Cuando el hambre se convierte en política

Por Carlos Hernández
Editor@latinocc.com

En una región como la Costa Central de California, donde una de cada tres personas ya depende de los bancos de alimentos para sobrevivir, donde en Santa Bárbara el promedio de pobreza GIDI es comparable al de Guatemala, esta decisión representa un golpe directo al corazón de nuestras comunidades más vulnerables, especialmente a l@s latin@s.

Santa Bárbara y Ventura están en el epicentro de esta crisis fabricada, porque hay que decirlo, esto ha sido creada y vendida bajo una cortina de humo de supuesto despilfarro de fondos públicos, lo cual es más falso que un billete de a $7.

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Así, programas federales como TEFAP, LFPA y CalFood han sido congelados o desmantelados, dejando a bancos de alimentos como el Foodbank de Santa Bárbara y Food Share de Ventura, en alerta máxima y luchando por tapar los hoyos con recursos cada vez más escasos. 

Camiones repletos de leche, huevos y productos frescos han sido cancelados, insumos indispensables para sobrevivir y que para muchas familias enteras son un lujo.

Muchas de estas son inmigrantes, que trabajan en los campos o en los servicios esenciales, ganando para sobrevivir y no para tener una vida digna que sumada a lo carísimo que resulta el alquiler de vivienda, gracias a Musk y su escuadrón, ahora enfrentarán un futuro inmediato sin garantía de comida en la mesa.

El argumento de Musk y el DOGE es la eficiencia. 

Sin embargo, hay algo profundamente irónico y cínico en que el hombre más rico del planeta, que recibe generosos subsidios federales para sus empresas, promueva recortes que niegan comida a niñ@s de familias trabajadoras.

Y mientras tanto, las organizaciones locales hacen milagros. 

El Foodbank de Santa Bárbara y Food Share en Ventura han perdido cientos de miles de dólares en alimentos, pero sigue distribuyendo comida.

El Food Share de Ventura mantiene su operación con solo seis semanas de reserva. 

Que los programas eran «insostenibles», pero ¿qué hay más insostenible que una comunidad con hambre? 

¿Qué tipo de país prioriza balances fiscales sobre el bienestar de sus niños, ancianos y trabajadores esenciales? 

Esta narrativa tecnocrática de «optimizar» el gobierno no toma en cuenta a las personas reales que quedan desamparadas por sus decisiones.

Monica White, directora de Food Share, lo dijo con claridad: «El hambre no espera». 

El problema no es hipotético ni a largo plazo, sino inmediato. 

El mismo día en que se cancelaron ocho camiones del USDA, miles de familias comenzaron a sentir la presión. 

Las filas en los centros de distribución no paran de crecer, y las reservas de alimentos tienen fecha de caducidad, la crisis es real y palpable, no inventada como los datos de Trump y su administración.

Elon Musk, quien suele pregonar sobre el futuro de la humanidad en Marte, parece incapaz de ver el sufrimiento humano aquí mismo, en comunidades como Santa Paula, Oxnard o Guadalupe.

No podemos permitir que se normalice el hambre como daño colateral de una agenda de «eficiencia», porque simple y sencillamente no es eficiente recortar la comida de quienes más la necesitan, es cruel, es inmoral, es inhumano y sobre todo un fracaso del contrato social.

Ante esto, la comunidad tiene que responder, con organización, con presión política, con voto. Porque hoy es la comida, mañana serán los refugios, las escuelas, servicios de salud, etc. 

La visión de futuro que impulsa Musk no tiene lugar para los más necesitad@s. 

Nuestra lucha debe ser construir una visión distinta: una en la que nadie pase hambre mientras haya abundancia.

No es solo cuestión de eficiencia. Es cuestión de humanidad.