Editorial

Editorial: irresponsabilidad evitable

Carlos Hernández es el editor de El Latino y un periodista con una amplia experiencia en periodismo. Ha sido corresponsal internacional en Atlanta, Nueva York y California de agencias de noticias como EFE de España y la Associated Press./EL LATINO

La definición científica del ser humano es que somos el único animal pensante, el que se diferencia de las otras especies debido en la capacidad de análisis y comunicarse de manera verbal.

Y si bien de entre todos los animales somos lo más inteligentes, por lo menos de acuerdo a la madre naturaleza, todavía tenemos ese instinto de terquedad que nos evitan seguir órdenes muchas veces.

Creo que es el instinto animal del que los científicos hablan se ha podido ver claramente durante esta cuarentena, ya que se ha visto como muchas personas y responsables están saliendo de sus casas sin importarle el peligro que esto representa, no sólo para sus vidas, sino que también para la de sus seres queridos y toda la comunidad en general.

El otro día fui a un supermercado de venta por mayoreo y me quedé atónito al ver cómo alguna familias, por desgracia latinas, se peleaban con una de las empleadas encargadas de la entrada, para que le dejara pasar a toda la fila de hijos, padres, hermanos y hasta compadres, cuando sólo había límite de dos personas por familia.

En curioso de esto es que la empleada que ir a también latina sólo escuchaba con asombro, como la gran mayoría de los que estamos ahí los argumentos del patriarca, al decirle “déjanos entrar así somos los latinos, nos gusta venir en familia…”.

La verdad tiene mucha razón, los latinos somos personas con un espíritu rumbero, nos gusta disfrutar y pasarla en grupos, ya sean de familia o amigos, sin embargo también hay límites, porque créame la situación del coronavirus y esta crisis es una excepción, algo que la humanidad pocas veces ha visto en su historia.

Visto lo visto en otros países, con malos hábitos como ir a las tiendas o a los lugares públicos como si a una excursión se tratara, así como llegan en grupo, así van a estar infectándose.

Lo más irónico es que si tanto les importa pasar con los demás, es que si se contagia de coronavirus, y Dios no quiera pierda la batalla contra el mortal virus, se irá de este mundo sin despedirse de nadie.

Nada de velaciones, entierros, novenas y todo lo que se acostumbra, dependiendo de sus creencias religiosas.

Y es que esto no es un juego, ésta es una batalla que se ve fácil, hasta ahora, pero sólo gracias a las autoridades del Estado, del Condado y las de salud.

No seamos malas personas, no seamos egoístas, porque ese egoísmo de fingir que “las podemos” más que las autoridades y que “sólo vamos a la tienda, así que vamos todos”, tirará a la basura las interminables y largas jornadas, que ya casi un mes, llevan las autoridades y el personal médico para mantenernos a salvo.

Recuerde que ellos se exponen a diario con esta enfermedad al cuidar a pacientes infectados con el COVID-19, y ellos son los soldados en esta batalla.

Se ha puesto a pensar que si le damos más armas al enemigo, en este caso más personas infectadas y con esto más probabilidades que enfermeros, doctores y autoridades se contagien, esto se saldrá de control y el sistema colapsará.

Que cuando a usted o a uno de los suyos les dé el virus, debido a su falta de sentido común y egoísmo, no valdrá la mejor cama hospitalaria, ni el mejor ventilador con la última tecnología, porque simplemente no habrá personal suficiente para atenderle y salvarle la vida.

Así que la próxima vez que piense que ir a la tienda, al supermercado o a echar gasolina al auto, es una excursión familiar, mejor piénselo dos veces porque usted nunca sabe si esa será de las últimas ocasiones en que todos podrían estar juntos, todo por una irresponsabilidad evitable.

Porque sin soldados no se ganan las guerras.