Por Agencias
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Dinamarca y Túnez empatan a nada en una exhibición de ímpetu y atrevimiento. Jebali y Cornelius rozan el triunfo. Msakni brilla y Eriksen se queda a medias.
Dinamarca y Túnez firmaron un duelo vertiginoso al que sólo le faltó la pegada.
Ni Jebali ni Cornelius acertaron para desequilibrar un choque que reflejó la garra infinita del conjunto africano y la fortaleza del equipo europeo.
Hubo ímpetu, talento y emoción en escena, pero los goles tendrán que esperar al tiempo que la caza de una clasificación a la siguiente fase se presenta como una batalla llena de igualdad.
“Somos soldados y vamos a la guerra”, gritó Jalel Kadri a sus futbolistas en la antesala del choque. Dicho y hecho. La salida de Túnez en su estreno fue una tormenta de ímpetu.
Laidouni celebró el primer tackle a Eriksen como si fuera una victoria y ahí comenzó la exhibición de fuerzas del conjunto africano.
Con Skhiri multiplicado en esa medular, con dos alas en los costados y con una contundencia tremenda en las anticipaciones de sus centrales. Dinamarca comprendió pronto que tendría que tener paciencia.
Quizás demasiada. Hojbjerg ponía garra mientras ni Eriksen ni Skov Olsen, los dueños del talento, lograban entrar en escena. Pocos espacios. Mucha intensidad.
Túnez no se quedó en emoción. También tenía fútbol.
Jebali firmó una diabólica carrera al espacio para batir a Schmeichel con destreza, pero se encontraba en fuera de juego por centímetros. Fue un aviso.
El conjunto de Hjulmand confió en que la intensidad rival fuera a menos. Eriksen retrasó su posición para entrar más en juego, Maehle avisó por la izquierda y Skov Olsen comenzó a amagar con más. Túnez, mientras sostenía todo a base de corazón y rigor táctico.
En esa previsible escena irrumpió Msakni, su capitán. Él tenía la magia. Sorteó a adversarios a su antojo y dibujó pases al hueco que despertaron el júbilo en las gradas del Education City.
En uno de ellos encontró Jebali su sitio, miró a Schmeichel y picó la pelota pensando que una mano del guardameta danés era imposible. No lo fue. Túnez apretaba con todo y Dinamarca perdía a Delaney por lesión.
A Hjulmand le pareció que tirar de atrevimiento podía variar la escena tras el descanso. Eriksen retrasó su posición y Damsgaard entró en liza para tratar de poner alguna gota imprevisible en la construcción de su equipo. Pero Túnez seguía creyendo que podía.
Laidouni parecía tener algún doble sobre el césped. Anticipó, contragolpeó y prácticamente se bastó para combatir contra todos. Sin ideas, Dinamarca trató de ser más vertical.
El inédito Dolberg dejó su sitio a Cornelius y Lindstrom apareció para ganar espacios. Los cambios revolucionaron el duelo.
Jensen entró para liberar a Eriksen y éste encontró una ruptura para acercarse al área de Túnez y lanzar un misil que salvó Dahmen con una buena parada.
Al minuto, Christensen remató un saque de esquina y Cornelius se topó con el poste cuando fallar parecía imposible.
La cita multiplicó su descontrol. Túnez tenía ya menos fuerzas. Laidouni no llegaba a todo y Jebali pedía aire.
Sólo Msakni seguía siendo incisivo cuando aparecía entre líneas. Entonces apretó Dinamarca. Tomó fuerzas Damsgaard y Maehle se convirtió en extremo de vieja usanza. Pero el tiempo ya era una condena para sus intenciones y ni siquiera una llamada en el descuento del VAR cambió el destino del choque. Reparto de puntos para dos valientes sin pegada.