Por Agencias
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Las hormonas bioidénticas son hormonas que se extraen de algunas plantas como la soja y el ñame y que se utilizan durante la menopausia para disminuir sus efectos: insomnio, sofocos, tristeza, retención de líquidos, pérdida de memoria…
Todo lo que ocurre en ese momento es debido a lo mismo, al estado en el que se encuentra el cuerpo porque los ovarios han empezado a dejar de funcionar y, por lo tanto, han caído en picado los niveles de las hormonas que estos segregan: estrógenos y progesterona.
Antes de la aparición de las hormonas bioidénticas lo que se utilizaba, y que se sigue utilizando exactamente igual ahora, es lo que se llama terapia hormonal sustitutiva, que consiste en proporcionar al cuerpo estrógenos y progesterona.
La cuestión es que esa terapia hormonal sustitutiva tiene riesgos; no son altos, pero las mujeres que lo usan sí tienen más probabilidad de sufrir un infarto de miocardio, un accidente cerebrovascular, un coágulo en los miembros inferiores que puede acabar en el pulmón o un cáncer de mama.
Las hormonas bioidénticas se comenzaron a producir para intentar evitar esos riegos.
De ellas, las compañías que las comercializan dicen que son naturales, pero el problema es que esto no es totalmente cierto porque el compuesto que se extrae de la planta, de la soja o la batata, debe ser modificado químicamente para que tenga una acción terapéutica.
Sí es cierto que empezaron a utilizarse como alternativa a la terapia hormonal sustitutiva.
Se administran por vía oral, en comprimidos, en un gel que se extiende sobre la piel o en implantes subcutáneos que van liberando la dosis pautada por el médico de la paciente.
Pero las hormonas bioidénticas tienen detractores.
Por ejemplo, la Clínica Mayo, uno de los centros de investigación médica más prestigiosos de Estados Unidos, ha llevado a cabo diversas investigaciones que aseguran que no hay evidencia científica de que sean mejores que la terapia hormonal sustitutiva.
Y, además, según el centro, que se preparen como fórmulas magistrales en las farmacias, hace que su rigor de calidad no sea el mismo que el que tienen que pasar las hormonas que están comercializadas como comprimidos de estrógenos o de progesterona.
Sus informes también ponen en duda la eficacia de la llamada personalización del tratamiento con hormonas bioidénticas.
Eso se hace utilizando un test que mide en la saliva de la paciente la cantidad de estrógenos y, a partir de ahí, se decide qué cantidad hay que darle a la mujer.
Pero la determinación de estrógenos en la saliva no es concluyente ni es reflejo de los estrógenos que hay realmente circulando.
Y, además, los estrógenos en una mujer de mediana edad cuando le llega la menopausia son muy fluctuantes, por lo que esa cantidad puede cambiar cada día y según las diferentes horas.
Hay otra cosa más que apuntan los científicos y que ocurre igual con la terapia hormonal sustitutiva: cuando se empieza a utilizar, hay pacientes que desarrollan efectos secundarios.
No es muy frecuente y suele ocurrir solo cuando se empieza a tomar la medicación, pero puede aparecer vello facial, hinchazón en las manos y en la barriga, cansancio e incluso cambios de humor.
También es verdad que esto suele durar solo unos días y después desaparece.