Científicos encuentran daños en cerebros de niñ@s que duermen menos

Por Agencias
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Donde l@s niñ@s de familias con bajos recursos económicos corren un riesgo especial.

Para comprender mejor cómo las desventajas socioeconómicas afectan la salud del sueño y el desarrollo del cerebro en l@s niñ@s, el estudio recluto a 94 niños de 5 a 9 años de familias socioeconómicamente diversas que viven en Nueva York. 

Alrededor del 30% de las familias participantes tenían ingresos por debajo del umbral de pobreza de Estados Unidos.

Les pidieron a los padres y madres que informaran sobre el entorno de sueño de sus hij@s, la coherencia de sus rutinas familiares y la hora de acostarse y despertarse de l@s pequeñ@s. 

También hicimos que l@s niñ@s completaran una exploración por resonancia magnética de sus cerebros, y así analizar el tamaño de una región del cerebro llamada amígdala y la fuerza de sus conexiones con otras regiones del cerebro.

La amígdala desempeña un papel fundamental en el procesamiento de las emociones y la cantidad de emociones negativas que experimenta una persona.

La adversidad experimentada en una etapa temprana de la vida puede afectar el funcionamiento de la amígdala.

L@s científic@s que lo@ niñ@s de familias con bajos recursos económicos dormían menos por la noche, y se dormían más tarde en comparación con niñ@s de familias con mayores recursos.

A su vez, dormir menos tiempo y dormir más tarde se asoció con un tamaño reducido de la amígdala, y conexiones más débiles entre la amígdala y otras regiones del cerebro que procesan las emociones. 

Este vínculo entre la desventaja socioeconómica, la duración y el horario del sueño, y el tamaño y la conectividad de la amígdala se encontró en niñ@s de tan solo 5 años.

Los resultados sugieren que tanto la cantidad como el momento del sueño son importantes, para el funcionamiento de estas regiones del cerebro involucradas en el procesamiento de las emociones.

No dormir lo suficiente aumenta el riesgo de desarrollar problemas de salud mental e interfiere con el rendimiento académico. 

El estudio sugiere que niñ@s de 4 a 12 meses duerman de 12 a 16 horas por día incluyendo siestas, los de1-2 años de 11-14 horas incluyendo siestas, los de 3-5 años de 10-13 horas con siestas, los de 6-12 de 9 a 12 horas y los de 13 a 18  de 8-10 horas, como mínimo.

La falta de sueño puede hacer que a l@s pequeñ@s les resulte más difícil afrontar el estrés y gestionar sus emociones.

L@s niñ@s de familias o barrios con bajos recursos socioeconómicos pueden tener un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental relacionados con el estrés debido en parte a los efectos negativos de su entorno sobre los hábitos de sueño.

Durante la infancia, el cerebro se desarrolla a un ritmo rápido, debido a esto, las experiencias de la niñez pueden tener efectos en la función cerebral que duran toda la vida, similar a como lo que se come de pequeños puede trastornar y cambiar la composición y el porcentaje de grasa y musculo corporal ya de adultos.

Por lo tanto el estudio enfatiza que los problemas de la niñez pueden continuar durante toda la vida.

Los hallazgos refuerzan la importancia de garantizar que todas las familias tengan suficientes recursos económicos para mantener a sus hij@s. 

Las investigaciones sugieren que los complementos de ingresos para las familias necesitadas pueden ayudar a respaldar la función cerebral de los menores, junto con su salud mental y sus resultados académicos.

¿Por qué los entornos socioeconómicamente desfavorecidos dificultan el sueño de l@s hij@s?

La investigación sugiere que los padres que luchaban para llegar a fin de mes tenían más dificultades para mantener rutinas familiares consistentes, lo que posiblemente llevó a rutinas menos consistentes a la hora de acostarse, lo que puede haber contribuido a que l@s niñ@s durmieran menos.

Sin embargo, es probable que existan múltiples factores que conectan la desventaja socioeconómica y la mala calidad del sueño, como no poder permitirse una cama cómoda, el hacinamiento, el ruido del vecindario, la luz y el calor excesivos.

La mayoría de las investigaciones sobre el sueño se han centrado en los adolescentes, que corren un riesgo especial de dormir mal. 

Sin embargo, los esfuerzos del nuevo estudio sugieren que los efectos ambientales sobre los patrones y hábitos de sueño comienzan mucho antes.

De acuerdo a los expertos, es posible que las intervenciones para mejorar el sueño deban comenzar antes de la adolescencia para que sean óptimamente efectivas. 

Como conclusión, los científicos dijeron que los recursos económicos para las familias necesitadas también puede ser clave para apoyar la salud del sueño, el desarrollo cerebral y el bienestar emocional de los niñ@s.