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Por/By UM [email protected]Un nuevo estudio de la Universidad de Michigan (UM) confirma lo que desde hace tiempo se sospecha: los alimentos altamente procesados, como el chocolate, pizza y patatas fritas están entre los más adictivos.
Este es uno de los primeros estudios para examinar específicamente los alimentos que pueden estar implicados en la “adicción a la comida”, la cual ha captado el creciente interés de científicos y consumidores a raíz de la epidemia de obesidad.
Estudios previos en animales concluyen que los alimentos altamente procesados o alimentos con carbohidratos añadidos (como la harina blanca y azúcar), pueden ser capaz de desencadenar una conducta alimentaria similar a la adicción de las drogas.
Estudios clínicos en humanos han observado que algunas personas cumplen los criterios para la dependencia de sustancias cuando la sustancia es la comida.
A pesar de los alimentos altamente procesados son generalmente conocidos por ser muy sabrosos y apetecibles, se desconoce si estos tipos de alimentos pueden provocar respuestas de adicción en los seres humanos.
Tampoco se sabe qué alimentos específicos producen estas respuestas, dijo Ashley Gearhardt, profesor asistente de psicología en la UM.
Los alimentos no elaborados, a los cuales no se les ha agregado grasa o carbohidratos, tales como el arroz integral y el salmón, no se asociaron con conducta alimentaria adictiva similar a la adicción.
De acuerdo a Erica Schulte de la faculta de psicología de la UM y autora principal del estudio, las personas con síntomas de adicción a la comida o con índices de masa corporal más alta reportaron mayores problemas con los alimentos altamente procesados, lo que sugiere que algunos pueden ser particularmente sensibles a las posibles propiedades “gratificantes” de estos alimentos.
“Si las propiedades de algunos alimentos están asociados con la alimentación adictiva para algunas personas, esto puede influir en las pautas de nutrición, así como las iniciativas de políticas públicas, como la comercialización de estos alimentos a los niños”, aseveró Schulte.
Nicole Avena, profesora asistente de farmacología y terapéutica de sistemas en la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí en la ciudad de Nueva York, y co-autora del estudio, explicó la importancia de los hallazgos.
“Este es un primer paso hacia la identificación de determinados alimentos, y sus propiedades que pueden desencadenar esta respuesta adictiva. Esto podría ayudar a cambiar la forma en que abordamos el tratamiento de la obesidad. Puede que no sea una simple cuestión de ‘recortar’ ciertos alimentos, sino más bien la adopción de métodos que se utilizan para reducir el tabaquismo, alcohol y uso de drogas”.
Las investigaciones futuras deberían examinar si los alimentos adictivos son capaces de desencadenar cambios en los circuitos del cerebro y el comportamiento como las drogas de abuso, finalizaron los investigadores.
ENGLISH
A new University of Michigan study confirms what has long been suspected: highly processed foods like chocolate, pizza and French fries are among the most addictive.
This is one of the first studies to examine specifically which foods may be implicated in “food addiction,” which has become of growing interest to scientists and consumers in light of the obesity epidemic.
Previous studies in animals conclude that highly processed foods, or foods with added fat or refined carbohydrates (like white flour and sugar), may be capable of triggering addictive-like eating behavior. Clinical studies in humans have observed that some individuals meet the criteria for substance dependence when the substance is food.
Despite highly processed foods generally known to be highly tasty and preferred, it is unknown whether these types of foods can elicit addiction-like responses in humans, nor is it known which specific foods produce these responses, said Ashley Gearhardt, U-M assistant professor of psychology.
Unprocessed foods, with no added fat or refined carbohydrates like brown rice and salmon, were not associated with addictive-like eating behavior.
Individuals with symptoms of food addiction or with higher body mass indexes reported greater problems with highly processed foods, suggesting some may be particularly sensitive to the possible “rewarding” properties of these foods, said Erica Schulte, a U-M psychology doctoral student and the study’s lead author.
“If properties of some foods are associated with addictive eating for some people, this may impact nutrition guidelines, as well as public policy initiatives such as marketing these foods to children,” Schulte said.
Nicole Avena, assistant professor of pharmacology and systems therapeutics at Icahn School of Medicine at Mount Sinai in New York City, and a co-author on the study, explained the significance of the findings.
“This is a first step towards identifying specific foods, and properties of foods, which can trigger this addictive response,” she said. “This could help change the way we approach obesity treatment. It may not be a simple matter of ‘cutting back’ on certain foods, but rather, adopting methods used to curtail smoking, drinking and drug use.”
Future research should examine whether addictive foods are capable of triggering changes in brain circuitry and behavior like drugs of abuse, the researchers said.