Por Redacción
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El verano, tradicionalmente asociado al descanso, se está convirtiendo en una estación marcada por el miedo y la destrucción. Las lluvias intensas, alimentadas por la crisis climática, están provocando inundaciones catastróficas en gran parte de Estados Unidos, según expertos que advierten que este tipo de eventos extremos será cada vez más frecuente.
Durante julio, lluvias consideradas como eventos que solo ocurren cada 100 o incluso 1.000 años han azotado varios estados en cuestión de días, desde Texas hasta Nueva York, causando decenas de muertes y millones en daños.
“La combinación de aire húmedo procedente del Golfo de México y del Atlántico occidental, junto con temperaturas oceánicas inusualmente altas, ha contribuido a niveles récord de humedad atmosférica”, explicó Daniel Swain, científico climático de UCLA. Esa humedad, al ser comprimida por frentes fríos, genera lluvias torrenciales con gran potencial destructivo.
Inundaciones mortales y récords rotos
Texas sufrió una de las peores tragedias este verano, cuando el 4 de julio una tormenta provocó la muerte de más de 130 personas. Días después, el 8 de julio, tres personas murieron en Ruidoso, Nuevo México, cuando una inundación repentina arrasó una zona recientemente afectada por incendios forestales.
Otros estados también han sido duramente golpeados. En Chicago, una tormenta con una frecuencia de retorno de 1.000 años anegó carreteras principales. Carolina del Norte sufrió lluvias intensas tras el paso de la tormenta tropical Chantal. En Nueva York, el sistema de metro colapsó el 14 de julio al registrar su segunda mayor acumulación de lluvia en una hora. Una semana después, Kansas City también se inundó.
Cambio climático: el motor detrás de las lluvias extremas
Michael Mann, científico climático de la Universidad de Pensilvania, advierte que eventos que antes se consideraban inusuales se están volviendo más comunes. “Cuando hablamos de lluvias ‘de 1.000 años’, nos referimos a probabilidades calculadas sin tener en cuenta el calentamiento global. Pero ahora, con el cambio climático, estos eventos están ocurriendo con mayor frecuencia”, dijo en un correo electrónico.
Además, Mann señaló que patrones meteorológicos persistentes conocidos como “resonancia atmosférica” están aumentando. Este fenómeno hace que los sistemas de tormentas permanezcan estacionarios durante semanas, intensificando las lluvias sobre áreas específicas. Un estudio reciente en el que participó muestra que estos patrones se han triplicado desde mediados del siglo XX durante los veranos, aunque aún no son representados con precisión en los modelos climáticos.
Más calor, más humedad, más lluvias
“El cambio climático tiene una influencia clara en los eventos extremos de corta duración”, dijo Swain. “No es la lluvia promedio la que cambia más, sino los eventos extremos. Cuanto más intenso es el aguacero, más clara es la conexión con el calentamiento global”.
Kate Marvel, científica del clima y autora del libro Human Nature, lo explica de manera sencilla: “El aire cálido contiene más vapor de agua, y ese vapor, cuando se condensa, se convierte en lluvia intensa. Si el suelo también está caliente, el aire húmedo sube más rápido, lo que genera tormentas eléctricas”.
Y añade: “El que una tormenta se convierta en una inundación catastrófica depende de muchos factores: el tipo de suelo, la topografía y cuánta gente vive en la zona. Pero lo que está claro es que las emisiones humanas de gases de efecto invernadero están intensificando estos eventos”.
Este verano ha dejado claro que los extremos climáticos ya no son raros. Lo que antes se consideraba improbable es ahora parte de la nueva realidad: un planeta más cálido, con lluvias más intensas y comunidades más vulnerables. Científicos y autoridades advierten que sin una acción climática decidida, los veranos como este serán cada vez más comunes, con consecuencias devastadoras para millones de personas.
