Por Max Vásquez
redaccion@latinocc.com
Justo cuando parecía que la franquicia de “Jurassic Park” se había extinguido, o al menos había superado la etapa prehistórica, “Jurassic World Rebirth” regresa para recordarnos por qué nos enamoramos de los dinosaurios.
Esta magnífica entrega demuestra que estas antiguas criaturas aún conservan su fuerza.
La película recupera el asombro y la grandeza que le faltaban a la serie, alejándose de las interminables persecuciones oscuras y frenéticas que reducían a los dinosaurios a poco más que sobresaltos.
Aquí, la luz del día inunda la acción, revelando a estas magníficas criaturas en todo su esplendor.
El mérito es del guionista David Koepp, autor de la película original de “Jurassic Park”, y del director Gareth Edwards, experto en reptiles colosales gracias al “Godzilla” de 2014.
Junto con el director de fotografía John Mathieson, devuelven la franquicia a sus emocionantes y elegantes raíces.
“Jurassic World Rebirth” logra un guiño al pasado mientras traza un nuevo y emocionante rumbo.
En esencia, es una película de atracos con garras, ambientada en los restos en descomposición del centro de investigación original de la isla, un escenario que permite que la nostalgia se filtre en la historia sin abrumarla.
Scarlett Johansson y Mahershala Ali lideran el reparto con actuaciones discretas, transmitiendo una química creíble que sugiere camaradería fraternal. Interpretan a especialistas en seguridad y extracción, mercenarios, contratados para recuperar el premio más valioso de estas películas: ADN de dinosaurio.
¿El premio? $10 millones de dólares.
Ambientada cinco años después de “Jurassic World Dominion” y unas tres décadas después de la resurrección de los dinosaurios, el mundo de la película refleja cómo las criaturas han perdido su novedad: un sutil comentario sobre las propias películas.
Lidiando con el cambio climático, los dinosaurios ahora se congregan en el ecuador.
ParkerGenix, un gigante farmacéutico, urde un plan para extraer ADN de tres titanes del Cretácico: el volador Quetzalcoatlus, el acuático Mosasaurus y el terrestre Titanosaurus, para desarrollar una cura para las enfermedades cardíacas.
El funcionamiento de este método sigue siendo incierto —algo relacionado con la hemoglobina—, pero sienta las bases para el desarrollo de la acción.
¿El truco? Los dinosaurios deben estar vivos cuando se extrae el ADN. ¿Por qué? Porque de lo contrario no habría película.
Esta elección nos ofrece una emocionante aventura de tres partes, cada capítulo presentando una criatura diferente y un espectáculo novedoso.
Por inverosímil que parezca, la premisa es aún más coherente que la de la película anterior, que incluía una nieta biogenética, una conspiración global, langostas en llamas y a Chris Pratt prometiendo reunir a una cría de dinosaurio con su madre.
Para complicar la misión, una familia —un padre, sus dos hijas y un novio cuestionable— naufraga cerca de la isla. Inyectan humor y humanidad a la historia, aunque su humor no siempre sea efectivo.
Se unen al elenco un villano deliciosamente arrogante, interpretado por Rupert Friend, y un paleontólogo de museo, interpretado por Jonathan Bailey.
Los realizadores, con ingenio, intercalan referencias a otros éxitos de taquilla —Indiana Jones, Star Wars, Tiburón y E.T.— y presentan una brillante secuencia de dinosaurios cazando en una tienda de conveniencia que rinde homenaje a la escena de la cocina de la película original.
Las imágenes de Mathieson son siempre magníficas, desde las siluetas en un bote al atardecer hasta el vertiginoso descenso de los personajes haciendo rapel por un acantilado.
Los dinosaurios rara vez lucieron tan magníficos. Desde un T-Rex dormido junto a la orilla de un río hasta la imponente musculatura y gracia de las criaturas acuáticas, rezuman poder y majestuosidad.
Un momento destacado muestra a dos Titanosaurus entrelazando sus cuellos como amantes prehistóricos mientras la clásica banda sonora de John Williams crece.
Curiosamente, los dulces se convierten en un motivo recurrente: desde un envoltorio de Snickers rebelde que desata el caos, hasta el regaliz ofrecido a una cría de dinosaurio, pasando por la afición de un personaje por masticar Altoids en momentos de tensión.
Edwards maneja el ritmo de la película con maestría, permitiendo que la tensión crezca con el simple sonido del crujido de las hojas, para luego ofrecer impresionantes secuencias de acción.
Los exuberantes paisajes tailandeses (cascadas, llanuras cubiertas de hierba, manglares y cuevas costeras) están representados con tanta belleza que podrían servir como una campaña turística, suponiendo que se pase por alto a los depredadores dentados que acechan en las sombras.
Con Jurassic World Rebirth, la franquicia recupera su equilibrio, ofreciendo un emocionante y emotivo recordatorio de la maravilla y el terror que estas criaturas pueden inspirar, y demostrando una vez más por qué estos dinosaurios se niegan a permanecer extintos.
