Por Agencias
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Brasil ha dado el primer paso hacia la consagración de Jair Messias Bolsonaro, excapitán del Ejército, como el nuevo presidente de la nación más grande de América Latina y la novena economía mundial.
Bolsonaro, un político de aires autócratas, abiertamente homófobo y machista, nostálgico del poder militar que gobernó el país con puño de hierro desde 1964 hasta 1985, recibió, con el escrutinio del 97% de las actas emitido por el Tribunal Superior Electoral, casi el 47% de los votos.
Sin embargo, al no superar el 50% del sufragio, Bolsonaro no podrá investirse como presidente ya que, según las leyes brasileñas, deberá someterse a una segunda vuelta electoral en la que enfrentará al candidato del Partido de los Trabajadores, del que provienen los exmandatarios Lula da Silva y Dilma Rousseff, Fernando Haddad.
El proceso político, que ha partido al país en dos polos diametral e ideológicamente opuestos, abrió brecha en escenarios insospechados de la vida pública. El fútbol, de hecho, se ha convertido en una arena de disputa.
Felipe Melo, exjugador de la Juventus e Inter y, actualmente, en el Palmeiras, desató el alud cuando expresó frente a las cámaras de televisión su respaldo al polémico Bolsonaro
«Quiero agradecer a Dios y a mi familia. Este gol va para nuestro futuro presidente Bolsonaro», sentenció en una entrevista post-partido después de anotar el 1-1 del ‘Verdao’ frente al Bahía el pasado 16 de septiembre, en duelo válido por el Brasileirao.
Melo dedicó su tanto al convaleciente Bolsonaro, quien se recuperaba de una puñalada sufrida en Minas Gerais a principios del mes.
El siguiente fue Rivaldo, quien loó al candidato conservador en un mensaje publicado en su cuenta oficial de Instagram en la semana previa a las elecciones.
«El capitán volvió. Qué alegría saber que Brasil está despertando», reza el texto acompañado de un vídeo que muestra un multitudinario mitin del político ante unas calles desbordadas.
Lucas Moura, atacante del Tottenham, secundó a sus colegas y Ronaldinho, en la víspera de las votaciones, cerró la cargada futbolística a favor del exmilitar.
«Por un Brasil mejor, deseo paz, seguridad y alguien que nos devuelva la alegría», escribió el exjugador del Barcelona en un tuit acompañado por una fotografía suya en la que luce los colores de la ‘Canarinha’ y el número 17, una suerte de cifra-código que identifica a Bolsonaro en todo Brasil.
Aunado a los posicionamientos particulares, el fútbol, en sus instituciones, también han fijado postura.
La Fiscalía del Supremo Tribunal de Justicia Deportiva valoró sancionar a Melo por, presuntamente, haber roto el código del mismo órgano por expresar un punto de vista político sobre el campo de juego.
Sin embargo, el sindicato de futbolistas argumentó libertad de expresión y respaldó al mediocampista del Palmeiras.
El mismo fin de semana que Melo encendió la mecha, el Clásico Mineiro entre Atlético Mineiro y Cruzeiro, con resultado 0-0, fue sonorizado por los cánticos del ‘Galo’.
«Cruzeirense, ten cuidado, Bolsonaro va a matar a los desviados», en referencia despectiva hacía los homosexuales. Tras el partido, la directiva del Atlético «lamentó» las manifestaciones homófobas de sus hinchas. También hizo contención de daños el Palmeiras después del manifiesto de Melo a través de un comunicado de prensa.
«La posición política del atleta Felipe Melo refleja, única y exclusivamente, una manifestación particular y no de la institución».
Una de las hinchadas más notables del ‘Verdao’, Palmeiras Antifascista, retiró su apoyo al jugador de su plantilla con una dura sentencia: «Repudiamos al político fascista Bolsonaro y a cualquiera de sus seguidores”.
Mientras en Sao Paulo, el Corinthians, uno de los pilares del movimiento anti-dictadura en la década de los 80, se ha desmarcado de Bolsonaro y ha defendido su tradición democrática.
Abanderada por Sócrates, el virtuoso y enigmático mediocampista, célebre por su participación en los Mundiales de ’82 y ’86 y su activismo cívico, el club lanzó su Democracia Corinthiana, un modelo de gestión libertaria dentro del club que tuvo efectos en la democratización de Brasil y en la subsecuente caída de la dictadura, en 1985.
Gavioes Fiel Torcida, uno de los grupos de aficionados más importantes del ‘Timao’, compuesto de más de 120,000 socios, recordó a través de un texto publicado por uno de sus líderes, Digão González, que apoyar a Bolsonaro sería una incoherencia histórica.
«Somos una barra que defiende los derechos de nuestro pueblo y no podemos dejar que nuestro mayor representante, el que gobierna el país, esté contra nosotros y contra todo aquello por lo que luchamos».
Y es que sólo en Brasil, fútbol y política a veces son lo mismo