La gente desconoce mucho sobre la menopausia. ¿Por qué eso es peligroso?

Por Redacción
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“Estoy caminando y de repente siento un calor intenso en el cuerpo y empiezo a sudar. Y me duele el pecho, como si me hubieran golpeado en la espalda”, cuenta la madre de cuatro hijos, residente en Bihar, India. Nunca imaginó que la menopausia —el fin definitivo de la menstruación— afectaría tanto su cuerpo. “Siento que he envejecido de verdad… El cuerpo, la cara, todo ha cambiado”.

Para Devi, la menopausia era algo que esperaba experimentar mucho más adelante, no como resultado de una cirugía. Su caso refleja una realidad que afecta a la mitad de la población mundial, pero de la que se habla poco: los síntomas van mucho más allá de los sofocos, y la falta de información hace que millones de mujeres enfrenten cambios profundos sin saber por qué.

La menopausia ocurre cuando una mujer deja de menstruar por 12 meses consecutivos y marca el final de su etapa reproductiva. Según la Organización Mundial de la Salud, la mayoría de mujeres la experimenta entre los 45 y los 55 años. Sin embargo, estudios muestran que una de cada 10 puede vivirla antes de los 45, y hasta un 8.6% antes de los 40. En algunos casos, aparece incluso en los 20 años, especialmente tras histerectomías o tratamientos oncológicos como la quimioterapia.

La perimenopausia —la etapa previa— puede comenzar tan temprano como a los 35 y durar entre cuatro y ocho años. Pese a esto, gran parte de las mujeres no reconoce cuándo iniciaron los síntomas. Investigadoras como Gayathri Delanerolle, del NHS del Reino Unido, señalan que muchas mujeres recuerdan su primer sofoco o la alteración del sueño, pero otras no hacen conexión alguna. “La menopausia ni siquiera ha sido un tema recurrente”, explica.

Esa falta de educación se refleja en los estudios: más del 90% de mujeres posmenopáusicas encuestadas en el Reino Unido afirmaron no haber recibido información sobre menopausia en la escuela, y casi la mitad se sintió “completamente desinformada”. A ello se suma la percepción de que muchos profesionales de la salud tampoco proporcionan orientación clara, lo que deja a las mujeres sin diagnóstico, sin apoyo y con síntomas inexplicables durante años.

Los sofocos y cambios de humor son los síntomas más conocidos, pero no los únicos. También son comunes la sequedad vaginal, el insomnio, la urgencia urinaria, la incontinencia, la depresión, la irritabilidad, el dolor articular, la caída del cabello y los cambios en la libido. Algunas mujeres reportan palpitaciones, hematomas fáciles, sequedad ocular, acné o incluso picazón en el cuero cabelludo.

“La menopausia puede ser una experiencia muy individualizada”, afirma Delanerolle, y en muchos casos los síntomas se confunden con otras condiciones, lo que dificulta un diagnóstico oportuno.

La menopausia suele durar un promedio de siete años, y entenderla es clave para prevenir complicaciones. Tras la menopausia, el riesgo de enfermedades cardiovasculares aumenta significativamente debido a la caída de los niveles de estrógeno, que regula la grasa y el colesterol. Las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en mujeres a nivel mundial, y la menopausia temprana incrementa aún más ese riesgo.

Estudios recientes también muestran mayor riesgo de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), especialmente en casos de menopausia prematura. Para la epidemióloga Om Kurmi, de la Universidad de Coventry, la concienciación permite que las mujeres tomen medidas oportunas para reducir riesgos: dejar de fumar, reducir el consumo de alcohol, aumentar la actividad física, manejar el estrés y mantener un peso saludable.

La salud mental es otra área crítica. Además de los cambios de humor e insomnio, las mujeres tienen mayor probabilidad de depresión y ansiedad durante esta etapa. Reconocer la menopausia ayuda a buscar ayuda temprana y evitar impactos prolongados en el bienestar emocional.

El tratamiento más común es la terapia hormonal (TRH), que reemplaza las hormonas que el cuerpo deja de producir. Suelen usarse estrógenos o una combinación de estrógeno y progesterona, según el caso. Aunque existen riesgos —como un leve aumento en la probabilidad de ciertos cánceres— expertos aseguran que siguen siendo bajos y deben evaluarse individualmente. Sin embargo, el acceso a la TRH es desigual: en países de ingresos altos es más accesible, mientras que en regiones rurales o de bajos recursos sigue fuera del alcance de la mayoría.

Algunas mujeres recurren a opciones naturales o suplementos herbales, aunque las autoridades sanitarias advierten que carecen de estudios sólidos que demuestren eficacia o seguridad. Los cambios en el estilo de vida, por su parte, son una alternativa viable y accesible en todos los contextos.

Con una población femenina que vive más años que nunca —según la ONU—, especialistas advierten que los sistemas de salud deben prepararse para atender un crecimiento en problemas asociados a la menopausia. La falta de educación, tanto en la población como en el personal médico, duplica los riesgos y profundiza desigualdades.