en Amazon Prime que se estrena hoy.
Betty la fea, la telenovela más exitosa de la historia de las telenovelas, y que salió al aire por primera vez en 1999, ya no necesita presentación. Pero la que sí la necesita es Beatriz Pinzón, la protagonista, 25 años después. “Ella ahora es una mujer que quiere ser fiel a su esencia, quiere volver a sentirse ella, auténtica”, cuenta Ana María Orozco a este diario, la actriz que interpretó a Betty hace un cuarto de siglo, sobre la versión madurada de aquella que enamoró pantallas con un flequillo y una risa nasal.
Betty ha vuelto, interpretada de nuevo por Orozco, en una serie que lanza hoy a nivel mundial la plataforma Amazon Prime: Betty la fea, la historia continúa. Tendrá diez capítulos, que se irán publicando poco a poco. En un pequeño adelanto de su primer capítulo, Betty se dice a sí misma que “en este momento lo único que importa es lo que yo quiero”. Ha regresado a buscar, ya no el amor de Armando, su galán, sino el que abandonó al final de la telenovela cuando pensó que la amarían solo si se cortaba el flequillo y se mejoraba la montura de las gafas: el amor propio.
“Uno es como es, y a uno lo tienen que querer como es”, es como describe el mensaje central de la nueva telenovela Julián Arango, quien interpretó al pedante diseñador Hugo Lombardi. Él y la mayoría del elenco original se sumaron a esta nueva versión que se escribió entre varios guionistas. Como dice Jorge Enrique Abello, quien interpreta a Armando, la continuación de Betty nunca hubiera ocurrido con el guionista original, el talentoso Fernando Gaitán, quien ya falleció: ”para llevar a cabo este proyecto tuvimos que despedirnos de Fernando. Parece duro, pero era necesario”.
La telenovela original fue transgresora al poner a una mujer fea como protagonista de la que se enamoraron millones porque, como dice Mauricio Cruz, el director de la nueva serie: “todos nos hemos sentido feos en algún momento de nuestras vidas”. Pero Orozco, la protagonista, admite que en la versión original hay escenas que reflejan el machismo de una época, actuaciones que hoy en día serían inaceptables. “Por ejemplo, los gritos de Armando a la peliteñida, incluso cosas físicas como que la estrujaba”, dice en referencia a la violencia del galán a la secretaria rubia conocida como Patricia Fernández.
En más de dos décadas desde el lanzamiento de Betty pasó por la televisión el movimiento Me Too, denuncias por abuso laboral contra las mujeres, las políticas de identidad, las redes sociales. Y acorde a los tiempos, la nueva novela tiene dosis de corrección política: un abogado deconstruido, un líder comunitario que creció en un barrio del sur y ayuda a las mujeres mayores, o la primera modelo negra de Ecomoda, la empresa de diseño donde toda la novela se desarrolla.
La hija de Betty y Armando, Camila, una diseñadora que quiere mostrar su talento, es también una influencer en redes sociales con una pésima relación con su madre. Porque Betty la fea, en versión 2024, también va sobre lo dura que es la maternidad. “A Betty acá le pasa como a muchas mujeres: por más de que somos profesionales, trabajamos, sigue siendo un desafío equilibrar la vida con los hijos, en la casa, con el trabajo”, cuenta Orozco.
Pero aquella adaptación a los tiempos no se lo tomó todo, asegura Orozco, porque intentaron mantenerse fieles a los personajes con sus risas torpes, sus frases conocidas (aquellos semestres en la San Marino), y la altanería de siempre. Allí sigue insultando, por ejemplo, Lombardi con toda su arrogancia, y burlándose incluso un poco de los tiempos. Insulta ahora diciendo “yo no lo llamo a usted inepto, porque soy incluyente”, es como lo explica Arango.
La paradoja de Betty
Que Betty vuelva 25 años después buscando el amor propio no es cualquier detalle: es ir al corazón mismo del problema que dejó pendiente la telenovela. “Betty, al final, tuvo que ajustarse a un mundo para que la quisieran”, dice la directora de la revista feminista Volcánicas, Catalina Ruiz-Navarro, sobre la transformación física de Betty para terminar siendo amada por Armando.
Predominaba entonces “la idea de que eres un patito feo, una belleza oculta, y que esa belleza va a salir si tan solo te arreglas de determinada manera: es pasar del pelo crespo al pelo liso, es quitarse los frenillos, cambiar el marco de tus gafas. Al final, para que Betty pudiera tener esa reivindicación y encontrar el amor, lo que tenía que hacer era que alguien le enseñara a ajustarse a los parámetros de belleza aceptados en ese momento”.
El drama, en lo que se supone es una comedia, iba incluso un poco más allá. Por estar cerca a su galán, Betty se aguantaba el maltrato de este y era capaz de hacer un fraude en Ecomoda –Armando le pide maquillar informes financieros– poniendo en riesgo su libertad. ”Eso parecía permisible en el nombre del amor, lo cual definitivamente es un problema”, señala Ruiz.
La paradoja de la novela es que, si bien Betty la fea puso a la fea en el centro, y por eso se convirtió en una telenovela tan especial mundialmente, también le robó ese protagonismo al enrollarla en el mismo estándar de belleza del que buscaba escapar. Ya no para ser amada por las audiencias —que adoraban sus flequillos, sus gafas, su risa—sino amada ante los ojos de un hombre, Armando.
Para la antropóloga Valeria Angola esta novela expuso, con Betty y el mundo de las modelos de Ecomoda, la presión contra las mujeres para encajar, mostró, “algo que está muy presente en la sociedad colombiana: esa cultura que se vende al exterior del estereotipo de la colombiana bonita. Hoy día, las niñas tienen otro tipo de información, pero imagínate en ese momento toda esa hegemonía corporal de la belleza; era espantoso. Fue como poner en un espejo a toda Colombia; mostrar cómo habíamos interiorizado toda esa cultura del modelaje y de los reinados, de las cirugías plásticas, en fin”.
Betty fue transgresora para su época y también fue producto de su época. “En ese momento no teníamos tanta información y no habíamos llegado a los debates que tenemos hoy día”, admite Angola. Ahora los tiempos han resaltado algo básico, que debía ser evidente pero se perdió entre tanto machismo: el amor más importante no es el de Armando, sino el amor propio. Betty, dos décadas después, está en ello.